Pues sí, luego de quince
meses, los conmilitones de Areneros 61, en la terraza del Club Mirasierra, nos
hemos reunido para celebrar la tradicional comida del segundo jueves de cada
mes, y porque ha sido el reencuentro tras la pandemia, el día tambien ha sido del todo memorable.
Y, este custodio puede decir
con alegría que, hoy, al menos por el momento, para los presentes y los ausentes,
han quedado olvidadas las tres comidas, casi clandestinas, de los meses de
junio, julio y agosto de 2020, cuando seis u ocho conmilitones, osados
e imprudentes, en absoluta rebeldía, se reunieron para librarse en compañía del
dolor de la pandemia. Y, ¡cuánta fortuna!, con la
comida de hoy, las comidas virtuales, o “no comidas”, en el zoom de Fernando, que tanto han servido
para atenuar cuarentenas y temores, cobran su lugar en el pasado y se reducen a
ser, con el WhatsApp, tan solo, un precioso, ligero y agradable punto de encuentro los jueves de cada
semana.
Pero, bien es verdad que hoy ha habido algo muy
especial que hace aún más importante el día de hoy para los conmilitones de
Areneros 61: justo antes de comenzar la comida, Diego ha leído, y ha leído muy
bien, el texto de una página que literalmente dice así:
A
R E N E R 0S
P
R O M O C I O N 1 9 6 1
UNAS CUANTAS COMIDAS Y TRES VIAJES
Tengo
hoy en las manos un libro entrañable. Tiene alma y está lleno de vida.
Conforman su alma las de unos jóvenes septuagenarios que un día, siendo niños,
fueron depositados entre los muros del Colegio de Areneros. Aquellas paredes,
aquellos grandes tránsitos pronto se llenaron de las voces alegres y los juegos
de los recién llegados. Y allí, los niños de ayer, empezaron una nueva vida.
Allí fueron creciendo y asimilando
conocimientos y valores, que luego en gran parte perdurarían a lo largo de sus
días. Compañerismo y amistad forjaron el espíritu de Areneros, de modo que
cuando el colegio se trasladó al de Nuestra Señora del Recuerdo, Areneros se
trasladó también en el corazón de aquellos jóvenes.
Llegó el día en que cada uno hubo de emprender
su propio camino, y muchos contactos se perdieron en esa etapa de sus vidas,
pero algo quedó latente, como dormido como el ascua bajo la ceniza, mas vivo y
a la espera de reavivarse con el reencuentro.
Poco a poco, a partir de un pequeño núcleo, se
ha ido formando este espléndido grupo de jovencísimos septuagenarios que,
deseosos de dar y recibir el abrazo de sus inolvidados compañeros de antaño,
hoy disfrutan mes tras mes de memorias, recuerdos y vivencias de tiempos
felices y de un presente que se siente dichoso al compartir mesa y mantel con
aquellos que nunca dejaron de ser amigos de una vida.
En las hojas de este libro que hoy acaricio,
en sus textos y fotografías se recoge y plasma lo mejor del espíritu
conmilitonero que se revela en cada reunión y cada viaje de sus protagonistas.
Comentarios, chistes, versos de poetas excelsos, alegrías y también recuerdos
por los que se fueron y deseos de lo mejor para aquellos que están en
dificultades, informan el espíritu que estas páginas recogen.
Y cuando
una epidemia impidió la presencia física en nuestra reunión mensual se mantuvo
la comparecencia en reuniones virtuales, que dieron fe de la voluntad de
pervivencia de unos lazos de camaradería que no prescriben a pesar de las
dificultades.
La comunidad de conmilitones está en deuda con
unos pocos que asumieron la iniciativa y responsabilidad de editar este libro.
Ojalá puedan seguir haciéndolo mucho tiempo y podamos ver incorporadas nuevas
páginas reflejo de una amistad tan duradera como nuestras vidas.
Me resulta imposible trasladar a estas pocas
líneas el sentimiento profundo con el que las escribo, porque es difícil
explicar con palabras algo como lo que está escrito sin palabras ni imágenes en
las páginas de nuestro libro.
Que
nuestra Virgen de Areneros nos proteja a todos y nos dé una larga vida
conmilitona.
En
Madrid, a 10 de junio de 2021.
Diego
García-Loygorri
Y claro, aunque después de escuchar a
Diego solo quedaba guardar silencio y aplaudir y aplaudir, con la llegada de la
comida, hoy estaba muy bien, se ha pasado a hablar, con más detalles y matices, de lo que se habla
siempre: de las interioridades, claras y no tan claras del futbol y de otros
negocios; de la interesante programación del teatro de la Zarzuela, que esta
temporada comienza con El rey que rabió, la obra de Ruperto Chapí, Miguel Ramos Carrión y Vital Aza, que tantas
veces vimos, en versión del P. Cobos, cuando éramos niños, sobre el escenario de
Areneros; del pescado y los mariscos que se pueden comprar en Merca
Madrid, al lado de la casa de Lorenzo, en Benavente y en las lonjas de mil
lugares de Galicia, Asturias o Cantabria; de lo precioso que está el nieto medio
indio de Javier; de la ausencia de
castigos físicos, no nos pegaban, en el colegio; de algunos profesores y otros temas
similares; del funeral de Antonio Montero, (asistió Javier), que, cuando fue maestrillo,
el P. Montero, con nosotros se portó bien; de varios juegos de números, de esos que gustan a
los ingenieros y solo saben resolver las
Altas Esferas; de lo bueno que es el chocolate suizo que ha repartido Gurri; en
fin, como hemos dicho antes, se han dicho y comentado más o menos las mismas cosas,
esas que tanto nos gustan y que repetimos
siempre.
En todo caso, para que no se
nos olvide ni a los presentes ni a los ausentes, en esta crónica hacemos
constar que la comida de hoy ha estado casi tan concurrida como las de los mejores tiempos:
Once conmilitones sentados en la mesa de la terraza del
Club Mirasierra; más, ¡es increíble!, la
gratísima presencia de los ausentes (Santiago en Indonesia, Eduardo
en Huelva, Lorenzo en Ciudad Real, César en el antiguo Reino de Aragón,
Fernando en su Marbella; Gaspar, Jorge, los
Antonios, Livinio y Javier, este en Vigo y los demás en casa; y el
resto, esos que estando en el cielo siguen con nosotros: Javier, los dos
Santiagos, Ricardo, Luis, Jesús, Juan María, Naso, José Luis y Pablo,
Y, para terminar, un aviso de
las Altas Esferas: el jueves, día 8 de
julio, en el Club Mirasierra, Dios mediante,
volveremos a comer juntos los conmilitones de Areneros 61.
Nota: Las fotografías, como bien se ve, hoy no son de Gaspar
Y, la portada de El Libro que, tan bien, presenta Diego: