En uno de esos extraños días de
Madrid en que, bajo nubes obscuras, la claridad de una preciosa luz lo llena
todo, doce conmilitones, doce sí, porque Javier, que era el trece, ansioso de
nieto indio apareció un momento y se marchó al zoom, nos sentamos, próximos,
pero sin tocarnos, en la mesa redonda, junto al ventanal de la esquina del comedor,
para celebrar la última comida del año 2021.
Pedro el joven, porque en el
camino, escuchando La tabernera del puerto, se había perdido, ¡qué
cosas!, llegó tarde. Bien es verdad que lo hizo mejor que el amigo el notario, ese tenía que planchar el manto y no llegó; o
Lorenzo que, excavando, sigue allá lejos, en Luxor; o Fernando que, en las
entrañas de un avión que lleva a California, se ha pasado medio vuelo
investigando quién estaba en el aperitivo, qué platos no había en la comida o si
alguien hablaba de más después del café.
El otro Antonio, ese que juega
bien al golf, disertó, aunque poco, sobre el buen sonido que, gracias a un
sabio polaco, sale del viejo y precioso órgano que, porque se lo dio su padre, guarda
en casa, busca, mira y, a veces, toca, a dos manos con una fruición acaso
pecaminosa.
Livinio, después de sesenta y
ocho años, lo hizo por segunda vez; mirando a José Luis, muy serio, en plena
comida, ha implorado: ¡sóplame!, y, de la boca del aludido, porque desde
Superior algo ha aprendido, en lugar de expedir
un chorro de buen de aire, ha respondido: ¿soplarte, de qué?
Josemari, durante varios
minutos, eso sí, desperdigados y perdidos, ha guardado silencio, un silencio pasional
y serio que el custodio llena ahora con los hermosos versos que nuestro vate dedicó
a sus amigos, quizá a nosotros, entre hoy y el otro día:
YA ME TENEIS
CON VOSOTROS
Ya
me tenéis con vosotros.
Ya
soy vuestro, todo vuestro.
Desde
mi alma inmortal,
desde
mi voz gutural
desde
mi mente infernal
hasta
mi pequeño estro.
Soy
vuestro y ya no soy mío.
Forniqué
mi libertad.
Perdí
mi libre albedrío
en
honor a la amistad.
Amistad
que cada día
cambia
mi mentalidad
y
mi personalidad
de
triste mediocridad
en
apasionada orgía.
Ya
me tenéis con vosotros.
Ya
he logrado sacudirme
el
yugo que me oprimía,
y
ya he logrado arrancarme
las
flechas fatales, frías,
que
herían mi soledad
con
triste melancolía.
Y
puesto que no soy mío,
puesto
que soy todo vuestro,
acogedme,
consoladme,
dadme
vuestro amor. Besadme
en
honor a esa amistad,
que
cambió mi identidad
de
triste mediocridad
en
apasionada orgía
de
honrada sinceridad.
J.M.M.
A
mis amigos.
Gurri estuvo amable y cariñoso,
repartió chocolate y lotería; hablo algo
y, antes de darnos cuenta, se marchó veloz como el viento de la tarde, le
llamaba la tercera dosis de la ¿buena? ¿mala? ¿segura? ¿insegura? y tan
denostada vacuna.
Javier, cual abuelo grande,
escuchó, dulce, paciente y serio, las historias, viejas de la iniciación, porque
solo hubo iniciación, que contaron Josemari, Antonio y José Luis, del otro
Javier, ese que también probó el imposible camino para ocupar la silla en que,
al final, ahora se sienta Fernando.
Y se habló de Medjugorjedee,
de Fátima, de Lourdes y de Garabandal; de
ovnis, de apariciones, de otros milagros y de lo que sobre todo ello han visto, piensan, creen o sueñan los conmilitones, tanto los píos aguerridos como
los casi escondidos saduceos…y alguien recordó que entre nuestros condiscípulos
hay uno, primo de conmilitón, que tiene publicado un, muy docto y difundido,
tratado sobre ese complejo tema que es la Armonía de la razón y la fe.
Afortunadamente, porque a los
años que tenemos los conmilitones cuesta trabajo mantener la atención en un solo
tema, en cualquier tema, un aullido,
bastante alto porque el dueño está bastante sordo, del teléfono del custodio, consiguió el milagro, ¡hay milagros!,
en la mesa se hizo el silencio. Era un WhatsApp
de Santiago, el Indonesio, que sin más, leído inmediatamente en voz alta, decía
así:
Buenas tardes Jose Luis.
