domingo, 16 de diciembre de 2018

DE LA COMIDA DE DICIEMBRE DE 2018


 
Lo que había de ser  la comida normal  de un desagradable día de casi invierno  y  un simple trámite a la espera de los cambios que nos traerá el nuevo enero, por lo mucho que se ha hablado y lo importante que ha sido todo, se ha convertido en una de las más relevantes del año y, por ello, este custodio  siente su ánimo  agobiado  por el peso de la responsabilidad;  hay tanto  que decir que el riesgo de un olvido le llena no ya de temor, sino de auténtico y  muy justificado pánico.  

Para empezar, la primera en el pecho, un buen susto: poco antes de las dos de la tarde, frente a la barra de la cafetería del Club Mirasierra era tal el gentío que no cabía nadie: a los habituales de cualquier segundo jueves se había unido  un grupo numeroso, en el que sus miembros, hombres y mujeres muy bien vestidos, todos de la misma empresa, celebraba su comida de Navidad y otro grupo, este de señores mayores, eran bastantes, que han resultado ser compañeros nuestros, de la promoción de 1965 y todos con 70 años, cuatro menos que nosotros.

Sin embargo, con esfuerzo y poco a poco, haciendo hueco, los que llegamos primero conseguimos que el resto de los nuestros tuviera sitio cerca de la barra para tomar una copa cuando fueron entrando.

Más tarde, ya en el comedor, a la derecha, en la mesa más grande, eran veinte o más, estaban sentados los del 65, el resto de las mesas muchas llenas y nosotros, los catorce que hemos venido, pudimos sentarnos, junto al gran ventanal, en la mesa de siempre…hoy ha venido Antonio desde Burgos y se ha reincorporado Lorenzo, Santiago sigue en Indonesia, Pedro en California, Fernando, disfrutando obras en Marbella; Javier, al igual que Asís, empeñados en no venir, Livinio hoy dedica el día a viajar en AVE y Luis, se le echa mucho de menos, está ausente con las goteras.

Y enseguida, antes de empezar la comida, la segunda en la frente, el camarero avisa: porque nos hemos sentado los últimos y porque hay mucha concurrencia, del menú queda la sopa y la pasta de primero y, de segundo se ha terminado el cocido, pero hay algo de pescado y puede preparar huevos con patatas fritas. Como es normal, el desajuste en el menú ha supuesto un serio impacto y durante un largo rato, la comida ha transcurrido en algo parecido, aunque no del todo, al silencioso preceder de la tormenta.

Porque sí, una vez pedidos los postres ha estallado una gran tormenta, con esplendorosos relámpagos, fortísimos truenos y, más que impresionantes,  rayos. 

Primero Eduardo que toma la palabra para, luminosa sorpresa, comenzar con un relámpago: dice, porque es buen mensajero que ha tropezado con Fernando Ocáriz Braña  y que nos trae, además de recuerdos, las bendiciones, ¡tan poderosas! de Monseñor que, aunque sigue sin venir a las comidas, no deja de tener presentes a sus compañeros de colegio. 

Eduardo al ver a todos epatados y meditabundos, aprovecha, se pone en pie camina tres pasos, vuelve a la mesa y a la vista de todos muestra dos enormes bandejas de turrones, mazapanes, almendras y esas cosas tan deliciosas  que tanto gustan, engordan, sobre todo en los días que van entre Nochebuena y  Reyes y, no es un secreto, no pocos tenemos más que prohibidas. ¡Son para celebrar que mañana es su cumpleaños! ¡Cumple, como casi todos, 74 años!

Una bandeja hacia la derecha y la otra hacia la izquierda, durante varios minutos dando vueltas concentran las miradas  de todos los asistentes y no, no es el temor de que se terminen los dulces o el interés en hacer acopio para llevar a casa, es que son tan grandes que parece un milagro que no hundan las manos sobre las que van descansando y cómo, sin chocarse, se hacen los cruces de las bandejas con las tabletas de chocolate suizo que desde el sitio de Gurri, por delante de todos, también sin terminarse, van pasando…a la velocidad de los rayos.

