Pues sí, en lo más tórrido del estío madrileño, doce no muy sensatos conmilitones nos hemos reunido en el Club Mirasierra para celebrar la
comida del mes de julio de 2022.
Y, es obligado decirlo, hemos pasado un calor de muerte,
tanto que Antonio, deshidratado, sin terminar el postre, quizá porque hoy es 14
de julio, se ha despedido a la francesa y se ha marchado veloz a disfrutar la
piscina de su amigo el notario. Los demás, pues bueno, agua, vino con gaseosa,
mucho hielo y, seguro, sin ninguna dieta, adelgazando.
Bien es verdad que a pesar del calor, hacía tanto que ha
sobrado parte del chorizo del tesorero, aunque despacio, se ha hablado largo de
casi todo: que Madrid, con las obras, los turistas, el Orgullo y el calor, está
imposible; de los lugares que, por aquello de la obediencia debida, van a visitar
este verano los conmilitones, Galicia,
Asturias, la Castilla profunda, Cantabria, Cádiz, Málaga, Portugal, Nueva York
y otros más, y eso sin contar los viajes que preparan algunos para cuando baje
el calor y los turistas vuelvan a sus casas, es el caso de Ramiro, de César que
nunca se pierde la comida de agosto, o Santiago que es caso aparte.
Y sí, hoy Santiago ha estado hablador: la terminal de
cruceros en Tidore, la eficiencia de las autoridades indonesias, las bondades,
dudosas, de la poligamia; la evolución
de los precios en Europa y en Asia, los negocios que ahora van y los que mañana
irán o no irán…y, porque en la mesa, estaban sentados tres ingenieros camineros,
para disfrute de todos, también se ha hablado de pilotes, rozamientos, hormigones,
proyectos, modificados, máquinas, ingenieros, operarios, y otras de esas cosas.
Y, el custodio no recuerda quién, ha disertado sobre la
pesca del pulpo, la producción de manteca de cacao, la operatividad de los
drones y los sellos como inversión insegura, en el África ignorada, en la
América profunda, en Cuenca y en Guadalajara.
Cómo no podía ser de otra manera, los que saben han
discutido sobre los contactos que tenemos en el Vaticano y, con cierta
resignación, concluido que a más de
recibir bendiciones, en este mundo sirven entre poco y nada.
Y de hockey, también se ha hablado de hockey, Javier ha
recordado que los sticks se compraban en Todo, la maldad, cuando jugaban, del
primo de Eduardo, hoy ha venido, contento y todavía goteroso; lo bruto que era y la potencia del brazo de
Asís golpeando la pelota, Antonio dice que en octubre lo traerá desde Burgos,
en el maletero de su coche, a comer con nosotros; y por aquello de la fuerza, ha
vuelto a estar en la mesa Ricardo, ¡siempre es bienvenido!, y con él los compañeros, tan queridos, que están en el
cielo.
Y, ¡cuántas Y!, de la miel de lujo que Pedro el Joven sigue
recibiendo porque era amigo del descendiente de Blas de Lezo; del poder de las
mujeres y, ese, aún peor, que tienen las hijas; de las sabias palabras del Papa
jesuita, tan arriesgadas, pidiendo a las suegras que cuando estén con sus
nueras mantengan la boca cerrada; y de la nueva novela del custodio que, aunque
fantástica, es dudoso que algún conmilitón,
más allá de la portada, llegue a leer.
Por supuesto, además de besos y abrazos, los de Josemari muy
cariñosos; ruegos, vicarios de Fernando, pidiendo “prudencia”, hay 75 muertos
diarios y lamentaciones por la ausencia de Gaspar, hubo más cosas, muchas más,
pero, como siempre, porque la crónica ya es larga y la memoria del custodio corta, quedan olvidadas.
Nota:
Las fotografías de la comida proceden de las altas Esferas
y, como bien se ve, no son de Gaspar.
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