viernes, 17 de abril de 2020

DE LA REUNIÓN, SIN COMIDA, DEL JUEVES 16 DE ABRIL DE 2020




Acudir a una reunión sabiendo que se celebra en una sala oculta en una nube, con una puerta cuya llave es una clave y en la que para entrar se precisa contraseña es, aún a nuestros años, una apasionante aventura.

Y sí, esta es la crónica del encuentro que  hoy, justo al mediodía, convocados por José Luis, en la sala virtual, con música de piano,  que Ramiro ha alquilado en alguna parte para uso y solaz de sus compañeros, hemos mantenido el grupo de los once, doce o trece, es imposible determinar el número exacto, sentados cada  uno en su mesa, los conmilitones. 



Y si a los que estamos algo sordos nos parece  que es mucho el ruido que llena el comedor del Club Mirasierra  en  la comida de cualquiera de los segundos jueves de cada mes, hoy  hemos descubierto que aquel ruido, comparado con lo que hoy resuena en la sala de Ramiro, es nada. Por ello, y porque el Custodio, como todos, es algo “mayor” y está más bien sordo, es posible que de lo mucho que se ha hablado en la reunión de hoy algo, quizá bastante, puede haber omitido y, consecuente él, pide disculpas.



Pero, antes de cualquier cosa, proclamar a gritos, ¡para que se enteren los que no estuvieron!, que todos, todos, los asistentes estaban muy limpios, con la cara lavada, bien peinados y remojados con colonias de esas que estaban de moda cuando conocieron a las encantadoras señoras, tres o cuatro, que  por encima del hombro de sus maridos, se han asomado a la sala para saludarnos y, sobre todo, para comprobar que de peligroso no había nada.



Terminados los preliminares, iremos a lo acontecido  y, como aperitivo, la intervención de Josemari que, nada más entrar en la sala, a las 12:01,  emulando al Sánchez, largó, como suyos, aunque algo disimulados, del todo suyos, los siguientes versos:


¿Qué fue de tanto galán,

qué fue de tanta invención

como trajeron?

Las justas y los torneos,

paramentos, bordaduras

y cimeras,

¿fueron sino devaneos?

¿qué fueron sino verduras

de las eras?

¿Qué se hicieron las damas,

sus tocados, sus vestidos,

sus olores?

¿Qué se hicieron las llamas

de los fuegos encendidos

de amadores?

¿Qué se hizo aquel trovar,

las músicas acordadas

que tañían?

¿Qué se hizo aquel danzar,

aquellas ropas chapadas

que traían?


Apenas  escuchado el aquellas ropas chapadas que traían, espoleado por los versos del poeta castellano, Gaspar se lanzó a inmortalizar, con imágenes que parecen santas, los hechos y los dichos vistos y escuchados entre los muchos ruidos y las pocas pausas.



¿Lamentos? ¿Quejas? ¿Maldiciones? Pues sí, muchas, tantas que son mucho más largas que el, ¿breve?, más o menos medio capítulo de un libro que, para que no lo olvidemos, no está claro si leyó o recitó de memoria José Luis y que dice así: 

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años. Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de «Quijada», o «Quesada», que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben, aunque por conjeturas verisímiles se deja entender que se llamaba «Quijana». Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.…


Como es natural, a José Luis no le dio tiempo para afirmar que era él el autor de lo perfectamente leído o declamado, porque Cesar, recién llegado de Alaska, que en su casa tiene dos juguetes,  uno que se llama audio y el otro que se llama vídeo, le dio un por ahí y, entrecruzando ambos los convirtió en sòlidas carracas que  durante dos minutos, casi tres,  llenaron la sala con  estruendosos ruidos.



Claro que, menos mal, por una vez para volver a epatarnos, el Josemari improvisó, ¡qué capacidad! ¡qué sabiduría! ¡cuán hábil su trapacería!, nuevos versos: 

Y me anulo y me atribulo
y mi horror no disimulo,
pues aunque el nombre te asombre,
quien obra así tiene un nombre,
y ese nombre es el de …chulo.

…..

Tu dote es colosal, cual mi fortuna,
y es tan alta tu cuna,
es nuestra estirpe de tan alta rama,
que esto grabé en mi torre de Porcuna:
“La cuna de los Manso de Jarama,
a fuerza de ser alta, cual ninguna,
más que cuna, dijérase que es cama”.
………

¿Es que tan mal expreséme,
doncel, que no comprendióme?
¿No miróme?¿No escuchóme?
¿Tan poco afable mostréme
que apenas viome ya odióme?

…………
Todas por mí como un trapo,
y con igual pretensión…
¡Ay, infeliz del varón
que nace, cual yo, tan guapo!
……….

¡Clava en mis carnes tu acero!
¡Sacia tu venganza en mí
Si no has de quererme ya!
¡Hiere, Mendo, por Alá!

….

Es que tu inocencia ignora
que a más de una hora, señora,
las siete media es un juego.
Y un juego vil
que no hay que jugarlo a ciegas,
pues juegas cien veces, mil,
y de las mil, ves febril
que o te pasas o no llegas.
Y el no llegar da dolor,
pues indica que mal tasas
y eres del otro deudor.
Mas ¡ay de ti si te pasas!
¡Si te pasas es peor!



Al terminar, ¡qué valor! Josemari, puesto en pie agradeció los aplausos y prometió  trabajará a destajo para  traer la próxima semana nuevos y aún mejores más versos.

Antonio que, en el encierro se ha cortado el pelo, explicó cómo, cuándo y de dónde llega, si lo pides, a tu casa un buen cordero y, aunque el Custodio no lo escucho del todo, hizo algún elogio a algo, también de comer, que suena como Makkila o algo así.



Y el otro Antonio, por no ser menos, con seriedad y rigor,  informó sobre la forma de hacer los pedidos, el tiempo de espera y la calidad del envasado de los grandes supermercados, las tiendas de barrio y los servicios de comidas más finos, completos de todo el  “in”.



Fernando, ¡cuánto sabe este conmilitón, que precisión! Nos dio algunas noticias para que, bien informados, sepamos cuándo los hijos van a salir del encierro,  los nietos van a correr en todos los parques y  como nosotros, salvo que nos disfracemos de policías, guardias civiles, mensajeros, diputadas de Podemos o amigos de Sánchez, seguiremos prisioneros, entre las paredes de nuestras casas.



Pedro, como siempre, estuvo bastante callado y muy prudente. Quizá  echaba de menos al tesorero que, ya se sabe, porque hoy no había dinero, no ha venido.



Diego, por presumir que no quede, mirándonos fijo, apoyado en las rodillas, sin decir palabra ha dado  la vuelta a la silla y saltado  entre seis y veinte veces.  

Eduardo, aunque  ha llegado un poco tarde,  nos ha mostrado, como antes lo habían hecho Fernando y Antonio,  sin decir palabra, quien manda en su casa.



El Gurri, ¡ah el Gurri!, porque no le queda chocolate, por distraernos un poco, con una máscara y hablando la lengua, ha llegado a la sala  disfrazado  de alemán.



Y ya, el Custodio porque no  tiene fuerza ni tiempo para más no tiene más,  deja la crónica  como está y reserva  las fuerzas que le quedan para  contar la reunión, también virtual,  que tendremos los conmilitones a las 12:00 horas del  día jueves de la próxima semana.



Las fotografías, como siempre, son de Gaspar







































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