En la fresca mañana de este luminoso segundo jueves de
noviembre, 11 conmilitones nos hemos sentado alrededor de la mesa redonda del comedor
pequeño del Club Mirasierra, para celebrar nuestra, muy especial, comida
mensual.
Y, todo ha sido como siempre, muy bien, con la sola
particularidad de la presencia, inesperada, de Eduardo, el médico amigo, que, para
curar niños, mantiene todavía su consulta abierta todos los jueves.
Bien es verdad que, también como siempre, hubo algunas
cosas nuevas, que, para bien, han hecho inolvidable la comida de hoy.
Antonio, no está claro si de El Plantío o de Trujillo, ha
traído una gran bolsa de deliciosas bayas rojas de madroños, que ha circulado, junto
al aguardiente, magnífico, de Gaspar y
el embutido de Pedro, el tesorero, muchas veces, alrededor de la mesa.
Y claro, el aguardiente , unido al alcohol de madroño, ha
soltado las leguas, a veces prudentes, de los conmilitones, que han ponderado
las virtudes del Papa Francisco y el gran amor que siente el Pontífice hacia nuestro
compañero Fernando, al que ha liberado de esa carga terrible que es el mandato
vitalicio sobre sus valientes, motivadas, poderosas
y santas huestes
Luego, acaso porque casi todos, desde hace muchos años, en
nuestras casas, tenemos enérgicas santas, se han loado las virtudes de las
mujeres que, porque somos suyos, nos quieren y mandan; y esto, es
conveniente recordarlo, es porque como muy bien dice el otro Eduardo, el marido
de Sara, ese que hoy, por eso de las goteras, se ha quedado escondido en la cama
y no ha venido, todos estamos casados con la misma mujer.
Y, porque un tema trae consigo el siguiente, hablando del
poder y de la energía, Ramiro, Pedro, Javier, Antonio, (el otro, Antonio, el
del notario, en esto se mantuvo muy callado, sonriendo), José Luis y algún otro
entendido, ingenieros ellos, discutieron, airados en los algunos momentos,
sobre eólicas, fotovoltaicas, vapor de agua, CO 2, calor y, para añadir leña al
fuego, cambio climático.
¡Cambio climático! Hasta Eduardo, que es médico y Josemari,
que es Josemari, sembrados, se lanzaron, como si fueran ingenieros, a presentar
sus muy doctos pensamientos: que el cretácico fue el tiempo del CO 2, que la
última glaciación terminó hace diez mil años, que la erupción del Krakatoa
regaló al mundo un año sin verano, que el volcán de La Palma ha lanzado más carbónico,
¡gratis total!, que todos los coches del mundo en años y años, que, en fin,
hay, como siempre lo ha habido, cambio climático, pero que esto sea verdad incuestionable
en nada justifica las nuevas religiones, la del cambio climático, la del sí es
sí, la del yo soy muy listo y tengo toda la razón, o la, novísima, que está investigando hoy
Fernando mientras se cuida goteras en casa.
En este punto, este Custodio, con una mezcla de orgullo y vergüenza,
puso sobre la mesa ejemplares de su nueva novena, “Retorno a lo imposible,
la reconstrucción el Imperio”, que los conmilitones, una vez adquirida con amical
generosidad, prometieron leer y criticar de ella solo lo imprescindible.
Y se habló también de los ausentes, de Livinio; de Diego,
está en Las Navas; de Antonio, sigue en Burgos; de César, en el Bierzo; de Pedro
el Joven, por ahí, de paseo; de Jorge, en Alcalá, obedeciendo.
Gaspar, reuniendo valor, se atrevió a poner sobre la mesa
una propuesta: los conmilitones que saben de algo, acaso, quizá, si no es para
ellos demasiado molesto, uno en cada comida, podrían disertar sobre algo
interesante que pueda incrementar el muy corto saber del resto de los
compañeros. Como es evidente, a todos nos pareció muy acertada la intervención
de Gaspar y todos, absolutamente todos, pedimos intervenir los segundos, siempre
después de que lo hubiera hecho otro primero.
Aunque hubo más, muchas cosas más, en la comida de este
segundo jueves de noviembre, de ellas solo tienen relevancia, y no mucha, algunas
de ellas: Gurri, sigue sin fumar, repartió chocolate; el tesorero acertó con
las cuentas; el custodio se encontró en el bolsillo cinco euros de más o diez
de menos; y hubo alguien que gritó, por dos veces, su lema más preciado: “si es
gratis, cueste lo que cueste”.
Y, para terminar esta crónica, dejar constancia de que, a
más de reírnos mucho, ha sido indescriptible la satisfacción de todos los
conmilitones por haber asistido a nuestra comida mensual, acaso el mejor, de
los eventos que tanto esperamos y celebramos los conmilitones de Areneros 61.
Nota:
Las fotografías, tanto las de la comida en el Club
Mirasierra como las de la sala virtual de Fernando, se siguen celebrando todos
los jueves, son de Gaspar.
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