Lo que
había de ser la comida normal de un desagradable día de casi invierno y un
simple trámite a la espera de los cambios que nos traerá el nuevo enero, por lo
mucho que se ha hablado y lo importante que ha sido todo, se ha convertido en
una de las más relevantes del año y, por ello, este custodio siente su ánimo agobiado por el peso de la responsabilidad; hay tanto que decir que el riesgo de un olvido le llena no
ya de temor, sino de auténtico y muy justificado
pánico.
Para
empezar, la primera en el pecho, un buen susto: poco antes de las dos de la
tarde, frente a la barra de la cafetería del Club Mirasierra era tal el gentío
que no cabía nadie: a los habituales de cualquier segundo jueves se había unido
un grupo numeroso, en el que sus
miembros, hombres y mujeres muy bien vestidos, todos de la misma empresa, celebraba
su comida de Navidad y otro grupo, este de señores mayores, eran bastantes, que
han resultado ser compañeros nuestros, de la promoción de 1965 y todos con 70 años,
cuatro menos que nosotros.
Sin
embargo, con esfuerzo y poco a poco, haciendo hueco, los que llegamos primero
conseguimos que el resto de los nuestros tuviera sitio cerca de la barra para
tomar una copa cuando fueron entrando.
Más
tarde, ya en el comedor, a la derecha, en la mesa más grande, eran veinte o más,
estaban sentados los del 65, el resto de las mesas muchas llenas y nosotros,
los catorce que hemos venido, pudimos sentarnos, junto al gran ventanal, en la
mesa de siempre…hoy ha venido Antonio desde Burgos y se ha reincorporado
Lorenzo, Santiago sigue en Indonesia, Pedro en California, Fernando, disfrutando
obras en Marbella; Javier, al igual que Asís, empeñados en no venir, Livinio
hoy dedica el día a viajar en AVE y Luis, se le echa mucho de menos, está
ausente con las goteras.
Y
enseguida, antes de empezar la comida, la segunda en la frente, el camarero
avisa: porque nos hemos sentado los últimos y porque hay mucha concurrencia, del
menú queda la sopa y la pasta de primero y, de segundo se ha terminado el cocido,
pero hay algo de pescado y puede preparar huevos con patatas fritas. Como es
normal, el desajuste en el menú ha supuesto un serio impacto y durante un largo
rato, la comida ha transcurrido en algo parecido, aunque no del todo, al
silencioso preceder de la tormenta.
Porque
sí, una vez pedidos los postres ha estallado una gran tormenta, con
esplendorosos relámpagos, fortísimos truenos y, más que impresionantes, rayos.
Primero Eduardo
que toma la palabra para, luminosa sorpresa, comenzar con un relámpago: dice, porque
es buen mensajero que ha tropezado con Fernando Ocáriz Braña y que nos trae, además de recuerdos, las
bendiciones, ¡tan poderosas! de Monseñor que, aunque sigue sin venir a las
comidas, no deja de tener presentes a sus compañeros de colegio.
Eduardo
al ver a todos epatados y meditabundos, aprovecha, se pone en pie camina tres
pasos, vuelve a la mesa y a la vista de todos muestra dos enormes bandejas de turrones,
mazapanes, almendras y esas cosas tan deliciosas que tanto gustan, engordan, sobre todo en los
días que van entre Nochebuena y Reyes y,
no es un secreto, no pocos tenemos más que prohibidas. ¡Son para celebrar que
mañana es su cumpleaños! ¡Cumple, como casi todos, 74 años!
Una
bandeja hacia la derecha y la otra hacia la izquierda, durante varios minutos
dando vueltas concentran las miradas de
todos los asistentes y no, no es el temor de que se terminen los dulces o el
interés en hacer acopio para llevar a casa, es que son tan grandes que parece
un milagro que no hundan las manos sobre las que van descansando y cómo, sin
chocarse, se hacen los cruces de las bandejas con las tabletas de chocolate
suizo que desde el sitio de Gurri, por delante de todos, también sin
terminarse, van pasando…a la velocidad de los rayos.
