Dios guarde en su seno a su hijo Luis Fernando, el hombre extraordinario que, porque fue sabio, ha aprovechado la vida y ha vivido.
Nuestro compañero, el gran señor cordobés, ha muerto; y, con el corazón encogido, dolorida el alma, lloramos al hombre cariñoso y entrañable, al muy buen amigo.
Por ello, acompañamos en su pesar a su mujer, Cristina, a sus hijos, a sus nietos, a toda su familia.
Y pedimos al Señor Jesús, a la Virgen
María y a San José, que guarden a Luis Fernando, con ellos, en el Cielo.
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