Aprovechando el silencio, Pedro Oñorbe levanta mucho la voz y, como un trueno, pide atención para hacer un doble anuncio: ¡en este comedor, en la otra mesa, ahora mismo, está sentado un gran médico! ¡…es el consuegro de Santi! Y claro, porque siempre los hay que, una vez saciados, son generosos con los bienes que no son suyos, súbitamente, una de las bandejas cambia de rumbo y sobre las manos de alguien, no diré de quién, a la velocidad del rayo, se desvía unos grados y llega, para quedarse, a la otra mesa, la de los “pequeños” del 65,   animando  a todos, incluyendo al consuegro…

En esto, Gaspar que con el cuchillo ha golpeado diecisiete veces la copa, consigue ahora casi el  silencio y nos dice:

VA PASANDO EL TIEMPO

Sí, va pasando el tiempo y en el área literaria conmilitona apenas se atisba movimiento. El Custodio José Luís, el más valiente, va destapando el tarro de las esencias con las cada día mejores crónicas de los segundos jueves de mes en el Club Mirasierra, fiel reflejo, o no, de lo allí acontecido; pues la agudeza de su pluma dota de un interés añadido al relato. Y cuando las reuniones transcurren sin comentarios destacados, mira por donde, sus reseñas siguen siendo atractivas. 

Pero es que, además, en el otro blog de vez en cuando nos sorprende con reflexiones, en prosa o verso, llenos de nostalgia y emoción que dejan translucir claramente sus sentimientos. Todo un ejemplo. Vamos a ver si los vates de la “Real Casa” se van animando, aunque sea poco a poco. No me cabe ninguna duda de que Torquemada Ricardo, desde allá Arriba, estará diciendo que no se nos puede dejar solos.

En fin, aparte de lamentar las cabronadas que no paran de perpetrar cada día los de siempre (locos golpistas del nordeste y otras geografías, feministas facinerosas y demás adláteres descerebrados que, jaleados por miserables clérigos y obispos, discípulos de Judas Iscariote, pululan por el éter libre), poco más se me ocurre hoy, como no sea recordar a algún imbécil con vara de mando que la situación se está acercando peligrosamente al límite.

Así que, asumiendo lo que decía antaño un famoso entrenador de futbol: Los poetas a versificar, los viajeros a viajar siempre que de vez en cuando vengan a comer y los demás pues eso…… Colorín colorado el cuento se ha acabado.

Que el Niño Dios nos traiga lo mejor estas Navidades, con mejoría incluida para Luis Ester y las goteras del resto.

Con todo mi afecto.
EL GASPI
En Madrid, diciembre de 2018

Cuando Gaspar termina, la sala primero sigue en silencio y luego, por los aplausos, pasa a ser una tormenta con gran estruendo…

¡Qué comida ésta de diciembre! ¡Que sorpresas regala la vida y que afortunados somos que podemos disfrutar con estas pequeñas cosas que nos pasan!

Se escucha otra voz, tampoco se sabe de quién, que dice y luego calla: -Gaspar querido, tan bueno eres que para los del nordeste no usas los que para nosotros eran y acaso siguen siendo los mayores insultos: ¡Bandido, canalla, eres un gallina y una nenaza!. El marido de Doña Inés, sonríe y también calla…

Pasan más cosas, tantas que, salvo tres, hoy no se incluyen en la crónica porque al custodio ya no le quedan apenas palabras.

La primera: Javier Herrero, con esa su sonrisa de señor muy serio, ha hecho ademan de hablar y ha conseguido un asombroso y merecido silencio: propone que, entre todos, hagamos un libro, un libro serio, un buen libro, sobre el mundo de nuestra adolescencia… ¡qué buena idea! ¡qué gran éxito ha tenido la propuesta! El líder y maestro nos ha convocado para que en enero traigamos, para discutirlas, las ideas que podamos…

Y, ahora,  juntas  la segunda y la tercera:  recordad compañeros  que en marzo, porque alguien de nuestro grupo ha hecho con ellos un extraño pacto, comeremos  en la misma mesa, con los de la promoción del 65. Y, para de verdad terminar, advierto a todos que el miércoles 19 de diciembre, en el Salón de Actos del Archivo Histórico Nacional, tendrá lugar la presentación del libro La materia de mi espíritu de Luis Javier Montoto de Simón, el consuegro médico y poeta de Santi que, por cierto, camina cada vez mejor.

