lunes, 28 de octubre de 2019

VIAJE A BURGOS EN OCTUBRE DE 2019 I



En la tarde del miercoles 23 de octubre de 2019 todo bien organizado y bien preparado para funcionar como un reloj: mañana por la mañana, en un coche Antonio y Josemari, en otro los demás, Eduardo, Luis, José Luis y este Custodio; el viaje será tranquilo y, a la una de la tarde, estaremos puntualmente en el hotel, allí nos estará esperando Antonio, nuestro anfitrión en Burgos.

Pero, todos lo sabemos, cuándo está cerca Josemari, puede pasar cualquier cosa…y pasa. De pronto, como a las 5 de la tarde el Mazarrasa, en el WhatsApp escribe: “- Nosotros vamos con mujeres”. Se cortaba el silencio en cinco casas de Madrid y en otra de Burgos; ¿quieres venir a Burgos? dice Eduardo; Burgos está lejos, pero ¿Te apetece ir con nosotros mañana?; murmura Luis Fernando; José Luis se da un tiempo para pensar: “es un liante, y ¿ahora cómo lo arreglo?: el Custodio, sin poderse contener, al principio con envidia y luego casi  muerto de curiosidad se pregunta ¿también saldremos de esta?; y en Burgos, Ana escucha a su marido que, entre maldiciones,  murmura: “he reservado habitaciones individuales” …¿Dónde consigo yo, en Burgos, para mañana, buenas habitaciones para las mujeres de mis compañeros? ¡Josemarí es un…un liante y un …!, pero la culpa de todo la tengo yo, tenía que haber previsto que esto iba a pasar…¡es un liante y un c..!

Y así, menos mal que las nuestras son mujeres buenas y capaces que, cuando quieren, saben, callando, darnos ánimos, porque a las siete de la tarde, dos horas después del WhatsApp anterior, que se ha mantenido dos horas en completo silencio, aparece otro del primo del susodicho que, se le nota que está gritando, responde con un sorprendido “qué dices”. Por supuesto, Antonio, con esas dos palabras, a todos, recupera la  tranquilidad para los conmilitones viajeros y llena de risas para mucho días la casa del Custodio.

El Google Maps es estupendo, pero para llegar desde Majadahonda al Corte Inglés de Sanchinarro recorrimos el mundo y tardamos lo que no está escrito…y, para colmo al llegar  al inmenso centro comercial,  Eduardo y Luis, en lugar de salir a dar la bienvenida, como si fueran josemaris,  estuvieron jugaron al escondite, por calles y más calles, con José Luis,  todo lo que quisieron y un poco más…Pero bueno, con media hora de retraso, como a las diez y media, tranquilos ya,  en el limpio limpísimo Mercedes, estábamos subiendo en el mapa camino de Burgos.

En un día gris, de esos que no se sabe si van a despejar o a traer el diluvio universal, con un razonable tráfico de media semana, Luis Fernando y el Custodio pudieron escuchar unos cuantos, cuando ocurrieron, malos sustos y hoy amables recuerdos que como vivieron Eduardo y José Luis  en sus años de constructores de  carreteras por el ancho  mundo de los camineros…Así kilómetros y kilómetros hasta el 130  en que una sinuosa vía de servicio
nos llevó al Mesón las Campanas del Miliario

  
Es un lugar que fue buena parada en el pasado, antes de que la autopista lo dejase encajonado, lejos de los antiguos clientes. Tomamos  un café cada uno; el ambiente no animaba a consumir mayor almuerzo,  ahora el lugar es algo lúgubre y, para colmo, nos dicen, ya no se puede ver el Miliario del Caudillo, que alguien se llevó de aquí, vimos la marca en el lugar exacto donde estuvo colocado, hace  unos meses.

