EL PRECALENTAMIENTO
En un día casi soleado, casi gris, entre el epílogo del invierno que ya se va y el anticipo de la primavera queriendo decir “aquí estoy yo”. Unos cuantos aguerridos conmilitones, nueve, vamos llegando en perfecto orden de marcha a nuestro habitual Club Mirasierra.
- En vanguardia a pecho descubierto: Pedro el joven.
-Detrás El Séptimo de caballería: Josemari, Pedro el ecónomo, Gurri, Gaspi y César.
-A la grupa: Antonio con su permanente sonrisa.
-Cubriendo la retaguardia: José Luis, o lo que es lo mismo Las Altas Esferas, y Fernando.
A partir de aquí, sentidas ausencias, eso sí, justificadas. Llamativas todas, algunas por asistentes habituales, y una especialmente significativa al estar causada por puñeteras goteras más dolorosas de lo razonable.
EL APERITIVO
Breve, dado lo concurrido del bar; pero enriquecido con el tradicional chorizo de León que sin falta suministra Pedro, y esta vez además con un semicurado queso castellano, no se sabe muy bien si de algún pago de Valladolid, de Palencia, de Zamora o de los tres a la vez, que a petición del respetable, trajo el Gaspi. A este paso, según opinión de unos cuantos, con poco más no va a ser necesaria la comida del restaurante.
EL ÁGAPE
En una mesa redonda, como nos suele gustar, en el comedor pequeño muy concurrido y con bastante ruido, con los decibelios bajando en proporción directa con la deserción de comensales.
Se hace el silencio en nuestra mesa para no perder detalle de las palabras de Fernando, toda vez que da cuenta puntualmente, casi en tiempo real como se dice ahora, del parte médico relativo al Custodio que diariamente le refiere su hija.
Poco después el tiempo se paraliza de nuevo. Los contundentes golpes del cubierto sobre la copa de las “Altas Esferas” exigen atención. Hay que dilucidar quién va a asumir la difícil tarea de relatar lo acontecido en esta comida, en tanto se produce la esperada reincorporación del titular indiscutible. La pugna es tremenda, se suceden acaloradas intervenciones, desesperación, nadie quiere ceder. Al final no queda más remedio que soportar con cristiana resignación la secular torpeza de quien esto escribe.
LOS POSTRES
Salen a relucir divertidas peripecias acerca de los regalos que antaño circulaban con motivo de las Navidades o de circunstancias apropiadas. Fernando, Josemari, Gurri, César y alguno más las relatan con salero. Antonio y los dos Pedros intercambian experiencias y recomendaciones para preservar el buen aspecto de sus frentes despejadas, lo que provoca opiniones encontradas respecto a las preferencias acerca del uso, o no, de sombreros, gorras u otros adminículos semejantes.
Josemari, muy poco partidario del sombrero, rememoró sus tribulaciones a la hora de atender las solicitudes de adelantos pecuniarios de relevantes funcionarios de no sé qué organismo. Antonio y él mismo detallaron anécdotas, mientras cumplían con su honroso deber del servicio a la Patria, advirtiendo según a quien, con antelación de la llegada a la institución de algún “alto cargo”. César, sin desdeñar las gorras o similares, con notable emoción ha encontrado, buceando entre vetustas joyas de su biblioteca, el libro de inglés de tercero de bachillerato. Hubo más cosas, claro, como el deseo unánime de que Goyo vuelva. Y más, unas cuantas más como enseguida vamos a ver…
Los postres y los “cafeses” resultaron agradablemente endulzados por la abundancia de chocolates con que muy generosamente nos obsequiaron Fernando y, como viene siendo habitual, Gurri.
En un momento de indecisión general, Las Altas Esferas, a través de su máximo dignatario José Luís, rogó atención mientras colocaba sobre la mesa una misteriosa bolsa. Con calculada parsimonia sacó de ella varios objetos cuidadosamente envueltos en papel de muy antiguos periódicos. Pero héteme aquí que su presencia de ánimo se resintió al dar a conocer la naturaleza de los misteriosos objetos. Acaso podrían calificarse como un tesoro ancestral para los intrigados Conmilitones que allí estábamos: Nada menos que ¡¡¡Porta lápices de cerámica talaverana conmemorativos de los 50 años de nuestra promoción!!! Habían permanecido en el olvido desde aquel importante evento.
Afortunadamente recobraba su presencia de ánimo y haciendo uso de la potestad para decidir en cuestiones de vital importancia, con ejemplar firmeza imploró, casi exigió, que le liberásemos de la alta responsabilidad de custodiar algo de semejante valor.
La camaradería que caracteriza a la Conmilitancia no tiene límites. Así que con la emoción a flor de piel, unos y otros se fueron haciendo con las reliquias. Asunto concluido.
EL EPÍLOGO
Amena y distendida sobremesa con participación de prácticamente todo el grupo. A pesar de que la tarde se resistía a marcharse, como queriendo dar a entender que casi formaba parte de la primavera, quienes enfilamos el camino hacia nuestros múltiples quehaceres fuimos nosotros, excepto “servidor” que aún permaneció a la expectativa.
EL MUS
Fui afortunado testigo de que para rematar, Pedro el joven y Gurri tuvieron la osadía de enfrentarse, en una partida de mus, a la ocasional pareja formada por José Luis y Fernando, veteranos ambos en estas lides. Las miradas a hurtadillas en busca de fugaces señas estuvieron a la orden del día. Los faroles, envites y órdagos se sucedían con ardor y pasión. Se mascaba la tragedia, aunque como era de esperar la sangre no llegó al río.
Los nombres de los ganadores quedan en la reserva para evitar el natural disgusto de quienes se tuvieron que conformar con la medalla de plata virtual.
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Este relato y las fotos son de Gaspar. La crónica lo es por obligación subsidiaria, debido a la indisposición temporal de José Luis Mingo, su autor por derecho propio.
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