lunes, 5 de septiembre de 2016

…Y EL CANCER ME VISITÓ





Escribe José Enrique Gil-Delgado  Crespo

DONDE SE CUENTA LA INESPERADA VISITA QUE EL ESCRITOR DE ESTA HISTORIA RECIBIO EN  UN DIA DEL AÑO 2016

Aquella noche el escritor, la había  pasado en un permanente duermevela lleno de desasosiegos y de pesadillas. La cama le había retenido lo justo para poder descabezar unos ligeros sueños de los que se despertó cada vez con una mayor desazón, en lugar de haber logrado el reposo que tanto necesitaba. 

Eran las tres de la madrugada y sentado al borde de su lecho, sintió un sudor frío y una especie de sensación vertiginosa, en la que todo cuanto había a su alrededor le daba vueltas…Tenía además un agudo dolor de vientre y una sensación especial que le impulsó a levantarse y a acudir al cuarto de aseo.

El dolor en el vientre era continuo y al regresar a su dormitorio se tendió bocarriba en el lecho y comenzó a pensar que aquel dolor punzante sería, como le había ocurrido en otras ocasiones, causado por un cólico nefrítico. Se tomó unos remedios de los recomendados para estos casos y al final cayó rendido por el cansancio.

Al cabo de un rato se despertó y por un momento, se acordó de la fecha: era el 23 de Abril del 2016 y en ese instante en su habitación resonaron unas palabras:

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor…

Quiso levantarse y comprobar si aquello que estaba escuchando procedía de su mente o eran voces que venían del  exterior. No pudo incorporarse y en su lugar sintió como un fuerte tirón que le arrastraba a tumbarse sobre las sábanas empapadas en su propio sudor. Todo le daba vueltas y en un esfuerzo mental casi sobrehumano consiguió agarrarse a la almohada que finalmente le sirvió para detener violentamente aquel torbellino en que su cuerpo se había sumergido.

No sabía si había transcurrido mucho tiempo o poco pero, de nuevo volvió a escuchar, ahora con mayor nitidez y claridad aquellas frases:

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor…

Sintió entonces una presencia a su lado que no pudo, en un principio, saber de qué o de quien se trataba, aunque poco a poco ante sus ojos se fue dibujando, cada vez,  más nítidamente, la imagen de un hombre a quien pudo reconocer nada más verlo: Era la silueta de Cervantes. A su lado y superponiéndose a aquella visión apareció después otra imagen que se fundía con la de don Miguel: Era don Quijote. Ambos personajes unidos en una sola persona, sin que nuestro escritor pudiera ahora discernir quien era el Caballero de la Triste Figura y quien el creador de su ficción: ¡Los dos eran el mismo!

Pudo entonces, Enriquez Delgado, pues así se llamaba el narrador de esta historia, incorporarse en la cama y sintió cómo aquella doble presencia que se dirigía a él, le ayudó a levantarse y agarrándole suavemente por el brazo le pidió que le siguiera. Estaba nuestro hombre completamente aturdido ante cuanto le rondaba por la cabeza y por el agudo dolor que sentía en su vientre, de tal manera que no acertaba a saber si todo aquello era cierto o si por el contrario era el fruto de las noches y noches en las que hasta altas horas de la madrugada se había pasado el tiempo leyendo y releyendo la Historia del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. Lo cierto y verdad es que ante la doble aparición se dejó llevar hacia un mundo en que todo le parecía una ficción incorporada a una absoluta realidad: ¡Don Miguel de Cervantes Saavedra y su Ingenioso Hidalgo de La Mancha estaban a su lado!

Tanta certeza cobraron las imágenes y las palabras que resonaban en la mente de don Enriquez, que llegado un momento no pudo por menos que exclamar:

—¿Qué es lo que me está ocurriendo? ¿Dónde me encuentro?

—Sosegaos don Enriquez— oyó que le decía don Miguel de Cervantes—No tengáis miedo estáis entre amigos, don Quijote y yo mismo, hemos venido en esta fecha de hoy a haceros un encargo…

—Decidme cual es vuestro deseo y si en mi mano estuviere, podéis contar con que cumpliré con lo que me pidáis…Aunque quizá deba formularos antes alguna pregunta que me aclare la situación en la que ahora me encuentro.

