Acudir a una
reunión sabiendo que se celebra en una sala oculta en una nube, con una puerta cuya
llave es una clave y en la que para entrar se precisa contraseña es, aún a
nuestros años, una apasionante aventura.
Y sí, esta es la crónica del
encuentro que hoy, justo al mediodía,
convocados por José Luis, en la sala virtual, con música de piano, que Ramiro ha alquilado en alguna
parte para uso y solaz de sus compañeros, hemos mantenido el grupo de los once,
doce o trece, es imposible determinar el número exacto, sentados cada uno en su
mesa, los conmilitones.
Y si a los
que estamos algo sordos nos parece que
es mucho el ruido que llena el comedor del Club Mirasierra en la comida de cualquiera de los segundos jueves
de cada mes, hoy hemos descubierto que
aquel ruido, comparado con lo que hoy resuena en la sala de Ramiro, es nada. Por
ello, y porque el Custodio, como todos, es algo “mayor” y está más bien sordo, es posible
que de lo mucho que se ha hablado en la reunión de hoy algo, quizá bastante, puede
haber omitido y, consecuente él, pide disculpas.
Pero, antes
de cualquier cosa, proclamar a gritos, ¡para que se enteren los que no
estuvieron!, que todos, todos, los asistentes estaban muy limpios, con la cara
lavada, bien peinados y remojados con colonias de esas que estaban de moda
cuando conocieron a las encantadoras señoras, tres o cuatro, que por encima del hombro de sus maridos, se han asomado a la sala para saludarnos y, sobre todo, para comprobar que de peligroso no había
nada.
Terminados
los preliminares, iremos a lo acontecido
y, como aperitivo, la intervención de Josemari que, nada más entrar en
la sala, a las 12:01, emulando al
Sánchez, largó, como suyos, aunque algo disimulados, del todo suyos, los
siguientes versos:
¿Qué fue de tanto
galán,
qué fue de tanta
invención
como trajeron?
Las justas y los
torneos,
paramentos, bordaduras
y cimeras,
¿fueron sino devaneos?
¿qué fueron sino
verduras
de las eras?
¿Qué se hicieron las
damas,
sus tocados, sus
vestidos,
sus olores?
¿Qué se hicieron las
llamas
de los fuegos
encendidos
de amadores?
¿Qué se hizo aquel
trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel
danzar,
aquellas ropas
chapadas
que traían?
Apenas escuchado el aquellas ropas chapadas que traían,
espoleado por los versos del poeta castellano, Gaspar se lanzó a inmortalizar,
con imágenes que parecen santas, los hechos y los dichos vistos y escuchados
entre los muchos ruidos y las pocas pausas.
¿Lamentos?
¿Quejas? ¿Maldiciones? Pues sí, muchas, tantas que son mucho más largas que el, ¿breve?, más o menos medio capítulo de un libro que, para que no lo olvidemos, no
está claro si leyó o recitó de memoria José Luis y que dice así:
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero
acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en
astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más
vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados,
lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las
tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de
velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de
entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía en su casa una ama
que pasaba de los cuarenta y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo
de campo y plaza que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la
edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años. Era de complexión recia, seco
de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir
que tenía el sobrenombre de «Quijada», o «Quesada», que en esto hay alguna
diferencia en los autores que deste caso escriben, aunque por conjeturas
verisímiles se deja entender que se llamaba «Quijana». Pero esto importa poco a
nuestro cuento: basta que en la narración dél no se salga un punto de la
verdad.…
Como es
natural, a José Luis no le dio tiempo para afirmar que era él el autor de lo perfectamente leído o declamado, porque Cesar, recién llegado de
Alaska, que en su casa tiene dos juguetes,
uno que se llama audio y el otro que se llama vídeo, le
dio un por ahí y, entrecruzando ambos los convirtió en sòlidas carracas
que durante dos minutos, casi tres, llenaron la sala
con estruendosos ruidos.
Claro que,
menos mal, por una vez para volver a epatarnos, el Josemari improvisó, ¡qué
capacidad! ¡qué sabiduría! ¡cuán hábil su trapacería!, nuevos versos:
Y me anulo y me atribulo
y mi horror no disimulo,
pues aunque el nombre te asombre,
quien obra así tiene un nombre,
y ese nombre es el de …chulo.
y mi horror no disimulo,
pues aunque el nombre te asombre,
quien obra así tiene un nombre,
y ese nombre es el de …chulo.
…..