Como me pediste, te envío este texto para que lo leas en
alta voz, tiene más morbo, en la comida
del jueves día 9 de diciembre, y espero
que no seas tramposo y no lo leas primero para ti solo.
Empezaré
con una historia: Acaba de venir un nuevo Embajador de España y comí con él; es
bastante amigo del primo que he colocado de Embajador en Egipto, que mencionaba
Lorenzo el otro día. Fue una comida muy agradable en la que le invité a visitar
una de “nuestras” islas para que conociera de verdad lo que significa nuestro
Proyecto. Y cuando se lo estaba explicando pensé: a quienes tendría que invitar es a los
que comen conmigo una vez al mes y escuchan resignados mis historietas. Y no
quiero dejarlo en un piadoso pensamiento.
Tan
pronto como las circunstancias lo permitan, que no son sólo económicas sino
sobre todo de salud, los habituales de las comidas recibiréis una invitación
del siguiente tenor aproximado:
Día
1: Salida de Madrid. Vuelo de 7 horas a Dubai. Dormir en el hotel del
aeropuerto de Dubai, se sale del avión, se pasan unos controles de equipaje y a
dormir
Día
2: Llegada a Singapur, Hotel Península,
también 7 horas
Días
3 y 4: Visitas en Singapur
Día
5: Vuelo a Makassar, 3 horas, la famosa base de Sandokan y los Tigres de la
Malasia, ¡grande fue Salgari!, situada al sur de la sorprendente isla de
Sulawesi, de soltera Célebes. Se empalma con vuelo a Selayar, 20 minutos, que
es la isla de nuestro Proyecto que está más cerca de Singapur. El hotel en
Selayar no está nada mal.
Días
6 y 7: Visitas en una isla preciosa que vamos a mejorar y preparar para que sea
todavía más preciosa.
Día
8: Vuelta a Singapur y disfrutar.
Día
9: Salida a Dubai y dormir, seguro muy bien, como a la ida, en el aeropuerto.
Día
10: Llegada a Madrid y descansar.
Sé
que algunos no podrán participar por
motivos de salud, por ello haremos un Gran Hermano para que el que no vaya pueda verlo todo tranquilamente desde su
casita.
Bueno, pues bien, terminada la
lectura un guirigay: que el hotel de Dubai no es barato, que en Singapur solo hay
trabajo y más trabajo, que en las Molucas hay mujeres que atacan, como en todas
partes, a los seres humanos; que el
dragón de Santiago, aunque él lo niega, es
peligroso, ¡es un enorme y terrible lagarto!…y, lo peor, o lo mejor, ¡hay que
preguntárselo a Santiago!, ¿Quién pagará los bastantes euros que cuesta ese
viaje?
Claro, es verdad, fueron más,
muchas más y muy interesantes, las cuestiones que se trataron en la comida y en
la larga sobremesa del día 9 de diciembre de 2021 en el Club Mirasierra, pero la
memoria del custodio está ya muy gastada y no tiene más remedio que dejar en el
olvido lo que además hubo.
Sin embargo, antes de cerrar esta crónica, la luz con dos recuerdos, ¡menos mal!, viene para que la pueda completar:
- Las reuniones de todos los jueves en la sala virtual de Fernando, que siguen celebrándose, son interesantes y están concurridas, mientras nuestro egregio conmilitón esté ocupado en investigar la evolución de la actual pandemia, las pandemias del mañana, el estado de la ciencia y el futuro del mundo, pasarán a celebrarse en la menos lujosa pero muy acogedora sala virtual de Ramiro. Y, esto también es, además de novedad, algo importante: Jorge, el P. Dalda, está preparando y pronto pronunciará una serie de homilías en las que glosará el sabio y transcendente contenido de lo tratado en las reuniones virtuales de los conmilitones de Areneros 61.
- Y no, aunque José Luis, el de las Altas Esferas, en su convocatoria a la comida del jueves 9 de diciembre, había anunciado, por un involuntario error seguro, que hoy, al contrario que en otras ocasiones sólo se tratarán asuntos intrascendentes, como bien se ve en lo escrito en esta crónica, no ha sido así, las cuestiones que se han tratado, al igual que en otras ocasiones, han sido importantes y del todo trascendentes.
Nota:
Las fotografías, tanto las de
la comida del segundo jueves de diciembre en el Club Mirasierra como las de las reuniones
virtuales, como siempre, son de Gaspar.