En el luminoso
jueves 10 de octubre de 2024, once conmilitones nos hemos reunido, alrededor de
una mesa redonda, en el comedor pequeño del Club Mirasierra, para celebrar
nuestra comida mensual.
Y,
acaso porque para nosotros el curso empezaba en octubre, todos los conmilitones
necesitaban hablar, y hablaron tanto que es imposible informar de todo y, para
no ser demasiado largos, solo ofrecemos aquí algunos retazos de lo mucho de se dijo y comentó.
Josemari, para conocimiento de Ignacio y recordatorio del resto de los conmilitones, luego de que Antonio, el obispo, se lo pidiera dos veces, contó, sin apenas adornos, su experiencia como especialista en camas elásticas, durante su estancia en la MAU, como él llama a las Milicias Aéreas Universitarias, una antigualla que existía antes de que ninguno de los conmilitones hubiera alcanzado la mayoría de edad.
Pedro, el tesorero, además de presumir de un consuegro con 102 años, relatar su experiencia como experto en museística, en este caso 1500 muñecas, lucir su récord como el mayor firmante de proyectos en su Colegio, anunciar su nueva actividad como conferenciante de algo, todavía secreto, y muchas cosas más, estuvo callado, perdida la voz, algunos ratos.
Alguien, no diremos quién, en el tiempo dedicado a elogiar a Carlos Fernández - Prida Méndez – Núñez, y al resto de los conmilitones muertos, a los vivos ni agua, puso sobre la mesa el poderío de Santi, el hombre de hierro, que fue capaz de estar, sin salir para nada, dos años enteros, compartiendo, en inglés o por señas, una muy estrecha, cama.
Para los curiosos de la energía, Antonio, sin perder la sonrisa y Gaspar, más serio, informaron sobre la marcha atrás de las buenas expectativas para la instalación de plantas fotovoltaicas, a ellos les cuentan, para consolarlos dicen, que es porque hay energía de sobra para los hogares, los comercios y para lo que queda de industria en España.
Ignacio, presumiendo de tener, su mujer, la familia más extensa, catorce hermanos, recomendó a los conmilitones que viven cerca, les atenderán con grandes sonrisas, a los demás también, que hagan la compra mensual de drogas, en cualquiera de las tres farmacias que tienen sus hermanas en Mirasierra.
Gurri, ¡qué chocolate tan bueno!, informó sobre su participación en un curso de papiroflexia, que dejó sin acabar, por dificilísimo, luego de asistir dos días.
Fernando, desde California, parece que intentó hablar con todos los asistentes para saber el número exacto de conmilitones y el orden en que estaban sentados alrededor de la mesa. Lamentablemente nadie, ¡sordos!, escuchó el aviso de llamada.
Las Altas Esferas pusieron su saber y experiencia en balnearios de toda España para conocimiento y disfrute, seguro, de las mujeres de todos, y la tranquilidad, durante su estancia, de los conmilitones.
Pedro, el joven, que habló docto, con seguridad y calma, tuvo que marcharse pronto porque, ¡qué abuelo!, tenía labor en casa.
Diego,
a más de compartir su saber sobre la economía española, estamos gastando lo que
no tenemos, tuvo a bien relatar una interesante experiencia, en un viaje, con
toda su familia, a la isla de Lanzarote, que, aunque es algo larga, merece la
pena incluir en esta crónica:
Al
bajar de un autobús Elena, su mujer, con
algo de sobrepeso, tropezó y cayó al suelo; y, porque todos sabían lo
cuidadosos que hay que ser para levantar a un herido sin que este corra
peligro, tanto él como sus hijos y el gran corro de curiosos que se habían
congregado para ver el espectáculo, miraban, sin hacer nada, a Elena; en esto,
un señor bajito y delgaducho, el conductor del autobús, muy decidido, se abrió
paso entre la familia, metió el brazo izquierdo bajo los hombros y el derecho
bajo los muslos de la accidentada y, sin aparente esfuerzo, la subió a la
guagua, dispersó a los espectadores, colocó a la familia en sus asientos y, ya
a los mandos del vehículo, reinició la marcha, ahora hacia el hospital. Diego,
asombrado de la fuerza y habilidad del buen hombre, lleno de curiosidad, le
preguntó cómo había hecho el milagro de subir a su mujer, el solo y sin
alharacas, desde el suelo hasta su asiento en el autobús. La respuesta fue
memorable: “además de conducir autobuses, soy y ejerzo de tanatopráctico y estoy acostumbrado a cargar con pesos
muertos”
Para los conmilitones que no lo sepan, tanatopráctico es quien se dedica a la conservación y maquillaje de difuntos para que sus familiares los vean en las mejores condiciones y, como es lógico, está habituado a cargar muertos.
Y para cerrar,
completando esta crónica, añadimos el
texto que, sobre la reunión en zoom de esta mañana, ha escrito Ramiro Blanch,
es el siguiente:
“Hoy,
10 de octubre del año del Señor 2024, 5 esforzados conmilitones, han llevado a
cabo una gesta digna de figurar en los anales de un grupo llamado Areneros 61.
José
Luis Mingo, José Mari Mazarrasa, Antonio Oriol, Jorge Dalda, también un puñado de superiores
jesuitas y un pirao (menda), han conseguido la hazaña de sostener una reunión
de Zoom, casi dos horas, desde Bailén hasta Valdemorillo más o menos, mientras
el menda conducía sin hacer tonterías ni más curvas de las debidas a pesar de
las numerosas tontunadas intercambiadas. Lo que comunico para su debido
registro”.
Nota:
las fotografías, salvo alguna que hizo Pedro el joven, son, como siempre, de
Gaspar.
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