En este
segundo jueves de diciembre, un precioso día del otoño que termina, frío, y
luminoso, con algunas nubes negras, 15
conmilitones de Areneros 1961, nos hemos reunido en el Club Mirasierra para celebrar la última comida de este año de
gracia 2024.
Y, porque ha
sido extraño hay que decirlo, a pesar del vino, una botella enorme, cinco
litros, de Drago Reserva 2012 aportada
por Gurri, quizá porque hemos comido muy apretujados alrededor de una mesa cuadrada, escasa para tantos y
en nada cómoda, en el comedor pequeño, atestado y lleno de ruido, por una vez,
la primera en muchos años, solo el propio Gurri, y muy
poco tiempo, ha tenido la fortuna de hablar y ser escuchado, ¡es asombroso!,
por todos, para anunciar que había traído la tradicional lotería.
No, hoy no ha
habido la deliciosamente habitual tertulia de la sobremesa; las conversaciones se han mantenido, entre susurros y gritos, ¡qué ruido!, solo entre vecinos de pupitre. Lo hay que reconocer: ¡ha sido
un desastre!
Sin embargo,
también hay que decirlo, la comida y los temas tratados en ella han sido, más o
menos, los mismos que siempre. Empezando por el principio: el deterioro de la calidad
en los actuales seguros privados de salud y la aparición de nuevas fórmulas, más
caras, para quienes desean mantener un buen servicio; la inteligencia
artificial, el alto coste en energía y agua que requieren los nuevos centros
para el tratamiento de la información y, junto a la desaparición de muchos de los actuales
empleos, la necesidad de personas
formadas y competentes en actividades en
parte aún desconocidas; la indudable importancia de mantener e incrementar en
el futuro los aspectos teóricos, filosóficos también, en la formación académica de las élites del mañana; el artículo de Pérez – Maura, en El Debate, en que se
describen las hazañas, ¡asesinatos!, cometidos por milicianos comunistas y socialistas,
durante la Guerra Civil, en un viejo barco anclado en el puerto de Santander,
de los que Josemari sabe tanto.
Y, más tarde, o quizá al mismo tiempo que los anteriores, este custodio escuchó retazos de otras conversaciones, susurros y gritos, ¡hay tantos sordos!, sobre lo mayores que son nuestros próximos y amigos; las visitas del Alzheimer a tantas casas; los vaivenes de las criptomonedas y el impulso que estas han recibido desde que Trump ganó, hace un mes, las elecciones en Estados Unidos; las características, inesperadas, por buenas, del nuevo Gobierno en Indonesia; el muy diferente comportamiento de los hispanos, que no latinos, y de los anglos, en las Indias, especialmente en Nueva España y las Trece Colonias; de la gota fría y de sus consecuencias se hablo bastante, con dolor y escepticismo, al igual que de la soberbia, ineptitud y maldad de no pocos de los políticos que nos gobiernan.
Ah, el
cronista no lo olvida, para terminar esta crónica, resaltar las ausencias forzadas de Diego, ¡por favor, cuídate mucho!; y de Ramiro, ¡está mejor!; y las presencias de
Fernando, alejado durante meses; de Antonio, venido de Burgos; y de Livinio, ¡qué hombre!, cuyas sentidas
palabras, al despedirse, emocionaron a todos.
Y, porque ya
está escrito cuanto se puede contar de
la comida, ¡ha sido, además de única, un inigualable placer para todos!, del segundo jueves del mes de diciembre, la última de 2024, este
custodio se despide de sus compañeros de Areneros 61 deseándoles, junto a sus familias,
una
FELIZ NAVIDAD
Y UN AÑO 2025 LLENO DE PAZ
Nota: las fotografías, tanto de la comida como de las reuniones en la sala virtual de Fernando son, salvo alguna de Pedro el Joven, de Gaspar.
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