Un año, un año completo desde que José Luis, escribiendo en el WhatsApp, rompió la más querida tradición de los conmilitones de Areneros 1961. Y lo hizo con estas compungidas palabras: Me rindo. He recibido tantas presiones para suspender la comida de mañana que me he quedado sin argumentos para mantenerla. ¡QUEDA APLAZADA SINE DIE!
Sine die, ¡cuánto dolor se puede encerrar en dos palabras!, llevamos doce meses, resistiendo con el sucedáneo de la “no comida” que, eso sí, todos los jueves, reúne a los conmilitones en la sala de reuniones que, descubierta por Ramiro, cuida y administra Fernando con perseverancia y rigor.
Doce meses, ¿treinta, cuarenta, cincuenta horas en el zoom? Cuando lo piensa, este custodio se asombra de la fortaleza de los vínculos que unen a unos conmilitones, viejos y goterosos, para pasar tantas horas compartiendo recuerdos, hablando de todo y, chinchándose unos a otros, ante las nada agradables pantallas de sus teléfonos, tabletas u ordenadores.
Bien es verdad que algunos “locos”, al menos tres veces a lo largo del año, se han saltado todas las advertencias y, con el riesgo de caer en “lo peor”, en secreto, ”casi pecando”, se han reunido, comido, bebido y hasta se han tocado, en la terraza del Club Mirasierra y, gracias a ellos, el resto de los conmilitones ha conservado la esperanza de volver algún día a la mesa común, para alegrarse juntos por la fortuna inmensa de seguir unidos.
Pero, antes de que la añoranza del pasado y el sueño del futuro haga de esta crónica un sueño no vivido, es obligado escribir unas palabras sobre la última “no comida”, la del jueves 11 de marzo de 2021.
Sí, la “no comida” de ayer fue más o menos como siempre, con casi el mismo contenido:
- El informe, muchas veces repetido, de Fernando sobre la evolución de la pandemia y la esperanza en la vacuna.
- Las repetidas peticiones que hace Javier, cuando lo permite su orgullo de abuelo, para que todos leamos sobre las felices estrategias de los jesuitas, los misterios de la física cuántica, el exotismo de India y el valor actual de la Biblia (esto lo dice para agradar a Jorge Dalda).
- Los exabruptos, entre foto y foto, de Gaspar, que está explosivo.
- Las mal intencionadas puntualizaciones que, cada tres o cuatro minutos saca Antonio de la cartera que ha comprado a su amigo “el notario”.
- Los progresos del Libro que muy pronto los conmilitones van a regalar a sus nietos para que, mirando los santos, vean lo guapos que están sus abuelos.
- Lo ordenada, ¡es un milagro! que sigue estando la cueva en que se esconde el otro Antonio para, en secreto, hablar con los conmilitones o refugiarse cuando está nevando.
- La fiereza de Ramiro, ¡no lo puede evitar!, que
salta cada siete minutos sobre el custodio y le nubla la pantalla del ordenador
usando un desagradable hechizo preparado por esa gitana que se ha echado, él
también, a las calladas, de amiga.
- La presencia de los que, al decir de Jorge (él
sabe), ya están en el Cielo y el recuerdo de los que ahora sufren malas o muy
malas goteras.
- Los dichos de ese conmilitón que, prefiriendo no ser mencionado, repite semanalmente dudosos asertos (ejemplos de estos son, entre otras barbaridades, los que siguen: “Salvo con Jorge, con los curas y los gatos, pocos tratos”, “Entender a un ingeniero es más difícil que entender a una mujer, su cabeza está llena de cables de muchos colores, todos mal integrados”, y “Lo que estaba pasando es que el público del gallinero se estaba bajando al patio de butacas”
- Las “ocurrencias” de Josemari que hoy no incluimos aquí porque no hay espacio, la crónica es larga y aún queda por incluir un gran poema que “el Mazarrasa” ha pensado, declamado por dos veces y que escrito dice así:
MIS AMIGUETES DEL INTERNET.
Nos solemos reunir
una vez a la semana,
amigos sin porvenir
convocados por Aldana.
Somos unos amiguetes
ancianos y desahuciados,
de derechas y rojetes
y ya todos jubilados.
Somos todos amiguetes
feos, viejos y cansados.
Altos, guapos ¡unos fletes¡
en otros tiempos pasados.
Nos ha costado aprender
a usar los ordenadores.
Y seguimos sin saber
las técnicas superiores.
Como ya dije y repito
Fernando Aldana convoca.
Y se cabrea un poquito
si no acudes. Punto en boca.
Fray Jorge Dalda , el más serio.
Y se lo pasa fetén,
ya que está en su Monasterio
rezando por Nos. Amén.
Lorenzo Espiga es doctor.
Un As entre los galenos.
Y nos mira con dolor
al ver lo mal que comemos.
El despacho del Oriol
es un puro disparate.
eso sí: muy Español.
Español pero un dislate.
¿Dislate? Es de pesadilla.
Papeles hasta el pañol
tirados de silla en silla,
y siguen de sol a sol.
Al pie de una buganvilla
el despacho del Oriol.
Ramiro es un buen oyente
silencioso y elegante.
Muy listo pero silente.
Un busto que no es parlante.
Sale cuando le conviene
Oñorbe, el gran Tesorero.
Asoma y se va. Y viene
cuando cree que hay dinero.
José Luis García Calleja
con la frente despejada.
Es una frente compleja,
de la nuca a la papada.
Echánove, el gran abuelo
aparece cual Guadiana.
Pero él como un riachuelo
que no le hace caso a Aldana.
A Eduardo le han dejado
una vista cristalina
pues del ojo le han quitado
al menos una cortina.
Diego Loigorry aparece
por la pequeña pantalla,
y su imagen se enaltece
cuando cuenta su batalla.
Gurri Paíno se llama
Francisco en la realidad.
Le hace la pelota a Aldana
con inmensa intensidad.
Y aunque es un buen chaval
A Suiza viaja a menudo.
¿Chocolate o Capital ?
Es un chico pistonudo.
Gaspar Blein, Gaspi llamado,
reportero fotográfico.
Todo está desenfocado
aunque él nos cae simpático.
Y si no has aparecido
en este verso tan largo,
no te des por agredido
olvidado o preterido.
Mingo me tiene medido
el espacio. Y me la cargo
si añado un solo latido.
Pero esto continuará
P.S. ¿será el siguiente Boullosa,
por mucho que Mingo grite.
o quizás Antonio Urive?
Y tu aparecerás.
Alberdi está que no vive.
Y Mingo…Que grite y se desgañite.
Y a otra cosa mariposa.
NOTA
Las fotografías, todas, son de Gaspar; las seis primeras de la “no comida” del 11 marzo de 2021 y el resto, del pasado lunes, sobrantes de las adornan la contraportada de la primera y magnífica edición de El Libro.
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