De nuevo en la carrera el Custodio solo recuerda un sucedido: Luis Fernando, de pronto salió de su silencio y, muy serio, pidió a José Luis máxima prudencia; no fuéramos a tener, si tropezáramos con la gota fría (ahora eso se llama Dana) un accidente,  y, para vergüenza de nuestros hijos, apareciera un titular en los periódicos diciendo “cuatro ancianos de 75 años circulando a gran velocidad, fueron arrastrados por las aguas…” José Luis, que de eso también sabe, disertó durante casi dos minutos sobre  la Dana que, nos dijo,  es una depresión atmosférica aislada en niveles altos que se produce por el choque de  masas de aire frío en altura con el aire caliente de la superficie, además, aunque existen dos tipos de gota fría, el uno por causas dinámicas y el otro por causas termodinámicas, hoy no tenemos que preocuparnos porque hoy, en  la carretera, hasta Burgos no nos vamos a encontrar a ninguna  Dana…

El tiempo pasa volando y se lleva los kilómetros que nos separan de Burgos. Es asombroso, el Google Maps de Eduardo, por muchos, extraños y sinuosos caminos, sin dudar ni un momento, bajo un mar de faroles transparentes, todos uno  con la forma de  anchos y cortos dedos pulgares  o, acaso más precisa, del  gruesos extremos  de lujosos  preservativos fabricados en Holanda, nos lleva derechitos desde la salida de la carretera hasta el hotel Azafra.

Antonio, nuestro anfitrión, con Josemari, nos está esperando en la puerta; en unos minutos hemos dejado los equipajes en las habitaciones estamos a punto de subir en los coches para comenzar la visita a Burgos cuando, ¡menos mal! Nos damos cuenta que el otro Antonio sigue en su habitación mirando en la televisión, mientras recarga por enésima vez en el día de hoy su teléfono móvil,  el traslado del féretro de Francisco Franco, el Jefe del Estado que precedió en el cargo al Rey Juan Carlos  I, desde el Valle de los Caídos al camposanto de Mingorrubio. Josemari, este Custodio no recuerda cómo lo hizo, pero en menos de tres instantes se había hecho con su primo y lo había metido en el coche del anfitrión que, inmediatamente se puso en marcha para, seguido por José Luis, correr a buena velocidad hasta el aparcamiento de la Plaza Mayor.

Salir del aparcamiento y estar en la Plaza es nuestra primera gran sorpresa: Una preciosa plaza, a la sombra de la grandiosa Catedral de Burgos, con tres lados, porticada, con bonitos edificios y reloj en lo alto, suelo de granito recién estrenado y mucha vida, nos impresiona primero y enseguida nos acoge; una ciudad con mil años de historia  grande y viva  es cosa muy grande y, por hermosa, sencilla.  




Paseamos la plaza para salir al Espolón y allí caminamos hasta el Arco de Santa María, la antigua y bien conservada puerta de la Ciudad de Burgos que admiramos largo tiempo hasta que Antonio nos recuerda que tenemos la mesa reservada  en Puerta Real, un restaurante prestigioso que ha sabido conservar la tradición y entrar en la modernidad.

Realmente Antonio, nuestro anfitrión, sabe lo que se hace.

El restaurante tiene dos entradas, una da al Espolón y la otra a la Plaza Mayor, en el centro un precioso comedor en el que enseguida aparece una botella de Lan para abrir boca.





Que si Rioja, que si Ribera, que si también el Somontano y hasta el vino de Toro y el Cariñena son ahora vinos buenos…es que, que buenas son las cosas  de España…
Pues sí, es un restaurante de la Guía Michelin, tradicional y moderno, es un gusto: crema de morcilla con mermelada de pimiento,  pochas con muslo de codorniz, mollejas y  chipirones, merluza,  solomillo y otras carnes, una nueva botella de Lan   y luego otra; postres, café y chupitos con aguardiente bueno…

Y todo regado con una amable conversación: que el jamón ibérico es ibérico y no serrano, de cebo o rumano;  que las fotografías, sin Gaspar, van a ser peores; que qué bien el homenaje a Fernando en Lisboa y qué pena que no haya podido venir; que qué mal el Doctor Sánchez; que qué bien  este viaje a  Burgos; que podemos ir pensando en otro viaje para el próximo año; que en tercero leíamos a César en la guerra de las Galias; que en gimnasia el Capitán, luego Comandante la Llave; que de eso solo se acuerda Gurri; que el Custodio iba al colegio en tren y que, y que …pues eso de lo que hablamos siempre salvo que Josemari, por dar la nota, recordó cuando trabajaba en francés, era el jefe de Revilla y, en un momento cruel, tuvo que resolver una regla de tres…

A las cuatro y mucho, casi las cinco de la tarde, una vez hecha la fotografía que recordará esta comida,  Antonio nos levanta de la mesa: en la puerta del restaurante nos espera el Guía, especialista en  la Catedral, que va a enseñarnos una de las más grandes y hermosas catedrales góticas de Europa.

