En la terraza del Club
Mirasierra hoy hemos celebrado la comida “ordinaria” número doscientos y poco
de la promoción de 1961 del Colegio de Areneros. Un verdadero milagro, ¡más de
18 años comiendo juntos una vez al mes!
José Luis, que lo apunta todo,
nos ha regalado hoy dos documentos excepcionales:
· Uno,
que de cuando en cuando nos envía actualizado, con los datos de los
conmilitones activos
· El
otro, con información detallada sobre las 100 comidas que desde el mes de marzo
de 2010 hemos celebrado en el Club Mirasierra, las tres extraordinarias en El
Puntal y la muy especial en Huerta de Piedra, las fechas en que tuvieron lugar
y el detalle de los conmilitones asistentes (1.682 incluidos los 14 del día de
hoy).
Pero no, aunque las comidas
del pasado tienen su encanto, hoy lo más relevante ha sido el recuerdo de Santi
del Hierro recién fallecido y la presencia entrañable del resto de los
conmilitones que a lo largo de los años nos han ido dejando.
Para empezar, Josemari, guasón
como siempre, sacó de alguna parte un
papelito de Ricardo que guardaba, como un preciado
tesoro, inédito hasta hoy y, con voz firme, dijo así:
Pedro
Oñorbe
Nuestro sin par tesorero,
me refiero a Pedro Oñorbe,
toca tantas disciplinas
que abarcando todo el orbe,
invitan a asegurar,
que es el único del mundo
que de una vez sopla y sorbe.
El Torque
Apenas terminados los
aplausos, como antaño compartidos entre
el autor y el lector de los
versos, Gaspar Blein tomó la palabra
para leer, como homenaje a Santi del Hierro, las siguientes líneas:
En la
calurosa mañana del 28 junio de 2018 recibí un WhatsApp con la triste noticia
de que Santiago del Hierro, Santi, compañero de tantos años en Areneros, se
había ido al Padre.
Día difícil, toda vez
que justo un año antes, en 2017, la mujer de otro compañero muy querido subió
también al Cielo. En una fecha de especial significación para ellos por otras
razones.
Este
invierno la salud de Santi se resintió repentinamente y nuestro querido
Conmilitón comenzó a pasarlo mal. Su presencia de ánimo se debilitaba viéndose
sometido a todo tipo de pruebas, análisis y demás. Muy a su pesar dejó de
acudir al Club Mirasierra los segundos jueves de cada mes. No se veía con
fuerza.
Santi era, junto con Josemari Mazarrasa, el más
veterano de las comidas de los compañeros de la promoción de 1961. Ellos dos
fueron el germen de las que, al irse incorporando comensales, llegaron a ser lo
que son hoy.
La imagen que yo tenía de Santiago del Hierro
de los años de colegio era, no sé por qué, la de un alumno serio, muy serio,
estudiante de primera y tal vez, para mí, algo distante.
Esta impresión, después de tanto tiempo, se
esfumó rápidamente al incorporarme, años atrás, a la conmilitancia. Allí estaba
Santi: sencillo, alegre, cercano, cariñoso. Entrañable amigo y compañero, muy
querido por todos. En fin, nada que ver con lo que alguna vez,
inexplicablemente, me imaginé.
Santi ¿Por qué te has ido tan pronto y tan de
repente?
Los designios de Dios, ciertamente, son
inescrutables. A veces, casi siempre, nos cuesta mucho aceptarlos. Sobre todo,
si son distintos a nuestros deseos.
Las palabras de Gaspar fueron muy aplaudidas. Santi fue un hombre de bien, buen amigo, siempre preocupado por los demás y, sin hacer gala de ello, actuando siempre conforme al profundo sentido social que conformaba el ser y el estar de nuestro extraordinario y muy querido compañero.
El resto de la comida trascurrió con
tranquilidad, conversaciones cruzadas, recuerdos de los ausentes, planes de vacaciones, recomendaciones de libros, el chocolate de
Gurri, muchos elogios a los listados de José Luis…en fin, nada que reseñar
salvo que, de pronto, alguien citó al Conde Sisebuto y Josemari, sin
contenerse recitó, ¡qué bandido, cómo conserva la memoria Mazarrasa!, desde
la primera hasta la última palaba el texto de Joaquín Abatí que todos
recordamos pero ninguno podemos ya, sin ayuda, repetir; dijo así:
El Conde Sisebuto
A
cuatro leguas de Pinto
y treinta de Marmolejo,
existió un castillo viejo,
que edificó Chindasvinto.
Lo habitaba un gran señor,
algo feudal, y algo bruto,
se llamaba Sisebuto,
y su esposa Leonor.
Y su hermana Berenguela,
y su tía, Rosalía,
y una tía de su abuela,
que atendía por Mariana.
Y su cuñado Vitelio,
y su hijo mayor, Rogelio.
y treinta de Marmolejo,
existió un castillo viejo,
que edificó Chindasvinto.
Lo habitaba un gran señor,
algo feudal, y algo bruto,
se llamaba Sisebuto,
y su esposa Leonor.
Y su hermana Berenguela,
y su tía, Rosalía,
y una tía de su abuela,
que atendía por Mariana.
Y su cuñado Vitelio,
y su hijo mayor, Rogelio.
Era
una noche de invierno,
noche fría, noche oscura,
noche llena de amargura,
noche atroz, noche de infierno.
En un gótico salón
dormitaba Sisebuto
y un lebrel seco y enjuto
roncaba en el portalón.
noche fría, noche oscura,
noche llena de amargura,
noche atroz, noche de infierno.
En un gótico salón
dormitaba Sisebuto
y un lebrel seco y enjuto
roncaba en el portalón.
