El día frío y luminoso, propio del invierno de Madrid, ha
sido testigo de la primera comida del año 2019, el año en que se cumplen 58
desde que salimos del colegio y 65 desde que comenzamos el bachillerato…solo
pensarlo, aunque alegra el alma, produce escalofríos.
Y sí, de los 16 asistentes, la cuarta parte, es asombroso, responde
al nombre de Antonio: el del notario, el que ha venido de Burgos, el que vive en
un prado asturiano y el que, ¡que delicia de hombre!, sonríe siempre…
El aperitivo y el comienzo de la comida han transcurrido
sin incidentes. Conversaciones varias, interrumpidas por las sucesivas
llegadas, cerveza, vino blanco, aceitunas, sonrisas, y la alegría que a todos nos
produce reunirnos y estar juntos.
Pero, siempre hay un pero: el camarero, luego de quitarnos
la mesa del ventanal y colocarnos
en la que está en la entrada del
comedor, indecentemente serio, ha exigido y nos ha obligado a escucharle, en absoluto silencio, para anotar la
comanda…y luego, pasados menos de tres minutos, el hombre ha vuelto: que no,
que no tengo cocido, que no tengo verdura, que solo tengo lo que tengo y, ¡no
se quejen!, los huevos fritos con
patatas, lomo o panceta están bastante buenos…
Como es el segundo mes consecutivo en que, para nuestro
grupo, se han terminado los garbanzos, algunos hemos estado a punto de
enfadarnos un poco, pero ¡menos mal!, Antonio, el amigo del notario, previsor
como es, ha puesto sobre la mesa una botella esférica, elegante, seria y medio
llena con un elixir del Olimpo que, enseguida, ha calmado los ánimos.
Durante el primero y el segundo plato, en un extremo de la
mesa Josemari ha pretendido convencer a los que estaban próximos de la
conveniencia de iniciar el año con un viaje, a Cantabria por supuesto; Antonio,
el que ha venido de Burgos, que estaba muy cerca, para asombro de todos, ha
aplaudido muchísimo la idea, tanto tanto
que más de uno ha pensado que en los aplausos
escondía un gato. En el centro de la mesa Santiago, por enésima vez nos ha tentado: ¿alguien en esta mesa no
conoce Turquía? y, al ver que algunos le
han adivinado el pensamiento, explica:
es un viaje estupendo, la primera parada en Estambul, a comprar en el zoco y a ver el Bósforo, luego a Singapur, descansamos allí dos o tres días y luego a Indonesia, donde hay de
todo, ¡que no, que no!, que Indonesia tiene miles de kilómetros y nosotros
vamos muy lejos de donde están los volcanes y de donde campan a sus anchas los terribles maremotos…
Las palabras de Santiago han producido un relativo silencio
que Javier aprovecha para hablar de como eran las cosas en la Persia del Sha, en
cómo son aún hoy de asombrosas las que ocurren en India y, sobre todo, cómo es el
mundo grande que nosotros comenzamos a descubrir cuando, de jóvenes, tuvimos la
fortuna de poder o tener que viajar…
No se han apagado las palabras de Javier cuando se escucha,
desde el otro extremo de la mesa, una voz firme, la de José Luis mandando, que
dirigida a Antonio pregunta: ¿y del viaje a Burgos qué?
Y sí, está claro, pronto habrá, este año seguro, un viaje a
Cantabria, pero, para prepararnos, primero iremos a Burgos. Así pues, Antonio
muchos meses después de haberlo propuesto por primera vez, al fin, podrá explicarnos
en la comida de febrero el porqué y el cómo va a ser el programa de lo que
vamos a ver, el frio que vamos a pasar y lo bien que vamos a comer durante los
dos días que, en la segunda quincena de marzo, recordando al Mío Cid, vamos a
pasar en los aledaños de Santa Gadea.
Resuelto el tema del viaje, ¡cuánto esfuerzo!, era ya muy
tarde, casi la hora de volver a casa, cuando alguien recordó: Javier, ¿cómo
llevas lo del libro de recuerdos? Resumiendo, para no aburrir, diremos que
Javier afirma que ha pensado mucho, escrito un poco y que, lo tiene todo muy
claro: de los que estamos hoy en la mesa al menos tres, en unos días nos dirá quiénes
son los obligados, se reunirán con él y con los compañeros que acudan
voluntarios, en una reunión especial para sumar ideas, escuchar el proyecto,
informar a todos y dar los primeros pasos.