Para Antonio, desde siempre prócer burgalés, solo cabe lo mejor y el guía, no hay duda, desde el comienzo, muestra que lo es: de un salto estamos frente a la puerta de la Catedral, y el hombre, con cierto misterio, de una carpetilla azul cerrada con gomas, de aquellas que ya había cuando nosotros usábamos plumillas, mochilas y medias de esport, saca una hoja de papel  y nos muestra una la imagen y dice: -La Catedral de Burgos, 1221;  un instante después dobla la hoja por una línea que corta las agujas de la gran fachada con firmeza y mostrando la imagen  nos dice: -Notre Dame de Paris, 1163; ciertamente la de Burgos sin agujas o la de Paris con ellas, ambas catedrales son muy parecidas…más tarde el hombre sacaría muchas veces papeles de la carpeta para, con éxito, epatar al grupo.

Bien es verdad que una vez accedes al interior ya te puedes olvidar de Notre Dame, las robustas columnas  que llenan la francesa aquí no existen, el Coro está en el centro, como siempre en España y, enseguida quedas prendado ante cuanto tiene de hermoso la gran Catedral de Burgos.


El increíble cimborrio, los relieves de la girola, los vitrales, la capilla del Condestable y las mil otras capillas con sus increíbles retablos, los sepulcros, la Escalera Dorada y las múltiples obras de Diego de Siloé…el sepulcro del Cid y de Doña Jimena (aquí, de la carpeta azul sale una sábana de papel tamaño poster lleno de nombres, líneas y, en una esquina, retratos, mediante la que “se demuestra” (¿?) que todo rey, reina o similar que viva o haya vivido en Europa desde el lejano pasado desciende del Campeador.

Recorrimos muchos caminos dentro de la Catedral, es tan grande que no se termina nunca…y menos mal que pudimos descansar unos minutos esperando primero y viendo y escuchando después al Papamoscas dar las campanadas de las seis


Salimos de la Catedral cuando el atardecer  está cayendo sobre la ciudad, la temperatura es deliciosa y las luces del paseo ya iluminan nuestros pasos  por el Espolón.

Josemari insiste y no para hasta que lo consigue: nadie puede hacerlo  por él y quiere, tiene que  entrar en un lugar a cubierto. Y lo consigue: en el Viva la Pepa, una especia de cafetería, bar de copas o un extraño intermedio de cualquier cosa, con sillas pericas, un limpio cuarto de baño y tremendos ruidos infernales, es testigo del descanso de los viajeros que beben unos  Gin-tonic y otros café.
Ya es muy obscuro cuando, luego de renunciar a dar la lata en casa de Antonio, otro breve paseo, la calle está atestada de gente y en los muchos bares de la zona peatonal próxima a la Plaza Mayor no cabe un alfiler; aunque hoy es un día jueves de una semana de lo más normal,  parece que estamos en el día de la fiesta grande de la ciudad de Burgos.

Algunos de los viajeros arrastran los pies, el peso del Custodio está a punto de doblar su bastón y, de común  acuerdo, en cuanto aparece un lugar en el que se puede entrar, sin pensarlo un momento entramos y nos sentamos ocupan do las dos mesas que  hay al fondo, muy fondo del local. El sitio se llama riMboMbinv, así como está escrito; y de peculiar tiene los techo bajos, unos cuadros grandes en los que hay pintadas sandias, una carta reducida, una no tan joven mujer  que aunque parece una bruja es la camarera…asombrosamente la tortilla de patata y las ensaladas se pueden comer, las croquetas y los calamares parece que también, el vino tinto y clarete, dos botellas están bien…

Que cuándo en Alberto Aguilera había tranvía, bulevar y en la esquina de la gasolinera estaba  la heladería genial; que quien iba al colegio andando, que quien jugaba al hockey, tiraba la jabalina o se escapaba de la iglesia por detrás…recuerdos de niños de cosas que entonces eran nada y ahora están  en la base de lo que hemos sido y aún somos.

