sábado, 11 de enero de 2025

DE LA COMIDA DEL JUEVES 9 DE ENERO DE 2025


En el segundo jueves de enero, un día frío y desapacible, en el comedor pequeño del Club Mirasierra, alrededor de una mesa redonda, 12 conmilitones de Areneros 61nos hemos reunido para celebrar la primera comida del año 2025.

Y, es una tranquilidad, todo, todo ha vuelto a la normalidad: tres conmilitones, Diego, Fernando y Eduardo, han estado ausentes recuperándose de  males que  todos, más o menos, conocemos; César, Javier y Santiago  se han quedado en el camino, sin venir; ha sido  una alegría el regreso de Ramiro, con una muleta, pero bien; de salud se ha hablado lo imprescindible y de los nietos ni una palabra; Gaspar, que ha llegado el primero, ha hecho mil fotografías; y durante la sobremesa la conversación ha sido común en toda la mesa.

Se ha hablado de la gota fría, de su insuficiente gestión; del deterioro progresivo de la calidad de los políticos desde la Transición; de los túneles ocultos bajo el suelo de Madrid, ¡Antonio los conoce bien!; de monedas romanas, ¡toda la culpa es de Pedro!;  de golf, ¡cómo no!; de las ventajas de Gemini sobre el ChatGPT interesantes ahora que varios usamos inteligencia artificial; y muchísimo del lejano pasado, de cuando éramos niños.

La cosa fue, según le pareció a este custodio, más o menos como se explica a continuación.

José Luis, el de las Altas Esferas, sin duda cansado de la despreocupada indolencia, ¡dos o tres años sin hacer caso!,  de los conmilitones, los presentes y los ausentes, para colaborar en la preparación del segundo Libro del Colegio, mediada la sobremesa, muy serio, como es él cuando manda, puesto en pie, ceño fruncido, sonrisa torcida  y voz suave, dijo algo así como: ¡basta ya! ¡ya está bien!, ¡es obligatorio!, ¡todos tenéis que recordar una anécdota, un sucedido, o lo que sea, del colegio; y una vez  lo hayáis recordado, sigue siendo obligatorio, ponerlo por escrito y enviarlo al Gaspy o al custodio. Una vez terminó de hablar, el de las Altas Esferas, miró a los ojos, uno por uno al resto de los conmilitones y, muy despacio, ahora sonriendo de verdad, se sentó en su sitio.

Gaspar, apenado ante el pánico que se reflejaba en el rostro de casi todos, tomó la palabra para elevar los ánimos y abrir una puerta a la esperanza: no hace falta que escribáis la anécdota, con que se la contéis al custodio o a mí es suficiente, nosotros la escribiremos, dijo.

La intervención de Gaspar fue mano de santo: todos, todos queríamos contar, no uno, varios sucedidos: Pedro, el tesorero olvidando las monedas, casi recita entero, el Dulcísimo recuerdo de mi vida como lo hizo, sustituyendo a Melis, con 11 o 12 años, en la despedida, un 31 de mayo, de “los mayores”. A continuación, alguien recordó al autor del poema, el padre Julio Alarcón y Meléndez, sj, y al padre Coloma; y se habló de Pequeñeces y, con emoción, de la importancia de la verdad, el deber, el honor y la fe. José Luis SFV, compartió la amenaza de su compañero  Carlos FP. M – N, en su primer día de colegio, de clavarle la punta del compás si entraba en su parte del pupitre. Y Ramiro, entonces chiquito y bastante matón, como, también en su primer día, antes de nada, “por si acaso”, atizó un puñetazo al alto y fuerte Guzmán. Y José Luis GC recitó, todavía se los sabe, de 2º y 3º, listas de cabos, golfos, comarcas y ríos de España, ciudades de Alemania y mares de Asia. Y Josemari cantó las escapadas al bar Verde y las andanzas de Jorge, el jesuita, subiendo a la Torre, estaba muy prohibido, y haciendo tocar al reloj una campanada  indebida. Y el custodio la bofetada que recibió de Ramón GB. Y Gaspar el cómo le partió alguien, más tarde amigo, las gafas de un buen puñetazo. Y, no digo quién, lo mal que nos portábamos muchos, maltratando de mala manera a los “feos y blanditos” que se pasaban el recreo hablando, ¡nenazas!, sin jugar al futbol, corriendo o saltando.

Y, para terminar esta crónica de la primera, ¡estupenda!, comida del año 2025, decir que hubo, además del chocolate de Gurri y otras anécdotas, muchas cosas más, todas interesantes, pero  que este custodio, para no cansar, ¡es pura pereza!, prefiere callar.

 

Nota: las fotografías que de la comida y de las reuniones virtuales en las salas de Fernando y Ramiro son, salvo algunas de Pedro el Joven, de Gaspar.






























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