sábado, 12 de noviembre de 2022

DE LA COMIDA DEL JUEVES 10 DE NOVIEMBRE DE 2022


 

En la fresca mañana de este luminoso segundo jueves de noviembre, 11 conmilitones nos hemos sentado alrededor de la mesa redonda del comedor pequeño del Club Mirasierra, para celebrar nuestra, muy especial, comida mensual.

Y, todo ha sido como siempre, muy bien, con la sola particularidad de la presencia, inesperada, de Eduardo, el médico amigo, que, para curar niños, mantiene todavía su consulta abierta todos los jueves.

Bien es verdad que, también como siempre, hubo algunas cosas nuevas, que, para bien, han hecho inolvidable la comida de hoy.

Antonio, no está claro si de El Plantío o de Trujillo, ha traído una gran bolsa de deliciosas bayas rojas de madroños, que ha circulado, junto al aguardiente, magnífico,  de Gaspar y el embutido de Pedro, el tesorero, muchas veces, alrededor de la mesa.

Y claro, el aguardiente , unido al alcohol de madroño, ha soltado las leguas, a veces prudentes, de los conmilitones, que han ponderado las virtudes del Papa Francisco y el gran amor que siente el Pontífice hacia nuestro compañero Fernando, al que ha liberado de esa carga terrible que es el mandato vitalicio sobre sus valientes, motivadas,  poderosas  y santas huestes

Luego, acaso porque casi todos, desde hace muchos años, en nuestras casas, tenemos enérgicas santas, se han loado las virtudes de las mujeres que, porque somos suyos, nos quieren y mandan; y esto, es conveniente recordarlo, es porque como muy bien dice el otro Eduardo, el marido de Sara, ese que hoy, por eso de las goteras, se ha quedado escondido en la cama y no ha venido, todos estamos casados con la misma mujer.

Y, porque un tema trae consigo el siguiente, hablando del poder y de la energía, Ramiro, Pedro, Javier, Antonio, (el otro, Antonio, el del notario, en esto se mantuvo muy callado, sonriendo), José Luis y algún otro entendido, ingenieros ellos, discutieron, airados en los algunos momentos, sobre eólicas, fotovoltaicas, vapor de agua, CO 2, calor y, para añadir leña al fuego, cambio climático.

¡Cambio climático! Hasta Eduardo, que es médico y Josemari, que es Josemari, sembrados, se lanzaron, como si fueran ingenieros, a presentar sus muy doctos pensamientos: que el cretácico fue el tiempo del CO 2, que la última glaciación terminó hace diez mil años, que la erupción del Krakatoa regaló al mundo un año sin verano, que el volcán de La Palma ha lanzado más carbónico, ¡gratis total!, que todos los coches del mundo en años y años, que, en fin, hay, como siempre lo ha habido, cambio climático, pero que esto sea verdad incuestionable en nada justifica las nuevas religiones, la del cambio climático, la del sí es sí,  la del  yo soy muy listo y tengo toda la razón, o  la, novísima, que está investigando hoy Fernando mientras se cuida goteras en casa.   

En este punto, este Custodio, con una mezcla de orgullo y vergüenza, puso sobre la mesa ejemplares de su nueva novena, “Retorno a lo imposible, la reconstrucción el Imperio”, que los conmilitones, una vez adquirida con amical generosidad, prometieron leer y criticar de ella solo lo imprescindible.

Y se habló también de los ausentes, de Livinio; de Diego, está en Las Navas; de Antonio, sigue en Burgos; de César, en el Bierzo; de Pedro el Joven, por ahí, de paseo; de Jorge, en Alcalá, obedeciendo.

Gaspar, reuniendo valor, se atrevió a poner sobre la mesa una propuesta: los conmilitones que saben de algo, acaso, quizá, si no es para ellos demasiado molesto, uno en cada comida, podrían disertar sobre algo interesante que pueda incrementar el muy corto saber del resto de los compañeros. Como es evidente, a todos nos pareció muy acertada la intervención de Gaspar y todos, absolutamente todos, pedimos intervenir los segundos, siempre después de que lo hubiera hecho otro primero.

Aunque hubo más, muchas cosas más, en la comida de este segundo jueves de noviembre, de ellas solo tienen relevancia, y no mucha, algunas de ellas: Gurri, sigue sin fumar, repartió chocolate; el tesorero acertó con las cuentas; el custodio se encontró en el bolsillo cinco euros de más o diez de menos; y hubo alguien que gritó, por dos veces, su lema más preciado: “si es gratis, cueste lo que cueste”.

Y, para terminar esta crónica, dejar constancia de que, a más de reírnos mucho, ha sido indescriptible la satisfacción de todos los conmilitones por haber asistido a nuestra comida mensual, acaso el mejor, de los eventos que tanto esperamos y celebramos los conmilitones de Areneros 61.

 

Nota:

Las fotografías, tanto las de la comida en el Club Mirasierra como las de la sala virtual de Fernando, se siguen celebrando todos los jueves, son de Gaspar.  
































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