Qué barbaridad, se
trataron tantos y tan importantes temas que el custodio, para recuperar fuerzas,
tiene que interrumpir esta escritura con
una muy larga siesta…
El libro de Javier, sin apenas darnos cuenta, ha recuperado un montón de recuerdos que guardados en el olvido surgen con fuerza, nos
hacen niños y alegran nuestras almas: los concursos de catecismo, lo de ser
cruzados, las filas, la gimnasia, las dignidades, el comedor, lo de los jueves por la tarde…¡tantas cosas!, y Pedro
Oñorbe, recordando que le tocó recitarla
para los mayores, cuando
estábamos en 2º, y que haciendo gala de
su gran memoria, de pie, como cuando tenía 12 años, dio vida a la larga y
tradicional despedida que escribió a
finales del siglo XIX el Padre Julio Alarcón SJ, diciendo así:
Dulcísimo recuerdo de
mi vida,
bendice a los que
vamos a partir...
¡Oh Virgen del
Recuerdo dolorida,
recibe tú mi adiós de
despedida,
y acuérdate de mí.
¡Lejos de aquestos
tutelares muros,
los compañeros de mi
edad feliz
no serán a tu amor
jamás perjuros;
conservarán sus
corazones puros;
se acordarán de tí!
Mas siento al alejarme
una agonía,
cual no suele el
corazón sentir...
En palabras de niño,
¿quién confía?
Temo... no sé qué
temo, Madre mía,
por ellos y por mí...
Dicen que el mundo es
un jardín ameno,
y que áspides oculta a
ese jardín...
Que hay frutos dulces
de mortal veneno,
que el mar del mundo
está de escollos lleno...
¿Y por qué serán así?
Dicen que de esta vida
los abrojos
quieren trocar en
mundanal festín;
que ellos, ellos
motivan tus enojos,
y que ese llanto de
tus dulce ojos
¡lo causan ellos, sí!
Ellos, ¡ingratos!, de
pesar te llenan
¿Seré yo también sordo
a tu gemir?
¡No! Yo no quiero frutos
que envenenan,
no quiero goces que a
mi madre apenan,
¡No quiero ser así!
Y mientras yo responda
a tu reclamo,
mientras me juzgue con
tu amor feliz,
y ardiendo en este
afecto en que me inflamo,
te diga muchas veces
te amo,
¿te olvidarás de mí?
¡Ah, no, dulce
recuerdo de mi vida!
Siempre que luche en
religiosa lid,
siempre que llora mi
alma dolorida,
al recordar mi adiós
de despedida,
¡te acordarás de mí!
Y en retorno de amor y
fe sincera
jamás sin tu recuerdo
he de vivir.
Tuya será mi lágrima
postrera...
¡Hasta que muera,
Madre; hasta que muera
me acordaré de tí!
Tu en pago, Madre,
cuando llegue el plazo
de alzar el vuelo al
celestial confin,
estrechándome a ti con
dulce abrazo,
no me apartes jamás de
tu regazo.
¡No me apartes de ti!
Y hubo más, muchas más cosas en la comida de enero: se
habló, y largo del bolígrafo mágico que,
en buenas manos, sigue teniendo inmenso valor; se recordó la historia de Anita Delgado, la Princesa
de Kapurthala, que durante algunos años fue vecina de Josemari y de Santi en su
casa de la calle Marqués de Urquijo; se habló, con un ejemplar sobre la mesa,
de Las asíntotas de Dios, la obra de Jesús Granell que José Luis ha traído para que la lea Gaspar;
de una conferencia sobre la realidad actual del Islam; hubo quien recordó al Padre Cobos, la Academia Literaria y Musical y El rey que rabió; se analizó, con
pruebas, la asombrosa inocencia,
¡Josemari!, que teníamos cuando éramos jóvenes y de cómo éramos blandísima cera
preparada para ser modelada por las manos, tan temidas por los curas, de
astutísimas vírgenes...Tantas cosas y tan interesantes se trataron en la larga sobremesa del segundo
jueves de enero de 2019 que, porque ahora no es el momento, habrán de ser
incorporadas, cuando haya espacio y tiempo,
en las crónicas de las comidas de los próximos meses…
Para terminar, y antes de llegar a las fotografías que, con
la nueva, atómica y especial, cámara de Gaspar, han tomado José Luis, Josemari
y el propio Gaspar; decir que hemos anotado las faltas de Luis y de Lorenzo,
justificadas porque tienen que cuidar goteras muy molestas; la de Livinio, que dice vendrá en febrero; las de Asís, Javier y algunos otros, que siguen en sus trece, recalcitrantes, sin
venir.


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