Y ya basta, con estas últimas palabras el custodio deja el espacio para las fotografías de Gaspar que adornan y realzan lo bien que lo hemos pasado en la última comida del año 2018. 

















sábado, 10 de noviembre de 2018

DE LA COMIDA DEL 8 DE NOVIEMBRE DE 2018

  






Si en la comida de octubre apuntaba el otoño,  en la de noviembre  hemos vivido la  proximidad del invierno: sopa bien caliente, alubias y cocido en el menú; chorizo del bueno que ha traído el marido de Inés  de Villanueva, había tanto que casi no se termina; un hermoso frasco con un líquido transparente, Santiago que lo ha traído de Indonesia dice que es aguardiente de palma, y  estaba bueno;  el mal tiempo, ese que produce tantas goteras, tiene castigados sin salir a la calle a varios conmilitones y de los quince presentes algunos estaban porque han escapado de sus casas, sin que se enterase nadie,  por las ventanas…

Sí, quince sentados alrededor de la mesa, Lorenzo dice que está en Galicia, Pedro sigue en California, Fernando en Marbella, Antonio en Burgos, el otro Antonio, de las orejas en Extremadura; Javier, sigue sin venir, en Zaragoza, y luego, igual de ausentes, los que están cuidándose las goteras.

Acaso porque los días felices no tienen historia, en la comida de hoy solo ha sido relevante el cuidado discurso del más asertivo de los conmilitones y muy probablemente de toda la promoción de 1961, en el que, en voz muy alta, casi a gritos, tuvo a bien confiarnos que, por el estado de sus goteras ha dado un paso importante en la organización de su tesorería: lo que haya tiene que durar hasta 2024 y un poco más por si acaso…

También, y sin que esto tenga importancia, durante un buen rato la conversación se ha centrado, cosa muy rara, en el  futbol y, dentro del tema, en el  Real Madrid: que si Ronaldo, que si Lopetegui, que si Ramos, que si la publicidad, que si el nuevo estadio, que si Florentino…Luis Ester resulta que es, en la mesa, el único florentinista confeso (Gaspar, aunque convencido, lo es inconfeso), y lo proclama…

¡Ah! Eduardo, aunque en voz   baja, también  ha lanzado  su proclama: el 13 de diciembre volverá a sentarse en esta mesa y, a los postres, se pondrá en pie, pedirá silencio, todos los conmilitones abrirán los  oídos y fijarán en él las miradas, pronunciará graves palabras y, sin duda alguna, con la satisfacción  de todos, será, además de felicitado, muy, muy, muy aplaudido…  

Y, antes de olvidarlo, decir que este Custodio, porque el mes pasado omitió relatarlo y sufrió por ello justificados reproches,  para refrescar su memoria, intentó, sin éxito,  que José Luis repitiera  la historia de cómo, al final de los años 80, viajando en un DC 9, entre Madrid y Zaragoza, vio arder uno de los dos motores, escuchó luego una explosión en el mismo o en el otro motor; vivió  el silencio absoluto en que se sumió todo el pasaje del avión y  sufrió el descenso, eterno, del DC 9,  planeando y planeando desde muy arriba en el cielo hasta  más abajo de las montañas que quedaban en el horizonte cercano,  en línea recta delante del aparato…recordó  José Luis,  el mes pasado, que su vecino de asiento, en pleno trance arrancó una hoja de una libreta, escribió algo en el papel, lo dobló y, con cuidado, se  lo colocó  en el bolsillo superior de su chaqueta…;y casi fue el final,  cuando estaban cerca de  chocar, aún no sabe por qué ni cómo, el avión remontó un poco y pasó,  rozando, ¡que susto!,  las montañas…Aterrizaron en Zaragoza, entre coches de bomberos, ambulancias, y muchas luces, moviéndose en las pistas a toda velocidad. Ya con el avión parado salieron las rampas y por ellas los pasajeros, entre ellos José Luis y el colega con el que viajaba, bajaron del avión…y, ¡qué tiempos aquellos!, nadie se les acercó, nadie les dijo nada y ellos, poco a poco, caminando, salieron del aeropuerto…¡a trabajar! Dice José Luis que, aunque tenía billete para volver en avión a Madrid, lo hizo en tren…

Para cerrar la crónica de la comida del segundo martes del mes de noviembre de 2018, decir que  en la sobremesa se tomaron varias decisiones que  aquí no incluimos  porque ninguna es importante.


Las fotografías que siguen, como siempre, son de Gaspar….









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