sábado, 10 de septiembre de 2016

EL JUEVES 8 DE SEPTIEMBRE SE CELEBRÓ, COMO SIEMPRE, LA COMIDA




Pero no, no fue tan placentera: entre los trece conmilitones hubo  asientos vacíos: para siempre  los que han ocupado tantas veces José Luis Sanz de Garnica y Jesús Granell Vicent; por un tiempo, el de Ricardo y  el de José Enrique.

De ellos hablamos largo y, recopilamos mil recuerdos y todos nuestros compañeros estuvieron muy presentes en la  comida que ha sido,  sin duda,  atípica y muy  especial.  

Es verdad que los años no perdonan, que la edad no ayuda, que los 72 años que,  salvo el joven de 71,  todos tenemos,  son bastantes; vivimos   en cuerpos  desgastados  y de las almas hemos dejado en el camino muchos jirones, pero, a pesar de saberlo, es muy áspero ver que,  en cada  nuevo curso, para nuestra comida,  necesitamos menos asientos.

El gazpacho, los  huevos con patatas, el chorizo, el queso, y hasta los postres, bien.  Para ahogar la pena,  bebimos vino,  tomamos café, terminamos  los orujos y no sé  si quedó alguna  guinda del licor, tan bueno, que trajo  Gaspar.

La sobremesa se alargó más que otros días, nos costó mucho separarnos y, cuando ya anochecía, compartiendo nuestro afecto y la  casi  certeza de volver a  vernos en la próxima comida, conduciendo con cuidado, volvimos a casa para  ocuparnos de nuevo de nuestros pequeños  achaques y, sobre todo, de  las alegrías y de  los sustos que, de cuando en cuando, nos regalan los hijos y los nietos.

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