En esta
ocasión fuimos 14 antiguos alumnos de Areneros, que habiendo terminado nuestro
paso por el colegio en el año 1961, los que cumplimos con la muy agradable tradición,
de reunirnos a comer los segundos jueves de mes en el distinguido Club
Mirasierra de Madrid.
Se
reincorporaron Lorenzo, Josemari -dos habituales- y José Luís, el custodio del
blog, quien después de una temporada complicada, los últimos meses especialmente
duros, fue recibido con un cariñoso y emotivo abrazo.
Como el
verano estaba empeñado en hacer notar su presencia, nos obsequió con un día tan
asfixiante que la pérgola con sus toldos, ventiladores de grandes aspas y rociadores
apenas podía paliar. En cualquier caso para achicar Conmilitones “hacen falta más
quiñones”.
Como el
astro rey, colándose por un inoportuno hueco entre los toldos, seguía empeñado
en fastidiar la velada, Gurri y un par de voluntarios más se decidieron a desplazar
el conjunto de las mesas. El tibio aviso fue insuficiente para los despistados,
que al otro extremo, estaban en amigable conversación. Poco más y se hubieran
hecho realidad aquellos famosos versos que recitaba D. Mendo: “…y de tal guisa atinaron que por el suelo
rodaron corceles y caballeros…”
Faltó un
ápice para que el atropello acabara en la “casa de socorro”. Lo que si provocó fue
la reacción, entre sorprendida y airosa, de alguna presunta víctima (puede que
lo políticamente correcto sea decir “algún presunto victimo”, pero me niego a
ello) ante lo que casi se le vino encima. La rápida intervención de los
adyacentes hizo que las aguas volvieran a su cauce sin que apenas trascendiera
el incidente. El caso es que el desplazamiento de mesas no solucionaba el
problema, que tercamente tardaba en reaparecer lo que tardaban los rayos
solares en desplazarse: escasos minutos. Finalmente Javier H. Con su lógica
aplastante se impuso dando aviso al técnico de mantenimiento, quien rápidamente
desatascó la cuerda que permite mover los toldos. Problema resuelto.
En un
determinado momento, Entre plato y plato, mientras Luis Ester nos comunicaba su
próximo paso por talleres para una revisión y en su caso reparación del chasis,
recibimos la visita de José Enrique G-D. Que, pasando casualmente por allí, se
decidió a saludar a los compis. Se le agradeció muy sinceramente el detalle.
Y
hablando del condumio, es de ley referir que, como siempre, todo resultó bien.
La ensalada solicitada por todos, menos uno, de los presentes, muy agradable. Los
segundos platos al punto.
Nada
que reprochar a los postres, que como su propio nombre indica llegaron al
final.
A la
hora de los “cafeses” se volvió a rendir tributo a dos aguardientes, blanco uno
y de hojas de limón el otro, proporcionados
con cariño por El Gaspi, a los que ya se les hicieron los honores al inicio de
la comida, toda vez que esta se retrasaba un pelín. Gustaron al respetable y
Gaspar se comprometió a repetir (D.m.) en los próximos segundos jueves
Conmilitones.
Y así
con buena parte de la calurosa tarde aun por delante, que se resistía a claudicar,
unos y otros se fueron despidiendo, alguno hasta agosto, otros, los más, hasta
septiembre e incluso hubo quien lo hizo sin fecha fija.
No obstante
en habiendo voluntarios, que los hubo, no podía faltar la partida de mus.
P.A.
El Imaginaria habitual
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