Hoy, en plena pandemia y a la espera de la tragedia anunciada, los conmiltones, carpe diem, han celebrado dos magníficas comidas que, por su importancia, merecen ser conocidas y entrar, con espacio propio, en las crónicas del blog Areneros 1961.
La primera comida, convocada por Fernando, para ser virtual, ha sido larga; ha comenzado justo a mediodía y ha terminado a la una y media de la tarde, momento en el que comenzaba la segunda, la especial, la que ha sido presencial.
Junto a Fernando, estaba en Marbella, han participado otros cinco o seis conmilitones: los dos Antonios, el amigo del notario desde su casa y, desde un sillón colocado delante de un decorado lujuriosamente tropical, el señor de la eterna sonrisa; Ramiro, muy cansado de tomar el sol, negro como un tito, sentado en su cuarto de estar y el Custodio, este aún no sabe si ha oído algo (ha perdido los audífonos), o se ha imaginado lo que ha dicho el resto de los asistentes, incluido el ínclito discípulo predilecto del P. Sanz Escorial que, por cierto, ha estado sembrado cuando ha comunicado, con voz emocionada, la llegada al mundo de su nuevo nieto; y, para terminar, Eduardo, ese que se cartea con Monseñor que, para no dejar lugar a ninguna duda, puso a su mujer por testigo de la intimidad que le une con nuestro Prelado.
De lo tratado en la comida hay poco que cualquiera no pueda imaginar: lo muy peligrosa que es, para los viejos, la pandemia; el riesgo que, en consecuencia, tienen algunos conmilitones de quedar confinados, sin salir de casa durante años y años; lo buenos que son casi todos juegando al golf; lo bien que se come en todas partes; lo poco agraciados y más bien feos, que son los miembros del gobierno.
Y, para terminar con la comida virtual, decir que el tema estrella, el que ha sido tratado con mayor profundidad, ha sido la lista de los conmilitones que asistirán, hay apuestas, ¡son unos imprudentes!, a la comida presencial del segundo jueves de septiembre.
En cuanto a la segunda comida, la especial, la presencial, la de verdad, ha comenzado a la una y media de la tarde y a la hora en que se redacta esta crónica, las ocho de la tarde, no ha terminado.
¿El lugar?: Esa preciosa casa que Antonio tiene en Asturias, en medio de un prado, en la parroquia de Santiago del Monte, concejo de Castrillón, y a la que nos invita, hasta ahora sin resultado, cada vez que acude a las comidas del Club Mirasierra.
¿Los asistentes?:El anfitrión, Antonio; el Gurri, ¡mira que es imprudente el Gurri, media España en tres semanas! (seguro que ha malgastando toneladas de chocolate suizo) y, gratísima sorpresa, también ha estado Tomás Crooke Gorría. Y, ¡hasta en esto la comida de este jueves ha sido excepcional!, los tres conmilitones han estado acompañados por tres jovencitas que bien podrían ser sus hijas.
¿La comida?: un magnífico aperitivo, increíbles fabes con almejas de la cocina personal de Antonio y una variedad de postres asturianos que, para evitar envidias, mejor es no detallar. Sobre las bebidas, a más de la sidra, los buenos vinos, aguardientes y esas cosas, no hay palabras para loar tanta maravilla.
¿La conversación? Pues en eso no entramos, no hace falta, aunque en parte atenuada por la presencia de las tres encantadoras jovencitas, ha sido sustancialmente la misma que se ha desplegado en la comida virtual de la mañana y en las presenciales que durante ya muchos años se han celebrado y, esperemos, seguiremos celebrando, los segundos jueves de cada mes en el club Mirasierra.
En fin, una deliciosa comida a la que a todos los conmilitones hubiéramos querido asistir y por la que felicitamos de corazón a nuestros queridos compañeros Antonio, Tomás y Gurrí.
Notas
- De la comida virtual, porque no estaba Gaspar y el Custodio lo ha olvidado, no hay fotografías pero, para compensar, tenemos algunas de la comida presencial.