Aprovechando
el silencio, Pedro Oñorbe levanta mucho la voz y, como un trueno, pide atención
para hacer un doble anuncio: ¡en este comedor, en la otra mesa, ahora mismo, está
sentado un gran médico! ¡…es el consuegro de Santi! Y claro, porque siempre los
hay que, una vez saciados, son generosos con los bienes que no son suyos,
súbitamente, una de las bandejas cambia de rumbo y sobre las manos de alguien,
no diré de quién, a la velocidad del rayo, se desvía unos grados y llega, para
quedarse, a la otra mesa, la de los “pequeños” del 65, animando
a todos, incluyendo al consuegro…
En
esto, Gaspar que con el cuchillo ha golpeado diecisiete veces la copa, consigue
ahora casi el silencio y nos dice:
VA PASANDO EL TIEMPO
Sí, va pasando el
tiempo y en el área literaria conmilitona apenas se atisba movimiento. El
Custodio José Luís, el más valiente, va destapando el tarro de las esencias con
las cada día mejores crónicas de los segundos jueves de mes en el Club
Mirasierra, fiel reflejo, o no, de lo allí acontecido; pues la agudeza de su
pluma dota de un interés añadido al relato. Y cuando las reuniones transcurren
sin comentarios destacados, mira por donde, sus reseñas siguen siendo
atractivas.
Pero es que, además, en
el otro blog de vez en cuando nos sorprende con reflexiones, en prosa o verso,
llenos de nostalgia y emoción que dejan translucir claramente sus sentimientos.
Todo un ejemplo. Vamos a ver si los vates de la “Real Casa” se van animando,
aunque sea poco a poco. No me cabe ninguna duda de que Torquemada Ricardo,
desde allá Arriba, estará diciendo que no se nos puede dejar solos.
En fin, aparte de
lamentar las cabronadas que no paran de perpetrar cada día los de siempre
(locos golpistas del nordeste y otras geografías, feministas facinerosas y
demás adláteres descerebrados que, jaleados por miserables clérigos y obispos,
discípulos de Judas Iscariote, pululan por el éter libre), poco más se me
ocurre hoy, como no sea recordar a algún imbécil con vara de mando que la
situación se está acercando peligrosamente al límite.
Así que, asumiendo lo
que decía antaño un famoso entrenador de futbol: Los poetas a versificar, los
viajeros a viajar siempre que de vez en cuando vengan a comer y los demás pues
eso…… Colorín colorado el cuento se ha acabado.
Que el Niño Dios nos
traiga lo mejor estas Navidades, con mejoría incluida para Luis Ester y las
goteras del resto.
Con todo mi afecto.
EL GASPI
En Madrid, diciembre de
2018
Cuando
Gaspar termina, la sala primero sigue en silencio y luego, por los aplausos,
pasa a ser una tormenta con gran estruendo…
¡Qué
comida ésta de diciembre! ¡Que sorpresas regala la vida y que afortunados somos
que podemos disfrutar con estas pequeñas cosas que nos pasan!
Se
escucha otra voz, tampoco se sabe de quién, que dice y luego calla: -Gaspar
querido, tan bueno eres que para los del nordeste no usas los que para nosotros
eran y acaso siguen siendo los mayores insultos: ¡Bandido, canalla, eres un
gallina y una nenaza!. El marido de Doña Inés, sonríe y también calla…
Pasan
más cosas, tantas que, salvo tres, hoy no se incluyen en la crónica porque al
custodio ya no le quedan apenas palabras.
La
primera: Javier Herrero, con esa su sonrisa de señor muy serio, ha hecho ademan
de hablar y ha conseguido un asombroso y merecido silencio: propone que, entre
todos, hagamos un libro, un libro serio, un buen libro, sobre el mundo de
nuestra adolescencia… ¡qué buena idea! ¡qué gran éxito ha tenido la propuesta! El
líder y maestro nos ha convocado para que en enero traigamos, para discutirlas,
las ideas que podamos…
Y,
ahora, juntas la segunda y la tercera: recordad compañeros que en marzo, porque alguien de nuestro grupo
ha hecho con ellos un extraño pacto, comeremos
en la misma mesa, con los de la promoción del 65.
Y, para de verdad terminar, advierto a todos que el miércoles 19 de diciembre,
en el Salón de Actos del Archivo Histórico Nacional, tendrá lugar la
presentación del libro La materia de mi
espíritu de Luis Javier Montoto de
Simón, el consuegro médico y poeta de Santi que, por cierto, camina cada vez
mejor.
Y
ya basta, con estas últimas palabras el custodio deja el espacio para las
fotografías de Gaspar que adornan y realzan lo bien que lo hemos pasado en la
última comida del año 2018.