Con
gemido lastimero,
el viento afuera silbaba
e imponente se escuchaba
el sonido del aguacero.
el viento afuera silbaba
e imponente se escuchaba
el sonido del aguacero.
Cabalgando
en un corcel
de color verde botella,
raudo como una centella,
llega al castillo un doncel.
de color verde botella,
raudo como una centella,
llega al castillo un doncel.
Empapadas trae las ropas,
por efecto de las aguas,
y como no trae paraguas,
viene el pobre hecho una sopa.
Salta
el foso, llega al muro:
la poterna está cerrada
– ¡Me ha dado mico mi amada! -exclama-
-¡Vaya un apuro!
la poterna está cerrada
– ¡Me ha dado mico mi amada! -exclama-
-¡Vaya un apuro!
De pronto, algo que resbala
siente sobre su cabeza,
alza la mano y tropieza
con la cuerda de una escala.
– ¡Ah! – dice con fiero acento
– ¡Ah! – repite victorioso
– ¡Ah! – vuelve a decir gozoso
– ¡Ah! – y así hasta ciento.
Sube,
que sube, que sube
Trepa, que trepa, que trepa
En brazos cae de un querube,
la hija del Conde, ¡la Pepa!
Trepa, que trepa, que trepa
En brazos cae de un querube,
la hija del Conde, ¡la Pepa!
En lujoso camarín,
introdujo a su adorado,
y al notar que está mojado,
le secó bien con serrín
–
Lisardo, mi bien, mi anhelo,
único ser que yo adoro,
el de la nariz de cielo
el de los pelitos de oro,
¿Qué sientes, dí, dueño mío?,
¿No sientes nada a mi lado?
¿qué sientes, Lisardo amado?
– Siento frío
único ser que yo adoro,
el de la nariz de cielo
el de los pelitos de oro,
¿Qué sientes, dí, dueño mío?,
¿No sientes nada a mi lado?
¿qué sientes, Lisardo amado?
– Siento frío
– ¿Frío has dicho? eso me inquieta
¿Frío has dicho? eso me espanta
No llevarás camiseta, ¿verdad?
¡Pues toma esta manta!
Y
ahora hablemos del cariño
que nuestras almas disloca
Yo te amo como una loca
– Yo te adoro como un niño
– Mi pasión raya en locura
– La mía es un arrebato
– Si no me quieres, me mato
– Si me olvidas, me hago cura.
– ¿Cura tú??!?!?!?!?! ¡¡Por Dios Bendito!!
que nuestras almas disloca
Yo te amo como una loca
– Yo te adoro como un niño
– Mi pasión raya en locura
– La mía es un arrebato
– Si no me quieres, me mato
– Si me olvidas, me hago cura.
– ¿Cura tú??!?!?!?!?! ¡¡Por Dios Bendito!!
No repitas esa frase en jamás de los jamases
¡Pues estaría bonito!
Hija
soy de Sisebuto,
desde mi más tierna infancia
y aunque es un padre muy bruto
y aunque temo sus furores,
y aunque sé a lo que me expongo…
¡¡huyamos!! Vamos al Congo
a ocultar nuestros amores
– Bien has dicho, bien has hablado,
huyamos, aunque se enojen,
y si algún día nos cogen,
que nos quiten lo bailado.
desde mi más tierna infancia
y aunque es un padre muy bruto
y aunque temo sus furores,
y aunque sé a lo que me expongo…
¡¡huyamos!! Vamos al Congo
a ocultar nuestros amores
– Bien has dicho, bien has hablado,
huyamos, aunque se enojen,
y si algún día nos cogen,
que nos quiten lo bailado.
En
esto, un ladrido retumba potente y fiero
– ¿Oyes? -dice el caballero-
es el perro, que me ha olido.
Se abre una puerta excusada,
y, cual horrible huracán,
entra un hombre,
luego un can.
Luego nadie.
Luego nadie.
– ¿Oyes? -dice el caballero-
es el perro, que me ha olido.
Se abre una puerta excusada,
y, cual horrible huracán,
entra un hombre,
luego un can.
Luego nadie.
Luego nadie.
Luego
nadie…
–
¡HIJA INFAME! -ruge el Conde-
¿Qué haces con este señor?
¿Dónde has dejado mi honor?
¿Donde? ¿Donde? ¿Donde?
Y tú, cobarde, villano,
¡antipático! repara
como señalo tu cara
con los dedos de mi mano.
¿Qué haces con este señor?
¿Dónde has dejado mi honor?
¿Donde? ¿Donde? ¿Donde?
Y tú, cobarde, villano,
¡antipático! repara
como señalo tu cara
con los dedos de mi mano.
Y sacando un puñal
introdujo el cortante acero
junto a la espina dorsal.
El
joven, naturalmente,
la guiñó como un conejo,
ella frunció el entrecejo
y enloqueció de repente.
También quedó el conde loco,
de resultas del espanto,
y el can no llegó a tanto,
pero le faltó bien poco.
la guiñó como un conejo,
ella frunció el entrecejo
y enloqueció de repente.
También quedó el conde loco,
de resultas del espanto,
y el can no llegó a tanto,
pero le faltó bien poco.
Y
aquí acaba la historia
verídica, interesante,
romántica y apasionante,
estremecedora y horrenda,
que de aquel Castillo viejo
que edificó Chindasvinto,
a cuatro leguas de Pinto
y treinta de Marmolejo
verídica, interesante,
romántica y apasionante,
estremecedora y horrenda,
que de aquel Castillo viejo
que edificó Chindasvinto,
a cuatro leguas de Pinto
y treinta de Marmolejo
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