"Rabia rabiña que tengo una piña que tiene
piñones y tú no los comes", es la frase, pronunciada por José Luis en la
partida de mús que tuvo lugar después de la comida de enero y que este Custodio
no pudo incorporar a la crónica de lo ocurrido ese día porque, muy a su pesar, no
consiguió encontrarla en su memoria, llena de muchos olvidos.
Bien es verdad que en este frío y luminoso día de febrero,
los trece asistentes han tenido unas cuantas ocasiones para lanzarse unos a
otros la expresiva, femenina y, sin duda, utilísima frase para chinchar al prójimo.
Porque de chinchar,
descartado por absurdo que fuera porque hoy es
día trece de febrero y hemos sido trece los conmilitones sentados alrededor
de la mesa, en la comida de hoy, ¿quién sabe por qué?, ha habido mucho: a Antonio porque aún no ha
cerrado una fecha con Mariano para el viaje a Salamanca; a Santi porque sus
correos, a base limpieza, han
degenerado; a Luis Fernando porque ya no manda nada, ni sucio ni
limpio; a Fernando y a Diego porque,
goterosos, no han venido; al otro Antonio, al de Burgos, porque, ¡qué tío!, pretende montar, para ya, otra visita a Burgos; al Josemari, ¡qué decir
del Josemari! porque, sin parar un
instante se ha pasado el primer plato mascullando versos al oído de Eduardo y el
segundo plato en el de ese que tiene por
amigo o enemigo, no se sabe, a un notario.
Y aquí dejamos por unas
líneas a los chinchados y pasamos a recordar, por una vez con bastante respeto, cómo
durante largos minutos, ante el absoluto
y embobado silencio de los
conmilitones, los casi no escuchados
versos de Josemari consiguieron levantar
el silencio prudente y riguroso que mantiene
Antonio sobre su participación, tan activa, en el esfuerzo que hace cada día la Orden de Malta para cubrir, con sus dos comedores, las necesidades
angustiosas de las personas, más de setecientas, a las que cada día se da de
comer. Y, en estas, Josemari, en un
descuido, a su pesar, confesó que sigue, de la mano de Javier, el hoy ausente y en nada criticado gran abuelo,
que es jefe de su ONG, haciendo compañía y paseando viejos.
Pero, volviendo al
chincha rabiña, digamos que Gaspar
también tuvo lo suyo. Y eso que ¡otra vez nos ha sorprendido!: además del
aguardiente, ha traído el borrador de un voluminoso y preciosísimo libro, Unas cuantas
comidas y tres viajes.
A Pedro, el tesorero, que por presumir no para,
porque es imprudente, desobedece y ahora viaja en silla de ruedas con una
pierna escayolada; a Javier, porque
desde que habla urdú y chapucea
canarés dice unas cosas…Y más todavía, a Lorenzo porque después de anunciar que
venía, también con goteras, hoy se oculta
bajo las sábanas. A Pedro el joven por eso, porque es joven. Y porque no quedase nadie sin chinchar, en la
distancia se ha chinchado también al Santiago aunque esté lejos; al Asís, que está, dicen, entre Francia
y Valladolid; al Javier, que prefiere sufrir el cierzo a venir y a otros ausentes, ¡Ramiro!, ¡Gurri!, también por no venir. Y lo de José Luis, ¡hoy ha estado sembrado!, la verdad
es que este Custodio, porque es prudente, no lo puede decir.
Sí, y lo
asombroso es que a pesar de tanto chinchar, a pesar de tanto rabia rabiña, la comida de los trece
conmilitones, en este día trece, segundo jueves de febrero, ha sido agradable y muy tranquila; la realidad
es que, como siempre, ha sido una gran alegría compartir mesa con nuestros más
que estupendos compañeros de colegio y, para el Custodio muy, muy especial:
hoy, día trece de febrero, su padre
hubiera cumplido 113 años.
Y, para terminar, solo añadir que las fotografías, como siempre, son de Gaspar.
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