Excepcional, la comida
del segundo jueves de febrero ha sido, como siempre y más que siempre, un
acontecimiento excepcional, digno de
glosar y valioso para recordar.
Los conmilitones, que bien vestidos, muy limpios, los rostros
sonrientes y llenos de ilusión, a las dos y
media de la tarde, apenas nos dimos unos a otros la bienvenida,
recibimos la primera y agradable sorpresa: una fotografía en papel que para
cada uno de los asistentes había y
traído José Luis Sánchez Fernández Valderrama.
El tiempo del aperitivo
fue, por la urgencia de conversar todos juntos, aunque delicioso, muy corto: a las tres, los dieciséis conmilitones
estábamos sentados alrededor de la mesa.
Primero noticias de los
ausentes: Livinio, Fernando y Javier están mejor y, de las operaciones en curso, todavía esperamos los resultados.
Enseguida, sin solución
de continuidad, Santi Entrecanales, puesto en pie, ofreció beber entre todos,
antes de la comida, la botella del aguardiente de 130 años que cada mes de
enero recibe de alguien muy secreto y
misterioso. La botella circuló por la
mesa, llenó las copas y, con el donante,
brindamos todos.
Los platos de pasta,
huevos, potajes y verduras, pescados, carnes y cocido, regados todo con vino, entre conversaciones vivas,
desparecieron pronto de la mesa; antes de que llegaran los postres, Gaspar tomó la palabra
para anunciar que había llegado el momento
justo para hablar de temas serios y se hizo
el silencio: Fernando Ocáriz es, desde
enero, nombrado por el Papa Francisco, Prelado del Opus
Dei…hay que escribirle una carta.
Un aluvión de voces
llenó la mesa, todos queríamos tomar la palabra. Alguien lo consiguió primero e
hizo posible que entre expertos, Echánove y Herrero,
explicasen el sistema que el Opus Dei tiene para la elección de su Prelado; por supuesto,
en términos generales los conmilitones, aunque con algunas dudas, lo entendimos
todo: llegar a Prelado es necesario, además
de otras muchas cosas, ser muy listo y
muy santo.
Con estas premisas,
terminados los postres, la discusión, amistosa
y muy bronca, se centró en el tema crucial, en la carta.
Javier Herrero leyó un
texto: ¡muy bien, muy bien!, muchos aplausos, ¡que hermosa carta!
Pedro Oñorbe, con voz muy alta, leyó otra carta: ¡muy bien, muy
bien! muchos aplausos, ¡esto sí que es una buena carta!
Y se armó la de Dios es
Cristo…una carta, la otra carta, una parte de cada carta, las dos cartas; ¡que
no, que no, que hay que escribir,
aprovechando todo lo bueno que tienen
estas, otra carta. Al final alguien, propuso y nadie se opuso, que el
Custodio escribiera, eso sí, con mucho
cuidado y como le diera la gana, otro
borrador de carta.
Más tarde, olvidado el
café, consumido el chocolate de Gurri, terminado el aguardiente, tratados otros temas
pendientes, de esos que no se habla, pasadas las seis, casi a las siete de la tarde, los conmilitones, con
el deber cumplido, alegres y muy satisfechos, nos despedimos para volver a casa.
Nota: El pleno de
conmilitones entiende que la magnífica sugerencia de Santi Gil-Casares en la
comida de enero, porque fue escuchada y bien entendida por todos, ha sido un grandísimos
inenarrable.
En las fotografías que tomó José Luis García Calleja para que fueran el testimonio gráfico de la presencia
de los conmilitones en la comida del día
9 de febrero de 2017.
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