Abierta al mediodía, como siempre, por Fernando, con su natural eficiencia y puntualidad, en la sala de reuniones virtual, aparecen los dos Antonios, Ramiro, Pedro, Josemari, Lorenzo, Gaspar, y el custodio y reciben la gran alegría de tener con ellos, desde el principio y por primera vez en la historia de nuestras comidas, a Jorge Dalda (ya sabéis, ese que de jovencito entró en el noviciado para ser jesuita y, sesenta años después, ¡ahí sigue!
Y, porque es lo mejor de cuanto hemos escuchado desde que comenzó la pandemia, oímos de los labios de Jorge el relato de cómo la noche del miércoles 22 de abril, él solo, en el silencio y la oscuridad de una cama de hospital, sabiendo que había llegado al final de su recorrido, con plena consciencia, literalmente se dejó caer “en manos de Dios” y se durmió en paz. Y, aunque pueda, ¡qué cosas!, no ser un milagro, al despertar en la mañana del jueves el 23 de abril, el día del libro y de la rosa, supo que su cuerpo había comenzado a mejorar y que, por el momento, podría vivir. Y sí, fue emocionante escuchar a Jorge, nuestro compañero jesuita, relatar sin alharacas, con absoluta naturalidad, el terrible momento de su previsible final y, sobre todo la gran paz que sintió al dejarse en manos de Dios. Un inmenso regalo y un gran honor es lo que hemos recibido, con su ejemplo y su relato, todos los conmilitones de Areneros 61, de nuestro querido compañero jesuita, ese que ha pasado su vida consagrado al Señor.
Como es natural, luego de la intervención de Jorge, el resto de la comida virtual siguió con una muy agradable y distendida conversación que, bien dirigida por Fernando, estuvo dedicada a los temas “normales” y de la que, salvo las duras admoniciones para sacar del peligro que es hoy el bicho, de Lorenzo, Antonio (el amigo el notario) y el propio Fernando, a los locos imprudentes conmilitones que en esa hora se preparaban para acudir a la comida presencial, el custodio entiende que, de esta magnífica comida virtual, no queda nada que sea imprescindible recordar.
Pues bien, si después de disfrutada la tan extraordinaria comida virtual, el custodio pensaba que sería, además de peligrosa, poco interesante la comida presencial, se equivocaba: cuando días antes había anunciado en el WhatsApp que Ya tengo la crónica de la comida del próximo jueves: "La de hoy ha sido, sin duda alguna, la mejor de todas nuestras comidas...", estaba en lo cierto.
Pero, porque la mencionada certeza merece aclaraciones, el custodio ha tomado algunas notas y, más o menos “arregladas”, las ha convertido en las líneas de palabras que, juntas y ordenadas, se han convertido en los párraafos que siguen de esta crónica.
Comenzamos. En uno de los más bonitos días de este peculiar septiembre madrileño, porque los nueve asistentes a la comida de hoy (José Luis, Pedro, Gurri, César, Javier, Santiago, el custodio, Josemari y Luis Fernando), casi los mismos que se sentaron en la mesa del Club Mirasierra en los meses de junio y julio, nada más llegar, de pie, en el quiosco de los aperitivos, conscientes del ansia de saber que posee y no deja dormir a los conmilitones ausentes, acordaron levantar todos los secretos y abrir al general conocimiento la lista de los miembros del grupo que conocedores del peligro y algo imprudentes, por el placer de estar y comer juntos los segundos meses de cada mes, se han saltado, por tres veces, las serias, reflexivas, generosas y bien intencionadas, recomendaciones de Fernando, Lorenzo y sus bastantes y casi silenciosos seguidores.
Y, por eso, porque no hay secretos, cuento que, en el centro de la terraza, en una mesa solitaria, la comida dio comienzo, antes de la comanda, con el escanciado en los vasos bajos del muy buen aguardiente que Santiago, ausente de Asia lo que va de verano, para placer de todos, ha traído de Galicia.
