Ayer, 5 de junio de 2025, a las once y poco de la mañana, en la terraza de Casa
Poli, en Navas de Riofrío, Diego, el anfitrión, después de darnos la bienvenida, ante Ignacio,
César, Pedro, Javier, José Luis GC, José Luis SFV y Jose Luis M, para preparar
la visita, motivo principal del viaje desde Madrid, para el mediodía, hizo una síntesis de la historia del Palacio
de Riofrío.
Así, bajo la mirada de dos grandes cigüeñas y el silencio de las campanas de la iglesia, en la agradable sombra de la terraza, supimos de los propósitos de Isabel de Farnesio, la tremenda segunda esposa de Felipe V, al mandar construir el palacio, el muy poco uso que tuvo hasta que Francisco de Asís, avanzado el siglo XIX, para escapar de los partos de Isabel II, lo convirtió en su casi habitual residencia; Alfonso XII vivió en sus habitaciones el duelo por la muerte de su esposa y, ¡qué bien lo explica Diego!, el olvido en que luego quedó el palacio, sus malos usos y el deterioro de sus jardines, hasta que Dimitri Greguiorof Vasilof, convertido más tarde en miembro de la familia, después de la Guerra Civil, fue nombrado conservador de los Reales Sitios de La Granja y Riofrío.
A continuación, en la Casa de Diego, un descanso en el jardín para algunos y, para otros el disfrute de un recorrido por las calles de alrededor en el antiguo coche inglés, matrícula PM – 4891, del año de la tana, guarda, ¡es un tesoro”, en su cochera, nuestro anfitrión.
Más tarde, cerca del mediodía, ya preparados, un paseo en los coches para circunvalar la tapia que limita las 600 hectáreas de bosque que encierran el Palacio y admirar el trabajo de forja de cada uno de sus cuatro las grandes puertas.
Y, enseguida, después de aparcar los coches en los jardines de la entrada, admirar las grandes dimensiones y el excelente barroco del edificio, José Luis M, haciendo caso omiso a la resistencia de los demás, se empeñó en recordar que, su novela Retorno a lo imposible, la reconstrucción del Imperio, este palacio es la sede de la Orden de los Hidalgos de Castilla.
A continuación, quizá para no soportar las explicaciones del autor de la novela sobre lo acontecido en cada una de las estancias del palacio y su importancia para la Hispanidad, la visita al interior del edificio. ¡todas las gracias Diego!, fue en extremo rápida y del todo virtual.
Y, algo después, bastante cansados, ¡todos son octogenarios!, otra vez en los coches, un paseo rápido para llegar a El fogón de Valentina, el restaurante,
La comida, por excelente sin especial historia, ha incluido varias muy buenas entradas y un excelente cordero, que hemos disfrutado solos en la terraza porque hoy, el día de descanso del restaurante su dueño lo ha abierto para Diego, nuestro compañero, amigo y perfecto anfitrión.
La comida terminó sin solución de continuidad, ¡qué gran idea Diego!, en una muy larga sobremesa en el delicioso jardín de la casa de Diego: café, aguardiente, barquillos y delicados dulces turcos e iraníes contribuyeron al disfrute de una conversación cuidada en las formas, variada en los temas, y profunda en sus contenidos: el entorno global, la evolución de la economía, las nimiedades de la política y el inevitable pasar de los personajes, la importancia de hacer en la vida “lo que hay que hacer”, y, de esto se habló mucho, de la salud, muy escasa, de algunos de nuestros compañeros, del cercano final de la vida, de la trascendencia, y de cuánto significa en esos momentos amar, ser y sentirse amados.
Pero no, no añadiremos detalles a lo mucho discutido en
la gratísima sombra del jardín de Diego, no es necesario para quienes estuvimos
presentes, y, sin esfuerzo pueden imaginarlo nuestros compañeros ausentes.
Y, porque todo termina, allá, pasadas las seis de la
tarde, con mucha luz por delante, los ocho compañeros de Areneros 1961 que
hemos tenido el honor y la alegría de ser huéspedes de Diego en Navas de Riofrío,
dándole todas las gracias, nos despedimos felices, para volver a nuestras
casas.
MUCHAS, MUCHAS GRACIAS DIEGO
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