Hoy, un luminoso y nada frío día de primavera, tercer
jueves de abril, porque el segundo fue Jueves Santo, con normalidad, casi
olvidada la pandemia, catorce conmilitones de Areneros 61 nos hemos reunido en
el Club Mirasierra para celebrar la cuarta comida del año 2022.
Y, ¡a veces la vida nos regala grandes alegrías!, en la
terraza, en pleno aperitivo, alto, erguido, bien plantado, del todo sonriente, Livinio,
luego de muchos meses, ha hecho su, tan deseada, aparición; y, solo por esto,
la comida de hoy merece estar entre las mejores de las muchas, todas buenas,
que hemos celebrado a lo largo de los años n este mismo lugar.
Más tarde, en el comedor grande, todo para nosotros, apenas
sentados, ya con la botella de aguardiente
castellano de Gaspar, y antes de la comanda, Livinio ha tomado la palabra para recordar
algunos momentos de su difícil paso por el hospital y el gran afecto que siente
hacia sus compañeros del colegio:…sé que habéis rezado mucho por mí, he sentido el valor de vuestras oraciones y os
doy las gracias…en la UVI se piensa mucho… el “hasta mañana si Dios quiere” deja
de ser una frase hecha y tomas conciencia de que es una gran verdad… me han
dicho, que si sigo vivo es porque tengo algo que hacer; y ahora no dejo de
preguntarme qué es eso que tengo que hacer…
Durante unos emocionantes minutos el silencio se ha
adueñado de la mesa, tanto que solo Diego, con gran elocuencia, se ha atrevido,
en nombre de todos, a dar cumplida y, por supuesto, aplaudida respuesta: “-
no hace falta que te digamos lo que ya muy bien sabes, muchas gracias Livinio –“
Luego, Santiago, nos ha regalado otra gran alegría: es
seguro, dentro de lo que cabe, que, en el mes de junio, luego de cinco años de
trabajo, dificultades imprevistas, dudas sin cuento, e ingentes sumas de imaginación
y constancia, estén completos y definitivamente aprobados los trámites que
permitirán la puesta en marcha su gran proyecto en Indonesia. Y, además,
respondiendo a la pregunta de alguien, el indonesio con la claridad y firmeza
de quien mide sus palabras ratificó la invitación a los conmilitones, a visitar
las islas Molucas, que ya anunció en esta mesa antes de comenzar la pandemia. Y,
claro, como es Santiago, para eliminar dudas, animar a todos y preparar el
viaje, no pudo por menos de hacer una recomendación previa: y si no queréis
tener un disgusto, cuando una joven, cimbreante y preciosa, llame a la puerta de vuestra
habitación en el hotel de Tindoro, y os diga “tú y yo juntos a España”, es
mejor cerréis la puerta antes de que ella entre.
Antonio, el de la eterna sonrisa, como todos pero con más
fuerza, aplaudió mucho a Santiago; pero en esto hubo una excepción: el otro
Antonio, cauto él, antes de dar palmas, preguntó a Santiago si ya hay instalado algún notario de aquí allá en
Yakarta. Eduardo hablo poco y escuchó
mucho. Ramiro estuvo prudente. Gaspar entre fotografía y fotografía contó
varios sucedidos gloriosos del clero castellano, ese en Villanueva tan terco y poderoso.
Javier recordó el día en que sin permiso, para dar una vuelta, cogió el Seat
1500 de su padre y, de pronto, se dio un susto de muerte: el 1500 no era el de
su padre, ¡había robado un coche!; como el Seat no era nuestro y han
pasado sesenta años, los conmilitones nos reímos mucho .
José Luis, varias veces estuvo a punto, se mordió la lengua, de declamar un poema de Rafael de León; sin embargo, quizá porque no era propio de las Altas Esferas, desistió; afortunadamente, más tarde, sin vergüenza, lo puso en las manos de este custodio que ahora, para solaz de todos publica aquí las primeras estrofas de María Manuela, ¿me escuchas?, que dicen así:
Yo de vestíos no entiendo,
pero... ¿te gusta de veras
ese que te estás poniendo?
Tan fino, tan transparente,
tan escaso y tan ceñío,
que a lo mejor por la calle
te vas a morir de frío.
Te sienta que eres un cromo,
pero cámbiate de ropa,
si es un instante, lo justo
mientras me tomo esta copa.
Ponte el de cuello cerrao
que te está de maravilla
y que te llega dos cuartas
por bajo de la rodilla.
Cada vez que te lo pones
te encuentro tan elegante
que dentro de mí murmuran
los duendecillos de un cante.
"La rosa que me entregaron
al pie del altar mayor
lleva las sayas cumplías
y nadie le ve el color".
Y, en la comida hubo
más cosas, muchas más, pero como son
tantas y tan complicadas que el custodio solo es capaz de recordar algunas
pequeñeces tomadas de aquí y de allá: Pedro el joven se portó bastante bien, aunque
dijo una maldad; el otro Pedro, el tesorero, disertó sobre la moneda de oro más
grande del mundo, la australiana, de 1000 kilogramos de peso y sobre otra, la segunda, de solo 100 kilos, canadiense, que
estando prestada en un museo de Alemania, fue robada, fundida y desparecida para siempre; Gurri
repartió su última reserva de buen chocolate, menos mal que dentro de unos días
viajará a Suiza; y Jorge Dalda, desde su encierro, sigue confinado en Alcalá,
envió, en latín, sus bendiciones.
Ah, el custodio lo olvidaba: durante toda la comida varios
conmilitones tuvieron la sensación de estar siendo doblemente observados:
primero, mediante una cámara oculta, por Fernando, que desde Marbella no cesa
en su empeño de saber todo cuanto ocurre, aunque no esté presente, en el
comedor del Club Mirasierra; y segundo, por Josemari que, aunque está en El
Puerto de Santa María, para enterarse de qué pasa no necesita nada,
Y, para terminar la crónica de la muy especial comida de
hoy, decir que, como siempre, las fotografías, también las de la sala de
Fernando -las comidas virtuales se siguen celebrando todos los jueves -, son de
Gaspar.
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