Sentado entre Diego, está
mejor de la rodilla, que explica la rara
y peligrosa habilidad de comprar en Amazon que tiene su nieto de tres años, y
de un Pedro que ha renunciado a pasar
el otoño en California, durante la
comida y en la muy larga sobremesa de hoy, este Custodio ha hecho un inmenso
esfuerzo para, sin dejar de estar atento, muy afinados los audífonos, a las múltiples conversaciones cruzadas alrededor
de una mesa especialmente animada, no
perderse en el lejano pasado, en los años en que se pusieron los
cimientos de lo que hemos sido y ahora
somos.
Catorce comensales, hoy muy
alegres y bulliciosos, en la mesa de
siempre, solos en el comedor, durante unas horas con la luz de un otoño soleado
y más tarde en la penumbra del atardecer,
hemos celebrado las bodas de oro de Ramiro con su mujer que, al decir de
Eduardo, en esto es más que sabio, no es que sea igual al resto de las mujeres
de los conmilitones presentes, y de los ausentes, sino que es la misma mujer,
¡que nadie lo dude!, todos nosotros, incluido Ramiro, tenemos y compartimos, la misma
mujer.
Gaspar, ¡menos mal que su
cámara es del todo digital!, ha tirado, ¡qué cientos, miles de fotografías!, en
las que, ¡hay milagros!, es posible que
en no pocas aparezca alguno de
los ausentes: Fernando, que está en
Madrid y no ha venido; Santi que se ha escondido en su rincón; Santiago, que
vaga en las Islas Molucas; Luis Fernando,
en Córdoba la Sultana; Livinio ¡qué tío!, sigue
en Santander; Antonio que anda, por
quién sabe dónde, discutiendo cláusulas del todo extrañas con el notario; Cesar que, como acostumbra, disfruta viajando en
octubre;
Antonio que, desde Burgos, está hoy omnipresente y Javier, que nunca viene de
Zaragoza…
Lorenzo, este mes, ha sido
uno, acaso el primero, de los protagonistas en la comida porque, sin que sirva
de precedente, ha venido entre viaje y viaje. Y añadir además que aún debe
decidir, está en gran duda, si la semana
próxima navegará el Nilo o mecerá en sus brazos, allá en Estados Unidos, a su muy
preciosa nieta un cuarto navaja;
pero, entre tanto hoy ha despertado la admiración que todos los conmilitones sentimos
por este nuestro cirujano que, con uniforme de gala, unos cordones amarillos y
la estrella de alférez, siendo ya muy mayor, fue uno de los únicos seis reservistas que hasta el final de la Guerra del Golfo, llamó
el Mando para, ¡es asombroso!,
representar en América, a España.
Concha, Conchita, aquella más
que amiga, que por dos maridos, ingleses de medio pelo y malas personas, dejó
tranquilos a dos, tres o cuatro de nuestros conmilitones, tuvo un momento de
gloria antes de que Gaspar, bajo la amable sonrisa de Antonio, con dos frases,
borrara el momento de agridulce
nostalgia, diciendo así:
“La semana soñada del estudiante”
Lunes
y martes fiestas en todas partes
miércoles
y jueves los santos reyes
viernes
y sábado San Pedro y San Pablo
y
domingo fiesta
“La semana prevista de algún
trabajador del campo”
Lunes
galvana
martes
mala gana
miércoles
tormenta
jueves
mala cuenta
viernes
a cazar
sábado
a pescar
y
domingo a descansar
Y, sin apagarse los ecos de lo
dicho por Gaspar, José Luis, recuperada del todo la sonrisa después del intento,
bien cortado y del todo reprimido, de alguien, no se sabe quién, ocurrido el
lunes pasado en el WhatsApp, de convocar, sin tener derecho ni poder, a la
comida de hoy, tomó la palabra: - “Ahora, democráticamente, vamos a decidir lo
del viaje a Burgos y, para que lo sepáis, he hablado con Antonio; está previsto que
el viaje a Burgos sea en la cuarta semana de este mes de octubre, más
concretamente, iremos el jueves y volveremos el viernes, el viaje no es
obligatorio, y para que os enteréis bien y
todo quede claro, enviaré un
correo recordando esto que os estoy diciendo y los que quieran ir, repito que
no es obligatorio, me lo decís rápido para que Antonio organice lo que tenga que
organizar…¿ha quedado claro lo del viaje
a Burgos?”
Por supuesto, durante un
tiempito, el necesario para entender lo escuchado, en todo el comedor reinó el
silencio y el Custodio, aunque como todos muy agachado, tampoco dijo ni pío,
pensó: - “en cuanto llegue el correo contestaré inmediatamente que sí, que iré
a Burgos para disfrutar y ser testigo de
un viaje estupendo que ha requerido no menos de treinta meses de intensa
preparación…”; y, por cierto Javier, Antonio es un gran anfitrión y desde Zaragoza a Burgos es un paseo…
Por supuesto y en resumen, ha
sido un muy buen día: a lo largo de la comida y de la sobremesa, todo bien,
tanto que a las seis estábamos como diez de los catorce comensales sentados
alrededor de la mesa tomando café y saboreando el aguardiente de Gaspar y,
entre las siete y las nueve, con ginebra y tónica, Josemari, José Luis, los dos
Pedros y el Custodio, seguíamos disfrutamos de este jueves, que ha sido casi
casi inolvidable.
Como siempre, las fotografías
de este día son de Gaspar.
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