La
verdad es que este año la cabalgata resultó algo mejor que la del año pasado,
pero un poco nada más.
Cierto
es que nuestra peculiar señora Carmena permitió que SS.MM. y todo el séquitoque
los acompañaba, vistieran en tan señalado acontecimiento unos ropajes que intentaban
recordar a los de su ancestral época, en
lugar de los andrajos que fueron obligados a “lucir” el pasado año. Hasta ahí
llegó la mejoría.
Terminado
el desfile, según “fuentes generalmente bien informadas”, los reyes y sus
ayudantes se retiraron a una corrala de “okupas” que las autoridades
“competentes” (¡Ja!) les habían asignadode cara ala parafernalia que requería
la frenética labor aun pendiente en tan señalada noche.
Tras
consumir una sucinta colación, comenzó la carga de juguetes y demás a lomos de
los camellos. Finalizada esta labor ya bien entrada la noche, las caravanas con
sus dotaciones de pajes, servidores, etc., se dirigieron a los barrios asignados
a cada una de ellas.
No
se que hora sería, por lo menos las……¡que se yo…o más! Cuando suena el teléfono
y al otro lado del hilo (o Internet o lo que sea) oigo la voz de mi tocayo el
Rey Mago Gaspar, con quien, dados mi nombre y mi natural don de gentes,
mantengo una fluida relación personal que viene de “abuelengos”.
Con
profunda irritación me dice que los “agentes de movilidad” municipales se han empecinado
y siguiendo órdenes superiores, impiden el acceso de los camellos a los barrios
de Salamanca, Chamberí y Chamartín, alegando razones de contaminación ambiental
nocturna debido a los gases de escape emitidos por estos animalitos, provocados
por la antigüedad de su unidad motriz. Madame Carmena ha promulgado un bando,
no solo prohibiendo su circulación por los citados barrios, sino que el resto de
animales únicamente podrá circular las noches pares, si su distintivo es par, y
las noches impares en caso contrario. Eso si, durante el día sin restricciones.
Su
Majestad sugiere que se sustituyan a toda prisa los camellos por acémilas o
jumentos para el reparto de regalos. Astuta propuesta, toda vez que el bando nocita
expresamente a estos últimos.
Después
de una monumental bronca con los agentes de movilidad y policías municipales, los
Pajes y ayudantes de SS.MM. van trasladando a toda prisa la carga de los
camellos a los jumentos, con la peculiaridad de que una buena parte de los policías,
que en el tumulto se habían sumado a las tesis de los Reyes Magos, se
decidieron a colaborar en la tarea.
Como
el barullo enseguida trascendió, al retener los agentes a los propios Magos de
Oriente junto a sus camellos, en espera de no se sabe qué, rápidamente hicieron
acto de presencia varios ediles municipales afines a la “señá” Carmena, excitados,
seguramente, sus deseos de notoriedad al pensar que se trataba de algún
“escrache” o inexplicable desalojo.
Error
fatal.
Entre
el frío, las sombras de la noche y sobre todo el asilvestrado aspecto de los
ediles, muy del estilo de los asnos, se produjo la previsible equivocación de la
mayoría de policías y pajes de los reyes, quienes pretendieron cargar, a base
de palos ¡claro!, los lomos de los concejales con los paquetes que trasladaban
desde los camellos. La que se volvió a montar fue parda. Volaban papeleras, coces,
las porras de los guardias no paraban, los látigos de los pajes hacían silbar
el aire. ¡Sooooo muuuula!, ¡fascistas!, ¡tu madre!, ¡la
tuya cabrón!, etc., etc.
Al
final todos a comisaría entre las coces, perdón voces, de los ediles. Allí, a
duras penas terminó por imponerse la cordura y con unos roscones regados con
abundante orujo y cazalla, según los gustos, se acabó firmando el armisticio.
Cada uno a su casa y Dios a la de todos.
Los
Magos emprendieron su regreso a Oriente, pero desechando el consejo del Ángel
de Dios, tomaron el camino inicial para provocar el encuentro con el mamarracho
de Herodes y freírlo a palos, toda vez que iban bien entrenados.
En
fin, una noche de reyes movidita.
EL GASPI
En Madrid, a 9 de Enero de 2017
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