Pues sí, hoy, uno de esos días preciosos de febrero en que
la luz engaña al frio, barre la zozobra e invita a la alegría, libres de
temores, tranquilos, relajados, como si fuéramos jóvenes, doce conmilitones nos hemos sentado en la
mesa redonda, junto al ventanal del
comedor grande, en el Club Mirasierra.
Y sí, ha sido una comida entrañable, en la que, ¡es asombroso!, nadie ha chinchado
a nadie y, ¡esto llega a milagroso!, tampoco nadie ha hablado mal de esos
tontos, olvidadizos, bobos, idiotas, casi nenazas, miedosos, calzonazos y
asquerosos, conmilitones que, alegando
excusas no pedidas, (uno ha enviado una nota firmada por su abuela en la que se
dice que el niño está indispuesto), se han quedado en casa, abrigados con una
manta, sentados en la camilla y comiendo sopitas, como si fueran viejos…
Pero los presentes, ¡ah los presentes!, ¡Cuánto saber y
elocuencia!, han hablado de negocios, de caza mayor y menor, de futbol y hasta de
cosas estupendas, las mejores, de esas que los ausentes ni siquiera sueñan.
Bien es verdad que Eduardo, ha terminado pronto de curar
niños y ha venido, ha disertado ¡saber y elocuencia!, sobre algo muy
importante, tan importante que el Custodio no se ha enterado porque, como
otros, distraído, estaba pensando en las musarañas.
Y de Pedro, el joven, ¡qué tío!, hemos sabido que, por dos
veces, en el Teatro Real, ha escuchado, visto y vivido, en alemán las cinco horas y media de Siegfried, el Sigfrido, y
está vivo.
Claro que, hay que ser honestos y no omitir verdad alguna,
también, al menos tres de los conmilitones que en eso son artistas, han
ilustrado a los demás sobre el arte de barrer, fregar, poner la lavadora, la
secadora, planchar, obedecer a la santa y limpiar el polvo.
Pero, y esto hay que subrayarlo, todo lo anterior, incluido
el espectáculo de ver al tesorero
recaudar el dinero y hacer los más extraños- arreglos para pagar la cuenta, ha
quedado eclipsado por una nueva y gran noticia: ante la interminable espera de
la invitación de Mariano, que no llega,
para comer en Salamanca, las Altas Esferas han decidido que cuando los
días sean más largos, en primavera, los conmilitones reanudaremos los grandes
viajes, el primero a Toledo, luego a Segovia y más tarde a otros lugares igual
de hermosos. Como es evidente, luego de escuchar la propuesta, los
conmilitones, como es lógico, no dijimos ni sí ni no, todos, epatados,
guardamos un candoroso y prudente silencio; a fin de cuentas da lo mismo, el
que manda manda y algunos, solo algunos,
obedecemos.
También hay que decirlo, hubo un tiempo para hablar de
Livinio, ya está en casa, y de Lorenzo… los dos están muy presentes en nuestros
pensamientos.
Y hubo, además del buen chocolate de Gurri, más, mucho más, en la estupenda comida de
este frio y luminoso jueves de febrero
en el Club Mirasierra de Madrid, pero, el Custodio tiene un poco desgastada la
memoria y para no cometer errores prefiere guardarlo en el olvido.
Nota
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