Luego, después de que un encanto de joven señora abriese las botellas de buen Rioja, tomase nota de las ensaladas, pescados y otras viandas, la conversación, sin apartes de por medio, se hizo general: los efectos colaterales y terribles para la economía de la pandemia que, como bien explicó Santiago, ha matado múltiples empresas y puesto en peligro los mejores negocios, no solo en España sino en todo el mundo, hasta en Indonesia (él, que es capaz de todo, dentro de unos días volverá a visitar las islas Molucas y a bregar con su dragón, cual Quijote en Rocinante, con los más que peligrosos molinos que pululan, como en Consuegra, Campo de Criptana o Mota del Cuervo, allá en Yakarta).
Claro que, no hay mal que por bien no venga: Josemari dio un aviso, que detallará pronto: en unas semanas, algunos conmilitones podremos descansar, con quien más queramos, alojados en un magnífico barco, navegando en un lujoso crucero, para olvidar por unos días las tristezas de este mundo nuestro que, porque cambia el paradigma, se acaba.
Pero, claro que hay peros, discutiendo los matices de deseos y proyectos, se hicieron presentes los conmilitones que ahora, en estos momentos, sufren malas goteras: Antonio y Javier, el otro Javier, Livinio que mejora bien, y todos los demás.
Y, Josemari, sabio y oportuno, puso sobre la mesa sus amplios conocimientos sobre Garabandal y los milagros, algunos en la mesa los tacharon de placebo, que puede hacer la Virgen Montañesa para curar los males de quienes creen en ella. Como no podía ser menos, para profundizar sobre el tema, se habló de Lourdes, Fátima, Guadalupe y también, porque es casi de ahora, de Litmanova.
Y, como una cosa lleva a la otra, recordamos que en nuestra promoción, además de Monseñor, el Prelado y Jorge, el buen jesuita, hemos tenido al Gran Chamán que fue José Luis SG. Vamos, que si a esto unimos los muchos primeros viernes de mes que entre todos atesoramos, pase lo que pase, el custodio piensa, lo tenemos hecho.
Bueno, pues no se abandonaron otros rubros dignos de ser tratados: el libro del profesor Haidt, La mente de los justos, que porque lo han leído y se lo saben casi de memoria Pedro, César y el custodio, aconsejaron, más bien presionaron, a los conmilitones presentes y también a los ausentes, para que, olvidando por algunos ratos sus obligaciones domésticas (pasar la aspiradora, limpiar el polvo, hacer la comida y, especialmente, obedecer a sus dueñas), lean también ellos el libro de Haidt y se olviden de mirar, a escondidas, ejemplares de la revista El Hogar y la Moda, esa que, al decir de Josemari y confirma la memoria de Gurri, no pocos conmilitones guardan, con sus más preciados tesoros, en algún cajón secreto de sus armarios.
Y, hablando de
libros, José Luis anunció que, porque ya lo tiene preparado, muy pronto
ofrecerá a los conmilitones que lo quieran, ejemplares de Unas cuantas
comidas y tres viajes, la esperada obra que reúne las crónicas de las
comidas que hemos tenido y los viajes que hemos disfrutado juntos a los largo de los años.
¡Ah! Además de recordar que el chocolate de Gurri, este jueves ha sido muy especial, añadir que, por una vez en muchos años, excepcionalmente, porque todos sabemos que, aunque lo veamos difícil, gracias a Dios, la vida sigue, los conmilitones presentes dedicamos unos muy largos minutos a compartir con los demás los apreciados embarazos, nacimientos y alegrías que nos dan nuestros hijas y, sobre todo nuestros nietos.
Y ya, porque su memoria no da para más, el custodio, termina la crónica de las comidas del segundo jueves del mes de septiembre de 2020, deseando a todos los conmilitones, salud, amor y, sobre todo, paz.
Nota
Las fotografías de la comida virtual es de Gaspar y la de la presencial es de una señora encantadora que, no sabemos cómo, Gurri cazó al azar.

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