domingo, 12 de noviembre de 2023

DE LA COMIDA DEL JUEVES 9 DE NOVIEMBRE DE 2023


En un luminoso día del otoño de Madrid, en el Club Mirasierra hoy más concurrido que nunca, a pesar de ser festivo nos hemos reunido 11 conmilitones en la comida del segundo jueves de noviembre.

Y, podríamos decir que, como siempre, alrededor de la mesa redonda del comedor pequeño, las plácidas y ordenadas conversaciones de los cultos, prudentes, ecuánimes y muy bien educados señores, casi octogenarios, de Areneros 61, han dado color, tranquilidad y prestancia al cálido ambiente del Club.

Y  añadir también que hoy se han recordado anécdotas del colegio;  se ha hablado de los emperadores romanos Nerón, Galba, Otón, Vitelio y Vespasiano; disertado sobre  las legiones II Augusta,  IV Macedonica, V Alauda,  VI Victrix, IX Hispana, VII y  X Geminas; analizado la economía mundial y la  específica de Nigeria, Indonesia y Portugal; loado los nombramientos de Su Santidad; profundizado en el libro, de Oliver Bonnassies y Michel Yves Bollore, DIOS - LA CIENCIA - LAS PRUEBAS; sonreído con las peculiaridades del carácter castellano en Valladolid y Santander; alabado las grandes cualidades de los nietos de los demás;  y  hecho algunas, breves, alusiones a las disidencias callejeras y a la inquietante política nacional.

Y, acaso, a lo anterior podríamos sumar algo en relación con el último viaje de César a Sicilia, la reaparición del embutido leonés o lo bien que ha recitado Josemari, entero y sin dudar, El Conde Sisebuto de Joaquín Abati y Díaz;

 

A veinte leguas de Pinto
y treinta de Marmolejo,
existió un castillo viejo,
que edificó Chindasvinto.
Lo habitaba un gran señor,
algo feudal, y algo bruto,
se llamaba Sisebuto,
y su esposa Leonor.
Y su hermana Berenguela,
y su tía, Rosalía,
y una tía de su abuela,
que atendía por Mariana.
Y su cuñado Vitelio,
y su hijo mayor, Rogelio.

Era una noche de invierno,
noche fría, noche oscura,
noche llena de amargura,
noche atroz, noche de infierno.
En un gótico salón
dormitaba Sisebuto
y un lebrel seco y enjuto
roncaba en el portalón.

Con gemido lastimero,
el viento afuera silbaba
e imponente se escuchaba
el sonido del aguacero.

Cabalgando en un corcel
de color verde botella,
raudo como una centella,
llega al castillo un doncel.
Empapadas trae las ropas,
por efecto de las aguas,
y como no trae paraguas,
viene el pobre hecho una sopa.

Salta el foso, llega al muro:
la poterna está cerrada
– ¡Me ha dado mico mi amada! -exclama-
-¡Vaya un apuro!
De pronto, algo que resbala
siente sobre su cabeza,
alza la mano y tropieza
con la cuerda de una escala.
– ¡Ah! – dice con fiero acento
– ¡Ah! – repite victorioso
– ¡Ah! – vuelve a decir gozoso
– ¡Ah! – y así hasta ciento.

Sube, que sube, que sube
Trepa, que trepa, que trepa
En brazos cae de un querube,
la hija del Conde, ¡la Pepa!
En lujoso camarín,
introdujo a su adorado,
y al notar que está mojado,
le secó bien con serrín.

– Lisardo, mi bien, mi anhelo,
único ser que yo adoro,
el de la nariz de cielo
el de los pelitos de oro,
¿Qué sientes, dí, dueño mío?,
¿No sientes nada a mi lado?
¿qué sientes, Lisardo amado?
– Siento frío
– ¿Frío has dicho? eso me inquieta
¿Frío has dicho? eso me espanta
No llevarás camiseta, ¿verdad?
¡Pues toma esta manta!

Y ahora hablemos del cariño
que nuestras almas disloca.
Yo te amo como una loca
– Yo te adoro como un niño
– Mi pasión raya en locura
– La mía es un arrebato
– Si no me quieres, me mato
– Si me olvidas, me hago cura.
– ¿Cura tú??!?!?!?!?! ¡¡Por Dios Bendito!!
No repitas esa frase en jamás de los jamases
¡Pues estaría bonito!

Hija soy de Sisebuto,
desde mi más tierna infancia
y aunque es un padre muy bruto
y aunque temo sus furores,
y aunque sé a lo que me expongo…
¡¡huyamos!! Vamos al Congo
a ocultar nuestros amores
– Bien has dicho, bien has hablado,
huyamos, aunque se enojen,
y si algún día nos cogen,
que nos quiten lo bailado.

En esto, un ladrido retumba potente y fiero
– ¿Oyes? -dice el caballero-
es el perro, que me ha olido.
Se abre una puerta excusada,
y, cual horrible huracán,
entra un hombre,
luego un can.
Luego nadie.
Luego nadie.

Luego nadie…

– ¡HIJA INFAME! -ruge el Conde-
¿Qué haces con este señor?
¿Dónde has dejado mi honor?
¿Donde? ¿Donde? ¿Donde?
Y tú, cobarde, villano,
¡antipático! repara
como señalo tu cara
con los dedos de mi mano.
Y sacando un puñal
introdujo el cortante acero
junto a la espina dorsal.

El joven, naturalmente,
la guiñó como un conejo,
ella frunció el entrecejo
y enloqueció de repente.
También quedó el conde loco,
de resultas del espanto,
y el can no llegó a tanto,
pero le faltó bien poco.

Y aquí acaba la historia
verídica, interesante,
romántica y apasionante,
estremecedora y horrenda,
que de aquel Castillo viejo
que edificó Chindasvinto,
a veinte leguas de Pinto
y treinta de Marmolejo

 

Pero, por una vez hay que decirlo, si bien todo lo anterior es verdad, no es toda la verdad; realmente es la suma de unas cuantas medias verdades; y, por consiguiente, bien empaquetada, una gran mentira: los  conmilitones, la mayoría ingenieros y arquitectos, no son cultos,  mensurados y educados, entre ellos hay de todo, soberbios, avariciosos, lujuriosos, iracundos, llenos de gula,  rezumando envidia y perezosos, hasta, para colmo, hay un cochino que hace décadas no se lava;  y, sus conversaciones  más parecen el ininteligible guirigay de unos viejos picajosos, lo que son, que algo plácido, sensato y bien ordenado; de los emperadores romanos solo dos saben el nombre y de las legiones ni eso; de libros ¡para qué hablar!, el que más, hace mil años, leyó  El Coyote; y del papa Francisco, lo mejor que se dice es que ¡es argentino!; y en cuanto al resto lo mejor en no profundizar, con alguna excepción, ¡no las hay!, todo está edulcorado y del todo almibarado por este custodio que sabe lo que no debe escribir y por Gaspar que tiene muy claro lo que no debe fotografiar sobre las comidas de estos viejos olvidadizos, chinchones y regañones que son, también los que no han venido hoy, los conmilitones de Areneros 61.

Y, porque si sigo diría cosas peores y estoy cansado de escribir, termino la crónica de la comida de este segundo jueves de noviembre, día de la Virgen de la Almudena, con una última consideración: a pesar de todo, y esto es toda la verdad, la comida de los conmilitones hoy, como siempre, ha sido el mejor motivo de alegría e inmenso placer para todos.

Nota: las fotografías de la comida son de Gaspar y también lo son las de las reuniones, siempre interesantes, de los jueves en la sala virtual de Fernando.

























No hay comentarios:

Publicar un comentario