Tu dote es colosal,
cual mi fortuna,
y es tan alta tu cuna,
es nuestra estirpe de tan alta rama,
que esto grabé en mi torre de Porcuna:
“La cuna de los Manso de Jarama,
a fuerza de ser alta, cual ninguna,
más que cuna, dijérase que es cama”.
………
y es tan alta tu cuna,
es nuestra estirpe de tan alta rama,
que esto grabé en mi torre de Porcuna:
“La cuna de los Manso de Jarama,
a fuerza de ser alta, cual ninguna,
más que cuna, dijérase que es cama”.
………
¿Es que tan mal
expreséme,
doncel, que no comprendióme?
¿No miróme?¿No escuchóme?
¿Tan poco afable mostréme
que apenas viome ya odióme?
doncel, que no comprendióme?
¿No miróme?¿No escuchóme?
¿Tan poco afable mostréme
que apenas viome ya odióme?
…………
Todas por mí como un trapo,
y con igual pretensión…
¡Ay, infeliz del varón
que nace, cual yo, tan guapo!
……….
Todas por mí como un trapo,
y con igual pretensión…
¡Ay, infeliz del varón
que nace, cual yo, tan guapo!
……….
¡Clava en mis carnes
tu acero!
¡Sacia tu venganza en mí
Si no has de quererme ya!
¡Hiere, Mendo, por Alá!
¡Sacia tu venganza en mí
Si no has de quererme ya!
¡Hiere, Mendo, por Alá!
….
Es que tu inocencia
ignora
que a más de una hora, señora,
las siete media es un juego.
Y un juego vil
que no hay que jugarlo a ciegas,
pues juegas cien veces, mil,
y de las mil, ves febril
que o te pasas o no llegas.
Y el no llegar da dolor,
pues indica que mal tasas
y eres del otro deudor.
Mas ¡ay de ti si te pasas!
¡Si te pasas es peor!
que a más de una hora, señora,
las siete media es un juego.
Y un juego vil
que no hay que jugarlo a ciegas,
pues juegas cien veces, mil,
y de las mil, ves febril
que o te pasas o no llegas.
Y el no llegar da dolor,
pues indica que mal tasas
y eres del otro deudor.
Mas ¡ay de ti si te pasas!
¡Si te pasas es peor!
Al terminar,
¡qué valor! Josemari, puesto en pie agradeció los aplausos y prometió
trabajará a destajo para traer la próxima
semana nuevos y aún mejores más versos.
Antonio que,
en el encierro se ha cortado el pelo, explicó cómo, cuándo y de dónde llega, si
lo pides, a tu casa un buen cordero y, aunque el Custodio no lo escucho del
todo, hizo algún elogio a algo, también de comer, que suena como Makkila o algo
así.
Y el otro
Antonio, por no ser menos, con seriedad y rigor, informó sobre la forma de hacer los pedidos, el tiempo de espera y la
calidad del envasado de los grandes supermercados, las tiendas de barrio y los
servicios de comidas más finos, completos de todo el “in”.
Fernando,
¡cuánto sabe este conmilitón, que precisión! Nos dio algunas noticias para que, bien
informados, sepamos cuándo los hijos van a salir del encierro, los nietos van a correr en todos los parques
y como nosotros, salvo que nos disfracemos de policías, guardias civiles,
mensajeros, diputadas de Podemos o amigos de Sánchez, seguiremos prisioneros, entre
las paredes de nuestras casas.
Pedro, como
siempre, estuvo bastante callado y muy prudente. Quizá echaba de menos al
tesorero que, ya se sabe, porque hoy no había dinero, no ha venido.
Diego, por
presumir que no quede, mirándonos fijo, apoyado en las rodillas, sin decir
palabra ha dado la vuelta a la silla y saltado entre seis y veinte veces.
Eduardo, aunque ha llegado un poco tarde, nos ha mostrado, como antes lo habían hecho
Fernando y Antonio, sin decir palabra,
quien manda en su casa.
El Gurri,
¡ah el Gurri!, porque no le queda chocolate, por distraernos un poco, con una máscara y
hablando la lengua, ha llegado a la sala disfrazado de alemán.
Y ya, el
Custodio porque no tiene fuerza ni tiempo para más no tiene más, deja la crónica como está y
reserva las fuerzas que le quedan para contar la reunión, también virtual, que tendremos los conmilitones a las 12:00 horas
del día jueves de la próxima semana.
Las
fotografías, como siempre, son de Gaspar
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