domingo, 13 de enero de 2019

DE LA COMIDA DEL DÍA 10 DE ENERO DE 2019




El día frío y luminoso, propio del invierno de Madrid, ha sido testigo de la primera comida del año 2019, el año en que se cumplen 58 desde que salimos del colegio y 65 desde que comenzamos el bachillerato…solo pensarlo, aunque alegra el alma, produce escalofríos.
Y sí, de los 16 asistentes, la cuarta parte, es asombroso, responde al nombre de Antonio: el del notario, el que ha venido de Burgos, el que vive en un prado asturiano y el que, ¡que delicia de hombre!, sonríe siempre…

El aperitivo y el comienzo de la comida han transcurrido sin incidentes. Conversaciones varias, interrumpidas por las sucesivas llegadas, cerveza, vino blanco, aceitunas, sonrisas, y la alegría que a todos nos produce reunirnos y estar juntos. 

Pero, siempre hay un pero: el camarero, luego de quitarnos la mesa  del ventanal y  colocarnos  en la  que está en la entrada del comedor, indecentemente serio, ha exigido y nos ha obligado a escucharle,  en absoluto silencio, para anotar la comanda…y luego, pasados menos de tres minutos, el hombre ha vuelto: que no, que no tengo cocido, que no tengo verdura, que solo tengo lo que tengo y, ¡no se quejen!,   los huevos fritos con patatas,  lomo  o panceta están  bastante buenos…

Como es el segundo mes consecutivo en que, para nuestro grupo, se han terminado los garbanzos, algunos hemos estado a punto de enfadarnos un poco, pero ¡menos mal!, Antonio, el amigo del notario, previsor como es, ha puesto sobre la mesa una botella esférica, elegante, seria y medio llena con un elixir del Olimpo que, enseguida, ha calmado los ánimos.

Durante el primero y el segundo plato, en un extremo de la mesa Josemari ha pretendido convencer a los que estaban próximos de la conveniencia de iniciar el año con un viaje, a Cantabria por supuesto; Antonio, el que ha venido de Burgos, que estaba muy cerca, para asombro de todos, ha aplaudido muchísimo  la idea, tanto tanto que más de uno ha pensado que en los aplausos  escondía un gato. En el centro de la mesa  Santiago, por enésima vez  nos ha tentado: ¿alguien en esta mesa no conoce Turquía? y,  al ver que algunos le han adivinado el pensamiento,  explica: es un viaje estupendo, la primera parada en Estambul, a comprar  en el zoco y a ver el  Bósforo,  luego a Singapur, descansamos allí dos  o tres días y luego a Indonesia, donde hay de todo, ¡que no, que no!, que Indonesia tiene miles de kilómetros y nosotros vamos muy lejos de donde están los volcanes y de donde  campan a sus anchas los terribles maremotos… 

Las palabras de Santiago han producido un relativo silencio que Javier aprovecha para hablar de como eran las cosas en la Persia del Sha, en cómo son aún hoy de asombrosas las que ocurren en India y, sobre todo, cómo es el mundo grande que nosotros comenzamos a descubrir cuando, de jóvenes, tuvimos la fortuna de poder o tener que viajar…

No se han apagado las palabras de Javier cuando se escucha, desde el otro extremo de la mesa, una voz firme, la de José Luis mandando, que dirigida a Antonio pregunta: ¿y del viaje a Burgos qué? 

Y sí, está claro, pronto habrá, este año seguro, un viaje a Cantabria, pero, para prepararnos, primero iremos a Burgos. Así pues, Antonio muchos meses después de haberlo propuesto por primera vez, al fin, podrá explicarnos en la comida de febrero el porqué y el cómo va a ser el programa de lo que vamos a ver, el frio que vamos a pasar y lo bien que vamos a comer durante los dos días que, en la segunda quincena de marzo, recordando al Mío Cid, vamos a pasar en los aledaños de Santa Gadea.

Resuelto el tema del viaje, ¡cuánto esfuerzo!, era ya muy tarde, casi la hora de volver a casa, cuando alguien recordó: Javier, ¿cómo llevas lo del libro de recuerdos? Resumiendo, para no aburrir, diremos que Javier afirma que ha pensado mucho, escrito un poco y que, lo tiene todo muy claro: de los que estamos hoy en la mesa al menos tres, en unos días nos dirá quiénes son los obligados, se reunirán con él y con los compañeros que acudan voluntarios, en una reunión especial para sumar ideas, escuchar el proyecto, informar a todos y dar los primeros pasos. 

