viernes, 10 de febrero de 2023

DE LA COMIDA DEL JUEVES 9 DE FEBRERO DE 2023

 

En un día entre gris y luminoso, en el comedor grande del Club Mirasierra, nos hemos reunido 14 conmilitones de Areneros 61, para celebrar la comida del segundo jueves de cada mes.

Y, hay que decirlo, aunque todo lo acecido en este día ha estado tan dentro de lo normal que cualquiera de los conmilitones, sin haber asistido a la comida ni faltar a la verdad, podría redactar esta crónica, hay matices relevantes que, sin duda alguna, han convertido la comida de hoy, en algo muy especial.

Eduardo, recuperado de las goteras, delgado como en la vida, ha recuperado su lugar en la mesa; César ha encontrado un hueco entre sus viajes para estar; Fernando, no lo ha podido remediar, luego de meses escondido entre allá y acullá, se ha sentado en la cabecera de la mesa y reclamado, hasta conseguirlo, la atención de todos, sí, de todos, los conmilitones, para relatar y presumir de sus idas y venidas por las cuestas de San Francisco en un coche Google, de esos en que personas menos valientes lo pasan morado porque van sin conductor; Gurri, porque ha estado haciendo peonadas,  ha vuelto de Suiza muy cansado y, a ratos, ha dormitado plácidamente para recuperar fuerzas y repartir luego buen chocolate.

Pedro, el tesorero, no ha callado, ha hablado tanto y de tantas cosas que casi, por un pelo, no ha cobrado; Gaspar, quizá porque hoy estaba un poco sordo, ha aprovechado el tiempo para hacer muchas y muy buenas fotografías; Ramiro ha presumido del poder de sus hijas y Antonio, olvidado el manto en casa, le ha recomendado, por si acaso,  los servicios de su notario; el otro Antonio, sonriendo siempre  y luciendo sin marcas su cabeza inmaculada, ha ratificado la supremacía del Golf de Sotogrande y confirmado, con Santiago, de este hablaremos luego, el poder de la tecnología; alguien, el custodio no recuerda quien, acaso nadie, recordó la invitación que nos hará Jorge para comer en un refectorio de la Compañía; Josemari, menos locuaz de lo que suele, paseó con éxito sus palabras sobre  los méritos de las grandes bodegas de España.

Pedro, el joven, escuchó de José Luis las bondades de leer a Ayn Rand en La rebelión de Atlas, y después de discutir con éste los nuevos avances sobre la teoría de Wegener, ambos compartieron,  con Gaspar, acalorado, y el resto de los conmilitones,  conocimientos y experiencias sobre el estúpido error que ha sido el comprar por alguien, trenes inservibles para el FEVE. Y, con tristeza, todos estuvimos de acuerdo en que lo peor de este hecho es que se añade a varios otros  que ponen de manifiesto el deterioro de las instituciones que estamos viviendo en España.

En este punto, sin embargo, Santiago nos dio una lección de valor y esperanza: explicó, con rigor y pasión, su nuevo proyecto, ya avanzado, de instalar en todos los puertos y muchas playas, rompeolas energéticos de alta eficiencia e indudable rentabilidad. Su intervención hizo el milagro de limpiar del ambiente del chasco de los trenes, las leyes fallidas y la deriva hacia el abismo de las instituciones, devolviendo con ello a los conmilitones la esperanza, nunca del todo perdida, de un futuro mejor.

Y ya, para terminar esta muy larga crónica, decir que hubo más, puede que incluso mucho más de lo que recuerda este custodio, sin embargo, todo ello, lo fútil y lo valioso,  debe quedar en el olvido.

Nota: las fotografías, como siempre, son de Gaspar.