En el segundo jueves de
enero, un día frío y desapacible, en el comedor pequeño del Club
Mirasierra, alrededor de una mesa redonda, 12 conmilitones de Areneros 61nos
hemos reunido para celebrar la primera comida del año 2025.
Y, es una tranquilidad,
todo, todo ha vuelto a la normalidad: tres conmilitones, Diego, Fernando y
Eduardo, han estado ausentes recuperándose de males que todos, más o menos, conocemos; César, Javier y
Santiago se han quedado en el camino,
sin venir; ha sido una alegría el
regreso de Ramiro, con una muleta, pero bien; de salud se ha hablado lo
imprescindible y de los nietos ni una palabra; Gaspar, que ha llegado el
primero, ha hecho mil fotografías; y durante la sobremesa la conversación ha
sido común en toda la mesa.
Se ha hablado de la gota
fría, de su insuficiente gestión; del deterioro progresivo de la calidad de los
políticos desde la Transición; de los túneles ocultos bajo el suelo de Madrid, ¡Antonio
los conoce bien!; de monedas romanas, ¡toda la culpa es de Pedro!; de golf, ¡cómo no!; de las ventajas de Gemini
sobre el ChatGPT interesantes ahora que varios usamos inteligencia artificial;
y muchísimo del lejano pasado, de cuando éramos niños.
La cosa fue, según le
pareció a este custodio, más o menos como se explica a continuación.
José Luis, el de las Altas
Esferas, sin duda cansado de la despreocupada indolencia, ¡dos o tres años sin
hacer caso!, de los conmilitones, los
presentes y los ausentes, para colaborar en la preparación del segundo Libro
del Colegio, mediada la sobremesa, muy serio, como es él cuando manda, puesto
en pie, ceño fruncido, sonrisa torcida y
voz suave, dijo algo así como: ¡basta ya! ¡ya está bien!, ¡es obligatorio!, ¡todos
tenéis que recordar una anécdota, un sucedido, o lo que sea, del colegio; y una
vez lo hayáis recordado, sigue siendo obligatorio,
ponerlo por escrito y enviarlo al Gaspy o al custodio. Una vez terminó de
hablar, el de las Altas Esferas, miró a los ojos, uno por uno al resto de los
conmilitones y, muy despacio, ahora sonriendo de verdad, se sentó en su sitio.
Gaspar, apenado ante el
pánico que se reflejaba en el rostro de casi todos, tomó la palabra para elevar
los ánimos y abrir una puerta a la esperanza: no hace falta que escribáis la
anécdota, con que se la contéis al custodio o a mí es suficiente, nosotros la
escribiremos, dijo.
La intervención de Gaspar fue
mano de santo: todos, todos queríamos contar, no uno, varios sucedidos: Pedro,
el tesorero olvidando las monedas, casi recita entero, el Dulcísimo recuerdo
de mi vida como lo hizo, sustituyendo a Melis, con 11 o 12 años, en la
despedida, un 31 de mayo, de “los mayores”. A continuación, alguien recordó al
autor del poema, el padre Julio
Alarcón y Meléndez, sj, y al padre Coloma; y se habló de Pequeñeces y,
con emoción, de la importancia de la verdad, el deber, el honor y la fe. José
Luis SFV, compartió la amenaza de su compañero
Carlos FP. M – N, en su primer día de colegio, de clavarle la punta del
compás si entraba en su parte del pupitre. Y Ramiro, entonces chiquito y
bastante matón, como, también en su primer día, antes de nada, “por si acaso”,
atizó un puñetazo al alto y fuerte Guzmán. Y José Luis GC recitó, todavía se
los sabe, de 2º y 3º, listas de cabos, golfos, comarcas y ríos de España,
ciudades de Alemania y mares de Asia. Y Josemari cantó las escapadas al bar
Verde y las andanzas de Jorge, el jesuita, subiendo a la Torre, estaba muy
prohibido, y haciendo tocar al reloj una campanada indebida. Y el custodio la bofetada que
recibió de Ramón GB. Y Gaspar el cómo le partió alguien, más tarde amigo, las
gafas de un buen puñetazo. Y, no digo quién, lo mal que nos portábamos muchos,
maltratando de mala manera a los “feos y blanditos” que se pasaban el recreo
hablando, ¡nenazas!, sin jugar al futbol, corriendo o saltando.
Y, para terminar esta crónica de la primera, ¡estupenda!, comida del año
2025, decir que hubo, además del chocolate de Gurri y otras anécdotas, muchas
cosas más, todas interesantes, pero que
este custodio, para no cansar, ¡es pura pereza!, prefiere callar.
Nota: las fotografías que
de la comida y de las reuniones virtuales en las salas de Fernando y Ramiro
son, salvo algunas de Pedro el Joven, de Gaspar.
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