Livinio nada
más comenzar el mes había anunciado su presencia en la comida de
diciembre y desde el lunes, un día antes de que José Luis convocase a los
conmilitones y a tres días completos de
la celebración de la comida del 12 de diciembre, segundo jueves del último mes
de 2019, el WhatsApp era todo bullicio: Gurri que ha estado en Suiza a la busca
de chocolate para el postre; Josemari,
quejumbroso, que dice que para el jueves tiene previstos otros
quehaceres; Fernando que sigue sin salir de casa recuperándose; Lorenzo anuncia
que este diciembre, como en noviembre, en octubre y desde antes de septiembre,
estará de viaje, visitando el mundo; Javier Gros que piensa estar bien en un rato no muy largo; Santiago
que vuelve de Indonesia para estar en la comida; Luis Fernando que también
viene; Eduardo Gimeno que él no se
pierde el evento; y así, como bien decía Don Mendo, hasta ciento…
Sorprendido
por tanta agitación en el WhatsApp, el
Custodio ha dedicado largas horas a reflexionar sobre sus causas y posibles consecuencias para el futuro de la conmilitancia pero, por
fortuna, aunque con esfuerzo, ha llegado
a la conclusión de que en realidad no ha pasado nada, que todo ha sido una
tormenta en un vaso de agua, que hacia el futuro carece de relevancia y que, en
realidad, solo ha sido una emotiva expresión
de la alegría que produce en los conmilitones poder vivir el momento de
excepcional libertad que es la comida del segundo jueves de cada mes dentro de la ordenada y muy disciplinada vida de obediencia a mujeres,
hijas, nueras y nietas que sufrimos y gozamos, las dos cosas, los conmilitones.
De la comida
en sí, como siempre hay, según se mire, poco o mucho que decir, pero, para
empezar y recordarlo, señalar que, por
alguna razón extraña y sin duda también
discriminación, siete conmilitones, algunos de gran estatura, inteligentes,
casi jóvenes y muy guapos nos hemos sentado, ¡qué cosas!, en una mesa redonda, en la mesucha escondida en la esquina más oscura del
comedor, en esa que está casi entera dentro
de la cocina; bien es verdad que también está muy cerquita de la mesa
grande, esa que, por cierto, también se
encuentra del todo alejada del ventanal
y donde los otros doce conmilitones, varios también bastante guapos, muy
apretaditos, han llorado la existencia de, por segundo mes consecutivo, las
detestadas dos mesas.
Y no hablaremos
aquí, porque es mejor no comentarlo, de la presencia en el comedor de una
veintena de señores muy mayores que han resultado ser compañeros del colegio,
pero un poco más jóvenes, cuatro o cinco años, que nosotros, a los que ya
conocemos y con los que compartimos mantel una vez el año pasado. Aunque
nuestra relación con ellos sea educada y amable, es mejor olvidar que los hemos visto, porque ellos son quienes, sin ninguna vergüenza,
han ocupado nuestra añorada mesa.
En todo
caso, de lo acontecido en la comida de hoy, sin romper secretos, diremos algo: Livinio
ha hecho a todos, con su ánimo y su presencia en la comida, un magnífico
regalo que hemos de agradecer y esperar que se repita muchas veces el próximo
año,
Pedro, nuestro el tesorero sabio,
diserto, más en privado para unos pocos que en público para todos, ¡por aquello de las dos mesas, ya se sabe!
sobre monedas antiguas y matronas
romanas; Santiago, ¡que elixir casi celeste es el aguardiente con que,
junto otros bienes nos ha regalado!, elevó los conocimientos de algunos de nosotros
sobre el buen carácter de los indonesios, su devoción por el varano, lo difícil
que es hacer realidad cualquier proyecto
y cómo, en las paradisíacas Islas
Molucas, es muy peligroso ser comunista;
Ramiro y Gaspar no dejaron de maldecir, enrabietados, el ignorante e
interesado fanatismo de los augures del “Cambio
Climático”; alguien habló, aunque solo se atrevió un poco, del saber que por ciencia infusa tiene el más pequeño, tres años, de sus nietos.
Y, hay que
decirlo, en la comida de hoy, aunque no ha habido tertulia común de todos
juntos en una sola mesa, los conmilitones han estado más tiempo en corrillos de pie o viajando entre las
mesas conversando unos con otros para no perderse nada de cuanto se dijera en
esta última comida del año 2019. Acaso
por eso en esta comida se ha dicho mucho
y se ha hecho muy complejo, para el
Custodio, escribir esta larga crónica.
Así, hemos
sabido de los últimos y estupendos
viajes de César, que al fin ha vuelto, por el
norte de España, Noruega y el sur de Italia; del interés, la ilusión y también de los temores de Antonio, que hubo de salir
temprano para salvar la nevada en Somosierra en su camino de retorno a Burgos, ante el
viaje a la matanza que en el
campo de Salamanca está preparando Mariano; en
José Luis, aunque solo durante dieciséis segundos, renació el antiguo profesor y a tres
o cuatro conmilitones, de pie, en un corrillo,
cual si fueran alumnos preguntó: ¿cuáles son los símbolos del watio, el
kilogramo y la candela?, menos mal que no esperaba respuesta y formulada la pregunta inmediatamente cambió
de tema, porque de los presentes, al menos el Custodio, por no saber, ignoraba que
la intensidad luminosa se midiese y ¡en
candelas!
En otro
aparte, ¡que cosas pasan!, ¡el Custodio no sale de su asombro!, hasta cerca de
nosotros, a nuestro lado, ocurren cosas que antes solo sucedían en el
extranjero más lejano: parece que se ha puesto de moda entre nuestras muy listas, previsoras y cuarentonas hijas, tener guardados sus óvulos para que en el futuro,
cuando tengan tiempo, aun siendo del todo añosas, tener hijos o, dicho de otro modo, ser
al mismo tiempo “admiradas lideresas” y dulcísimas madres.
Mención especial
merece un librito, muy bien conservado,
Efemérides del curso 1956-1957, que circuló de mano en mano y sirvió
para despertar el recuerdo de un incidente, muy desagradable con un profesor,
su pluma y su prepotente tontería, ocurrido cuando éramos niños y desde entonces hasta hoy guardado en el olvido. Y, ¡qué curioso!,
ninguno de los presentes recuerda que
jamás en el colegio hubo un caso ni de
hurto ni de robo…es asombroso.
Para
terminar, sirvan estas palabras como homenaje a Gurri que, Luis Fernando, Santi
y Antonio, notarialmente lo han pedido,
por la calidad y cantidad excepcionales del chocolate que ha traído de Ginebra,
para celebrar el final del año 2019.
FELIZ NAVIDAD 2019
QUE EL NIÑO JESÚS NOS DE LO QUE PARA CADA UNO SEA MEJOR
Y LOS REYES MAGOS, A TODOS, NOS
TRAÍGAN AMOR Y `PAZ
Como
siempre, las fotografías de la comida del día 12 de diciembre de 2019, son de
Gaspar.


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