Al fin, muy cerca o pasadas las once de la noche estamos en el hotel y enseguida, después de las mil pastillas, aunque a alguno le costó, todos  consiguieron cerrar el ojo y dormir.

A las nueve y mucho, desayunamos en el comedor. No, no hay buffet en el desayuno y, aunque lo acepta  con su sempiterna sonrisa, Antonio se lo toma regular, menos mal que el pan es bueno, el aceite también y el tomate se puede tomar…además varias mermeladas mantequilla y el café está caliente cuando lo vas a tomar.

Antonio, justo a las diez, aunque con gran delicadeza, nos levanta de la mesa y antes de darnos cuenta estamos los siete en dos coches: Eduardo y Luis Fernando con José Luis y los otros cuatro dentro del enorme y sofisticado automóvil que conduce nuestro anfitrión.

Hace un día precioso y  no llegamos a emplear  veinte minutos, nos confundimos varias veces,  en recorrer los tres o cuatro kilómetros que separan el hotel de  la Cartuja de Santa María de Miraflores lugar donde se inicia la jornada de placer que  ha sido el segundo día de nuestro viaje a Burgos.


La Cartuja, ¡desde el principio, cuánta belleza!..

Ya la llegada impresiona, aparcamos junto a una tapia alta frente al  bosque, una iglesia gótica de piedra clara, la explanada y al fondo una puerta que da acceso a la Cartuja que fue construida en el siglo XV.




¡Cuánto es y cuan justificado está el  orgullo que podemos sentir y sentimos tantos  los españoles al contemplar tantas y tan hermosas maravillas que construyeron nuestros abuelos!

A la entrada, por un amplio  pasillo que deja a la izquierda, separado por un muro de cristal, un gran patio, nos acercamos a un punto de información, la entrada es gratuita, y venta de pequeños recuerdos construidos por las dos docenas de  monjes cartujos que habitan este lugar y otros que vienen de cartujas tan alejadas de aquí como Granada o Chartreaux. 

Todo está muy  limpio, bien cuidado y respirando elegancia. En unos momentos circunvalamos el pasillo y, después de pasar por un impecable cuarto de baño, atravesando el patio, entramos en la gran iglesia gótica de la Cartuja de Miraflores

La entrada ya impresiona, nos detenemos a leer el cartel de silencio, atravesamos la gran puerta y, enseguida casi tropezamos con el túmulo que en preciosísima filigrana de alabastro es el sepulcro del Rey Juan II de Castilla y su esposa Isabel de Portugal y, al fondo cubriéndolo todo un más que  increíble retablo construido en madera por Gil de Siloe  y policromado y dorado por Diego de la Cruz  con oro traído de las Españas de América.

Durante largo rato contemplamos los sepulcros de los reyes y el del Infante Alfonso, también tallado en alabastro,  que está en la pared en el lado del evangelio, y el retablo que con su belleza ata nuestras miradas y hace difícil dejar la iglesia y pasar al resto de las estancias.

Y toda la Cartuja respira belleza: la sacristía, la Capilla de San Bruno, luego los Altares menores, en Coro de los Hermanos…tantas cosas…y  tantas obras de Gil de Siloé, de Pedro Berruguete y hasta Joaquín Sorolla…a más de otro precioso cuadro con la Virgen de la Leche que tanta devoción tiene, con su pecho al aire, entre los burgaleses de bien

Salimos de la Cartuja y, sin apenas darnos cuenta estamos aparcando en las puertas del Monasterio de las Huelgas Reales y saliendo en fotografías que hacemos en el patio que da acceso a la entrada del Monasterio.

Continúa en VIAJE A BURGOS EN OCTUBRE DE 2019 II












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