Pues resulta que sí que, como cada jueves desde que nos castigaron sin salir de casa, a las doce del mediodía del 28 de mayo de 2020, con la puntualidad de personas que pocas veces han estado holgadas de tiempo, ocho, diez, doce, catorce, veintidós o treinta y siete conmilitones más o menos, el número es por completo inexacto porque desde que el gobierno con toda la cara, sin parar nos miente, cualquier guarismo se torna oscuro. Así, como si fuera un milagro, hemos entrado todos en eso que Ramiro llama unas veces el zoom y otras mí sala de reuniones y, enseguida, porque el lugar es inmenso, sentados en cómodos sillones y sobrando sitio por todas partes, sin más preámbulo ha comenzado la reunión del último jueves de este mes de mayo.
La conversación, inteligente y fluida, salvo cuando habla Josemari (que hoy, cosa rara, no ha venido), no ha sido acaparada por nadie; la verdad es que si alguno lo hubiera intentado nunca lo hubiera conseguido: estar atentos a las pantallas de los ordenadores, las tabletas o los smartphones para que, de acuerdo con las instrucciones recibidas de nuestros maestros de informática, todos ellos nietos de entre seis y ocho años, no se escapen las imágenes y se escuche de cuando en cuando alguna palabra emitida por los conmilitones, es un esfuerzo tan grande que cualquier distracción con malos o buenos pensamientos es inviable.
Cierto es que, además, durante un rato, entre murmullos, se pudieron escuchar las buenas y malas nuevas que Fernando aportó sobre las últimas bobadas y mal haceres del gobierno en la gestión de la pandemia y la descarada destrucción que está consiguiendo de la economía de los españoles y de la nación española.
Pero lo mejor de todo lo ocurrido en la reunión del 28 de mayo de 2020 es que varios conmilitones, esos raros que han conseguido mantener la atención el suficiente tiempo, se han enterado de cosas que hasta ahora se habían mantenido, como si fueran secretos, en la intimidad de las casas en que viven nuestros compañeros. Y digo “viven” porque desde que Eduardo descubrió que todos estamos casados con la misma mujer, poco a poco también ha quedado claro que “la casa es suya”, aunque, generosamente, nos deja vivir con ella. Incluso, en este fructífero día también hemos sabido que la obediencia, para los conmilitones, es un hábito tan arraigado que ni siquiera nos damos cuenta de que estamos, una y otra vez, siempre, obedeciendo.
¡Ah! Esto es importante, José Luis ha anunciado que el 11 de junio, segundo jueves del mes, siempre que nos den permiso en casa, volveremos a reunirnos en la terraza del Club Mirasierra para tener nuestra comida mensual. Como es natural este Custodio, inmediatamente y sin pensarlo dos veces, ha anunciado a los cuatro vientos que estará en la comida…sin decir una palabra sobre la necesidad que tiene de mantenerse durante tres semanas completas calladito del todo y evitar así que se enteren sus hijas de que ha hecho planes para salir lejos de casa y, sin permiso previo, ir a la comida.
Para terminar, decir y resaltar que todo lo anteriormente expuesto es puro relleno para introducir e insinuar lo más importante de cuanto ha sucedido hoy en la sala de reuniones: el lugar, además de muchos tesoros y entradas virtuales, tiene dos puertas muy reales, una de acero, forrada de terciopelo, con cerradura mágica y llaves de oro que a Ramiro dio Barba Azul para abrir y cerrar cada vez que entra o sale de la intimidad y otra puerta, la más secreta, ¿de qué será?, hoy el Custodio la ha visto con sus ojos, que se abre y cierra casi sola cuando Ramiro, con otro conmilitón, emulando con ingenio a los antiguos hechiceros, por ella entran en alguna parte para trabajar en algo, ¡no lo diré qué!, ¡no temas Ramiro, no temas “otro conmilitón”!, es increíble el placer que se siente teniendo en las manos un gran secreto y, aunque sea por unos días, callarlo.

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