—Hablad y no dudéis de que os daremos puntual cuenta de todo cuánto deseéis interpelarnos.

Se tranquilizó el autor al ver que la sensación de vértigo y el sudor le habían desaparecido por completo y que incluso aquel dolor punzante le empezaba a remitir. Una vez recompuesto de aquellas impresiones indicó a sus inesperados visitantes que le siguieran. Pensó nuestro hombre que si todo aquello se trataba de una pesadilla, ésta se desvanecería cuando desde el dormitorio se trasladara a  su estudio.

 Caminó pues, por el largo corredor que desde la alcoba le conducía a su despacho, sin querer mirar hacia atrás al objeto de cerciorarse de que todas las visiones que invadían su cerebro no eran otra cosa que eso: visiones. Pero cuál no sería su sorpresa cuando llegados a su mesa de trabajo comprobó, no sin asombro por su parte y tras tomar asiento ante su ordenador, que frente a él se hallaban sentados don Miguel de Cervantes y don Quijote de la Mancha.

—¡Pero esto no puede ser cierto! —profirió con un grito don Enriquez, a quien aquellas presencias volvían a parecerle una auténtica alucinación.

—¡Sí que es cierto señor! — replicó de inmediato don Quijote­ — No estáis viendo fantasmas, no somos ninguna aparición, sois vos mismo, que nos lleváis tan en lo más profundo de vuestra imaginación que nos habéis obligado a convivir con vos, al menos durante un tiempo… Aunque no habéis, por ello de sentir turbación alguna ni conturbaros. Debéis eso sí, acudir al físico pues nos hemos percatado de que tenéis algún padecimiento al que sin duda vais a poderle hacer frente. Sabéis de cuantos padecimientos hemos sufrido en nuestras interminables historias y aventuras, pero también sois conocedor de cómo “el bálsamo de Fierabrás” alcanza a sanar todos los males.

 Y tomando ahora don Miguel de Cervantes la palabra, se dirigió a don Enriquez en estos términos: —Creednos amigo hoy hemos viajado don Quijote y yo mismo para traeros la mejor de las nuevas en este IV CENTENARIO DE NUESTRA PARTIDA de la que con tanto amor habéis hecho un relato en vuestra novela…Y SHAKESPEARE LEYÓ EL QUIJOTE. Ya nos tenéis aquí arriba reunidos, como vos mismo lo relatasteis: a William Shakespeare con  su Julieta y con su Romeo y a mí, Miguel de Cervantes con mi Dulcinea y mi Sancho Panza. Y los seis venimos a contaros que todo se logra con la voluntad y la constancia y que le digáis a cuantos afligidos están por esa enfermedad que hoy los físicos de vuestro tiempo llaman “cáncer” que los modernos “bálsamos de Fierabrás” que son las “quimioterapias” sanan esa enfermedad aunque eso sí, deben estar apoyados por la fuerza de la mente de cada uno de los que la padecen.

Concluyo así, mi muy estimado don Enriquez, esta visita tan especial que os hemos hecho—dijo don Miguel— en la que os pido y os requiero a que trasmitáis, a todos cuantos de una forma u otra estáis afectados por el mal, la nueva de que con la fuerza de vuestras mentes y los nuevos “bálsamos de Fierabrás” podréis alcanzar la sanación.

No os olvidéis que NINGÚN SUEÑO ES IMPOSIBLE y que seréis capaces de lograr cada uno  el vuestro, como lo hiciera mi don Quijote de la Mancha que para bien y ejemplo de todos lleva ya cabalgando más de 400 años por todos los rincones del Universo. Vale
Miguel de Cervantes Saavedra 

A 23 de Abril del año del Señor de 2016
IV CENTENARIO DE NUESTRA PARTIDA

DE LO QUE RELATARON DON MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA Y DON QUIJOTE A JOSÉ ENRIQUE GIL-DELGADO PARA QUE LO CONTARA A CUANTOS SUFREN DEL “MAL DEL CANCER” (“EL CÁNCER SE SUPERA”)

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