 Qué barbaridad, se trataron tantos y tan importantes temas que el custodio, para recuperar fuerzas, tiene que interrumpir esta  escritura con una muy larga siesta…

El libro de Javier, sin apenas darnos cuenta,  ha recuperado un montón de recuerdos que guardados en el olvido surgen con fuerza, nos hacen niños y alegran nuestras almas: los concursos de catecismo, lo de ser cruzados, las filas, la gimnasia, las dignidades, el comedor, lo de los  jueves por la tarde…¡tantas cosas!, y Pedro Oñorbe, recordando que le tocó recitarla  para los mayores,  cuando estábamos en 2º, y que  haciendo gala de su gran memoria, de pie, como cuando tenía 12 años, dio vida a la larga y tradicional  despedida que escribió a finales del siglo XIX el Padre Julio Alarcón SJ, diciendo  así:

Dulcísimo recuerdo de mi vida,
bendice a los que vamos a partir...
¡Oh Virgen del Recuerdo dolorida,
recibe tú mi adiós de despedida,
y acuérdate de mí.
¡Lejos de aquestos tutelares muros,
los compañeros de mi edad feliz
no serán a tu amor jamás perjuros;
conservarán sus corazones puros;
se acordarán de tí!
Mas siento al alejarme una agonía,
cual no suele el corazón sentir...
En palabras de niño, ¿quién confía?
Temo... no sé qué temo, Madre mía,
por ellos y por mí...
Dicen que el mundo es un jardín ameno,
y que áspides oculta a ese jardín...
Que hay frutos dulces de mortal veneno,
que el mar del mundo está de escollos lleno...
¿Y por qué serán así?
Dicen que de esta vida los abrojos
quieren trocar en mundanal festín;
que ellos, ellos motivan tus enojos,
y que ese llanto de tus dulce ojos
¡lo causan ellos, sí!
Ellos, ¡ingratos!, de pesar te llenan
¿Seré yo también sordo a tu gemir?
¡No! Yo no quiero frutos que envenenan,
no quiero goces que a mi madre apenan,
¡No quiero ser así!
Y mientras yo responda a tu reclamo,
mientras me juzgue con tu amor feliz,
y ardiendo en este afecto en que me inflamo,
te diga muchas veces te amo,
¿te olvidarás de mí?
¡Ah, no, dulce recuerdo de mi vida!
Siempre que luche en religiosa lid,
siempre que llora mi alma dolorida,
al recordar mi adiós de despedida,
¡te acordarás de mí!
Y en retorno de amor y fe sincera
jamás sin tu recuerdo he de vivir.
Tuya será mi lágrima postrera...
¡Hasta que muera, Madre; hasta que muera
me acordaré de tí!
Tu en pago, Madre, cuando llegue el plazo
de alzar el vuelo al celestial confin,
estrechándome a ti con dulce abrazo,
no me apartes jamás de tu regazo.
¡No me apartes de ti!

Y hubo más, muchas más cosas en la comida de enero: se habló, y largo del  bolígrafo mágico que, en buenas manos, sigue teniendo inmenso valor; se recordó la historia de Anita Delgado, la Princesa de Kapurthala, que durante algunos años fue vecina de Josemari y de Santi en su casa de la calle Marqués de Urquijo; se habló, con un ejemplar sobre la mesa, de Las asíntotas de Dios, la obra de Jesús Granell que  José Luis ha traído para que la lea Gaspar; de una conferencia sobre la realidad actual del Islam;  hubo quien recordó al Padre Cobos,  la Academia Literaria y Musical y El rey que rabió; se analizó, con pruebas,  la asombrosa inocencia, ¡Josemari!, que teníamos cuando éramos jóvenes y de cómo éramos blandísima cera preparada para ser modelada por las manos, tan temidas por los curas, de astutísimas vírgenes...Tantas cosas y tan interesantes  se trataron en la larga sobremesa del segundo jueves de enero de 2019 que, porque ahora no es el momento, habrán de ser incorporadas, cuando haya espacio y tiempo,  en las crónicas de las comidas de los próximos meses…

Para terminar, y antes de llegar a las fotografías que, con la nueva, atómica y especial, cámara de Gaspar, han tomado José Luis, Josemari y el propio Gaspar; decir que hemos anotado las faltas de Luis y de Lorenzo, justificadas porque tienen que cuidar goteras muy molestas; la de Livinio,  que dice  vendrá en febrero; las de  Asís, Javier y algunos otros, que siguen en sus trece, recalcitrantes, sin venir.






 






 







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